Opinión

Tiempos de pico y pala

Cambian los partidos y los gobernantes, pero no la mediocridad, y menos la maldad y la bajeza con la que algunos actúan

  • Tiempos de pico y pala

Cuando llegan momentos difíciles, y este es uno de ellos; cuando a la pandemia que destroza vidas y economías se le suma el daño que nos hace la borrasca Filomena, suelen aparecer entre nosotros algunos voluntarios, por lo general políticos, y en particular de la oposición, que antes de ponerse a trabajar y mostrar su disposición para salir del atolladero ya están pidiendo responsabilidades, cuando no dimisiones. Ya habrá tiempo para pedirlas y saber si el presidente del Gobierno aparece sólo cuando le conviene o ha estado al tanto de la situación, como dicen sus ministros. Personalmente, lo que haga Sánchez en momentos como los vividos me da igual cuando se trata de resolver problemas. La experiencia ahorra energías, pero también palabras. El dirigente da lo que da. Este y otros que ya nos gobernaron y confundieron los chorros de chapapote con hilillos de plastilina. Especialistas todos ellos en mezclar las berzas con los capachos. En fin. 

Se me dirá cándido e ingenuo, simple y afectado de buenismo, pero ahora toca unir esfuerzos, porque en momentos como este es cuando se ve la madurez de los pueblos y el fuste de nuestros dirigentes. No saldrá de mí crítica alguna mientras las carreteras estén intransitables, las calles heladas y Madrid sea una ciudad fantasma que recupera poco a poco su figura

La crítica antes que la solución

Anoche, un dirigente que no necesito nombrar, uno de esos que cree que todos menos él somos estúpidos, se quejaba de que los ministros de Interior y Transportes salgan continuamente por la televisión. ¿Y qué van a hacer? Serán ellos y no los de Cultura o Trabajo los que han de dar explicaciones. Ese mismo señor, un verdadero diletante de la política contemporánea, hubiera puesto el grito en el cielo si Ábalos y Marlaska no hubieran salido a dar explicaciones. Porque es lo cierto que, si no hubieran aparecido en telediarios y ruedas de prensa en directo, también se lo hubieran echado en cara.  

Para algunos la persistencia del problema es la clave, la actualidad del mismo su razón de ser. Cuanto peor, mejor. Sin el problema no pueden vivir, y menos justificar su salario público. Nunca piensan que también se les paga para que las cosas funcionen, sean del partido que sean. Pero no, se crecen en el problema, en la confusión. Se hacen grandes en los muladares de la política. Gentes que obtienen con facilidad el éxito, pero que no lo merecen. 

Cuando los medios coordinan con la política

Lo estoy viviendo estos días en los que la borrasca Filomena agrava la situación que ya teníamos con la pandemia. Lo viví muy cerca desde Aena, cuando en pleno mes de agosto, la seguridad privada del aeropuerto de Barcelona hizo una huelga salvaje que afectó a pasajeros, vuelos, negocios, asuntos urgentes que precisaban una pronta resolución. Aún recuerdo a una joven implorando una solución porque tenía que enterrar a su hermano y no podía llegar al avión. No llegó a tiempo. Entonces gobernaba el PP, y al PSOE todas las explicaciones le parecieron pocas. Caña al mono hasta que hablara inglés. Y así fue. De poco sirvió que se dijera que estábamos ante un asunto de una empresa privada que tenía sus propios convenios y condiciones contractuales. Venga gasolina a la chimenea. 

Lo peor entonces fue comprobar cómo se comunicaban la política y algunos medios, especialmente periódicos. Hubo hasta un oscuro editor que aprovechó la coyuntura para cobrarse facturas personales con el que era presidente de Aena. Daba igual que se tratase de personas con serios problemas que nadie solucionaba. Qué manera de coordinarse y entenderse. Qué forma de manejar los tiempos: por la mañana denunciaba el periódico, por la tarde alguien del PSOE pedía la comparecencia urgente del ministro o del propio Rajoy. Eso sí, siempre los medios por delante. Los políticos a rebufo de la actualidad, que ya se sabe lo incómodo que es trabajar, hacer acopio de datos, confirmar noticias o enterarse de lo que realmente hay en el núcleo del problema. Nunca creí en las estrategias combinadas entre política y medios hasta aquellos días en que, a mi edad, quién me lo iba a decir, me caí del caballo. 

A garrotazos cuando la unidad es urgente

Aquellos días me recuerdan estos. Cambian los partidos y los gobernantes, pero no la mediocridad, y menos la maldad intrínseca con la que algunos actúan. Déjenme que les cuente algo más. Como a los tigres que abandonan una presa porque le ofrecen carne más fresca, periodistas enviados por sus jefes a una confrontación que nada tenía que ver con la información y sí con la política, olvidaron en unos minutos todo lo que el Prat ofrecía para zumbarle la badana a Rajoy y a su Gobierno. Cuando más tensas estaban las cosas en el aeropuerto, se produjo el atentado yihadista de Barcelona. Era 17 de agosto de 2017. De repente la huelga dejó de interesar, los teléfonos dejaron de sonar. Ya no importaba más que el atentado. Los que llamaban a diario y publicaban datos inciertos a pesar de tener los buenos, dejaron de llamar. Fuere y no hubo nada. La huelga, los pasajeros, las colas interminables, el destrozo económico y reputacional de Aena (la primera operadora del mundo en tráfico aéreo, pero eso poco importó), todo pasó a un tercer plano. Como si no hubiera pasado nada. Importó la crítica más que la solución. Tal que ahora. Y así es imposible hablar de proyectos en común, seamos lo que seamos, votemos lo que votemos. 

Parece que Goya nos pintó para siempre en ese cuadro en el que dos españoles se están dando garrotazos hasta que uno de ellos cae al suelo. Camus decía que el acto más importante que realizamos a diario  es tomar la decisión de no matarnos. Y hay días en que creo que el filósofo francés tenía y tiene razón. 

El ejemplo de lo mejor

Decía la ministra de Defensa, Margarita Robles, que tenemos estos días a 1.500 militares trabajando literalmente con el pico y la pala. No son los únicos. Bien, hoy martes quisiera quedarme con los que dan ejemplo sin reclamar nada a continuación. Quizá, porque como también señaló Camus, la libertad no es nada más que la oportunidad de ser mejores. Me quedo con el trabajo de los voluntarios. Con el de nuestros militares, guardias civiles y policías nacionales y municipales, y todos aquellos que están haciendo lo que de ellos se espera. Parece mentira que teniendo tan cerca el ejemplo de lo que hemos de hacer mostremos tanta miseria. 

Sánchez ha estado o no a las alturas de las circunstancias. Ignoro si se ha lavado las manos para aparecer al cuarto día y hacerse la foto. Me da igual. Recuperemos la normalidad y veámoslo después, aunque mucho me temo que nada hay que ver. Es lo que es. Es lo que parece. Y la verdad, casi prefiero saber que Sánchez no estuvo nunca al frente del dispositivo estos días porque todo lo que puede empeorar termina empeorando. Se siente uno así más seguro. Y más tranquilo. 

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