Opinión

Trump ante Ucrania: guerra o rendición

Tan pronto como vuelva a sentarse en el despacho oval habrá de tener preparada una propuesta

  • Vladímir Putin y Donald Trump en imagen de archivo -

Donald Trump tiene la firme intención de poner fin a la guerra de Ucrania, aunque, como es lógico, Ucrania y sus aliados se muestran un tanto escépticos respecto a los detalles del "acuerdo" que anunció durante su campaña. Sin garantías de seguridad para Ucrania, cualquier alto el fuego podría ser temporal. Esta es una lección que se puede sacar de la historia reciente. La anexión de Crimea se produjo en 2014 y tras los acuerdos de Minsk que nadie cumplió, Putin atacó de nuevo en 2022, esta vez para apoderarse de todo el país pensando que Occidente estaba especialmente débil tras la retirada de Afganistán en el verano de 2021.

 

Lo que es indiscutible es que la guerra ya ha durado demasiado tiempo. La situación en muchas partes de Ucrania es desesperada. Rusia ha devastado buena parte de la infraestructura energética del país, lo que podría dejar a millones de ucranianos sin calefacción, luz y agua durante un invierno más. Necesitan asegurar los sistemas de defensa aérea para proteger las ciudades y no saben muy bien si lo van a conseguir.  La destrucción de infraestructuras es una táctica para hacer que este invierno sea insoportable, especialmente en el este del país. En el sur los ataques rusos a los puertos persiguen cortar el tráfico de mercancías y castigar a la población con hambre.

 

Si hubiese ganado Kamala Harris habría tenido que tomar una serie de decisiones para poner fin a esto; ya presionando a rusos y ucranianos para negociar, ya redoblando la apuesta por Ucrania. Lo que ya no cabía era seguir la política de Biden interviniendo lo justo para mantener a Ucrania con vida, pero sin permitirles conseguir la victoria. Los retrasos en la entrega de armamento, las restricciones absurdas sobre su uso, y el ritmo lento al que llega la ayuda han generado mucha frustración en Ucrania.

 

Los ucranianos ciertamente valoran el apoyo estadounidense sin el cual no podrían seguir resistiendo. Pero la ayuda se ha entregado con demasiada lentitud y sometida a infinidad de condiciones. Nada de eso hubiese cambiado con Kamala Harris, que durante la campaña apenas se refirió a Ucrania y, cuando lo hizo, prometió mantener la línea del Gobierno al que ella todavía pertenece. Esto para los ucranianos era bueno, pero no el mejor de los mundos. Ahora con Trump tienen que confiar en que el plan que dice tener listo les beneficie o al menos no le cause mucho perjuicio.

No deberíamos fiarnos de lo que dijo durante la campaña, eso de que  resolvería la guerra en solo 24 horas. No era más que una de sus fanfarronadas que tanto gustan a sus partidarios

 

Nadie sabe en qué consisten los planes de Trump. Sabemos que en el pasado tuvo buenas relaciones con Putin, pero las que tiene ahora con Volodímir Zelenski no son malas. A finales de septiembre se reunieron en Nueva York a petición del ucraniano y el ambiente fue cordial. Al terminar el encuentro, Trump aseguró que esa guerra con él se terminaría rápidamente y Zelenski calificó la entrevista como esperanzadora. Un día después de la victoria electoral, el 6 de noviembre, ambos líderes mantuvieron una charla telefónica que a Zelenski le pareció constructiva. Estos dos detalles: el hecho de que le recibiese en septiembre cuando no tenía obligación alguna de hacerlo, y que le cogiese el teléfono unas horas después de declararse ganador, son alentadores. Pero es poco probable que Trump actúe de manera precipitada en lo referente a Ucrania. No deberíamos fiarnos de lo que dijo durante la campaña, eso de que  resolvería la guerra en solo 24 horas. No era más que una de sus fanfarronadas que tanto gustan a sus partidarios.

 

Trump es impredecible. Para anticipar cómo podría abordar Trump la guerra de Ucrania, lo mejor es mirar hacia atrás y estudiar como gestionó asuntos importantes de política exterior en su primer mandato. Por ejemplo, su decisión de retirarse del acuerdo nuclear con Irán fue una promesa de campaña en 2016, pero, una vez en la Casa Blanca no abandonó el acuerdo de inmediato, se tomó casi año y medio. Fue investido en enero de 2017 y decidió abandonar el Plan de Acción Integral Conjunto (es decir, el acuerdo nuclear) en mayo de 2018. Se lo tomó con calma y no con impulsividad. Además, cuando se retiró, su Gobierno ya tenía una política alternativa lista para poner en marcha: una campaña de presión cuyo punto álgido se alcanzó con el asesinato de Qasem Solemaini en el aeropuerto de Bagdad en enero de 2020. No hubo, en definitiva, nada improvisado y, mucho menos, impulsivo.

Algunas cosas han cambiado

Con Ucrania debería suceder algo parecido aunque aquí debería darse más prisa. Trump desea proyectarse ante el mundo como un triunfador y una figura dotada de un poder incontestable. No parece que pretenda parecer débil ante alguien acorralado como Vladimir Putin. Si Ucrania cae derrotada eso se interpretaría como una humillación para Estados Unidos y, por extension, para el propio Trump.  Pero es que, además, algunas cosas han cambiado desde su último mandato. Rusia ahora está a partir un piñón con “rogue states” tipo Corea del Norte o Irán y, lo que es peor, se ha convertido en un peón de la China popular.

 

Esto podría afectar al modo en el que Trump aborda el problema. El Putin que él trató hace cuatro o cinco años no es el de ahora, pero sigue siendo un tipo peligroso y un negociador poco de fiar. Si percibe que los rusos van de farol o están dilatando caprichosamente la cuestión, podría levantarse de la mesa de negociaciones como ya hizo con Corea del Norte en 2019 tras aquellas imágenes tan evocadoras de Trump y Kim Jong Un en la zona desmilitarizada del paralelo 38.

 

Pero lo que se juega EEUU en Ucrania es mucho más de lo que se jugaba con Corea del Norte. Ucrania es más importante para los intereses de Estados Unidos que Corea del Norte. Esto lo saben tanto los demócratas como los republicanos. Con Biden los demócratas han insistido en la importancia de un orden internacional basado en una serie de reglas que todos los actores deben respetar. Eso a Trump no le termina de convencer porque es un tipo pragmático y sabe que, por mucho que un papel diga eso, lo cierto es que Putin se ha pasado el papel por salva sea la parte cuando lo ha creído conveniente. Los republicanos, o al menos una buena parte de ellos, no inciden tanto en eso como en el hecho de que la seguridad de Ucrania y de Europa es vital para los intereses de Estados Unidos. Los objetivos declarados de Rusia en la guerra son desestabilizar a Occidente y sacar a Estados Unidos de Europa. Considerando la importancia que tiene Europa para Estados Unidos, esto representa una amenaza directa a su prosperidad económica y a su hegemonía mundial. Sin hegemonía Trump es un presidente más, uno importante, pero no el principal a quien todos miran en busca de adivinar su reacción. Esta es una condición con la que seguramente no se conforme.

 

Pero, aparte de ser una pieza clave en la seguridad europea, Ucrania también es crucial para la estabilidad en extremo oriente. China observa cómo Estados Unidos responde a lo de Ucrania y sobre eso elabora sus propios planes con Taiwán. Los Gobiernos de Japón, Corea del Sur y Taiwán entienden esa conexión. En definitiva, que una derrota de Ucrania podría envalentonar a China en el Pacífico, algo que no interesa demasiado a Trump porque es precisamente ahí donde quiere proyectar poder e influencia.

Cualquier acuerdo de paz que deje a Ucrania muy expuesta puede resultar en un fiasco que haría que la retirada de Afganistán con Biden parezca un juego de niños

 

Dentro de Estados Unidos el apoyo a Ucrania sigue siendo amplio entre la opinión pública. A apenas dos años de las elecciones de medio mandato, ni la Casa Blanca ni los líderes republicanos del Congreso querrán asistir a un desastre en Ucrania que los demócratas les puedan luego arrojar a la cara. Cualquier acuerdo de paz que deje a Ucrania muy expuesta puede resultar en un fiasco que haría que la retirada de Afganistán con Biden parezca un juego de niños. Si Ucrania perdiera el resto del mundo lo vería como una derrota de Estados Unidos frente a Rusia, o, peor aún, frente a una coalición de Rusia, Irán y Corea del Norte.

 

La cuestión ahora es saber por dónde irá el famoso plan de Trump para acabar con la guerra. Aquí no podemos asegurar nada porque todo lo que tenemos son esas declaraciones tan altisonantes de que acabará con esto en 24 horas. Sería ideal que su plan no incluyera la cesión de territorios que Rusia ha capturado durante el conflicto, ni que dependa de promesas vacías de Vladimir Putin, alguien que ya ha demostrado en el pasado que nunca cumple lo que promete. Eso sería lo ideal, pero no tiene por qué ser lo que suceda. Pase lo que pase no tardaremos demasiado en enterarnos de por dónde van a ir las cosas. Están tan mal en Ucrania que no puede esperar año y medio para ponerse con ello. Tan pronto como vuelva a sentarse en el despacho oval habrá de tener preparada una propuesta, aunque sea algo preliminar para ir tanteando a ambos contendientes, pero una propuesta sobre la que de entrada se pueda alcanzar un armisticio. Luego habrá que sentarse a negociar y esa será la parte más difícil en la que el equipo de Trump demostrará hasta que punto Putin l

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli