Pfizer es una empresa privada con multitud de accionistas que han asumido un riesgo financiero enorme para poder encontrar una vacuna efectiva contra el coronavirus. Otras farmacéuticas –con y sin apoyo monetario público- están en la misma carrera y esa competencia, en la que están en juego muchos millones, está resultando positiva en la carrera por acabar con esta pandemia, o al menos minimizar su impacto. Se está cumpliendo una vez más la teoría que en su día hiciera famosa Adam Smith: el tabernero no te sirve bebida porque esté preocupado por tu sed, lo hace porque piensa obtener un beneficio con ello. De esta forma el interés particular de buscar una plusvalía (¿por qué si no sus accionistas se han implicado en esta compañía?), ayuda a que la sociedad mejore. Esto ha sido poco discutido por la mayoría cuando hablamos de comercio pero hay muchos que creen que en determinados sectores, entre los que está la Sanidad o la Educación, no deberían estar implicado los negocios privados.
No le encuentro sentido a ese punto de vista, en todos los países más avanzados y con mayor calidad de vida hay dinero privado implicado en investigación médica, así como en el cuidado de los enfermos. Y esto no significa, o no debe significar, que se menosprecie a la sanidad pública. Por desgracia estamos entrando en una dinámica de polarización en la que nos quieren convencer de que estar a favor de algo te convierte automáticamente en contrario a otra postura cuando ambas, en muchos casos, pueden ser compatibles. Y de hecho, alguien fruto de la educación pública puede acabar dirigiendo una empresa privada, rechazar ayudas públicas y ayudar a acabar con el mayor problema de salud pública –perdón por la redundancia- del mundo actualmente.
Tanto poder dentro de Pfizer le ha facilitado imponer su estrategia de lucha contra el coronavirus, centrada en encontrar una vacuna efectiva cuanto antes"
Es el caso del director y presidente ejecutivo de Pfizer. Él no es el típico graduado de alguna universidad cara como Harvard y tampoco tiene estudios de empresariales o alguna ingeniería como es lo habitual entre los modernos ejecutivos de Wall Street. Obtuvo su doctorado -en Biotecnología de la reproducción- en una universidad de veterinaria, muy prestigiosa pero pública: la Universidad Aristóteles de Tesalónica; y es que el doctor Albert Bourla (nacido en 1961 en una familia judía) es griego. Entró como veterinario en Pfizer en 1993, y llegó a ser director técnico de la división de salud animal de la empresa en Grecia. Desde ese puesto fue escalando posiciones, lo que le llevó a vivir en el extranjero –junto a su esposa- desde los 34 años, primero en Europa y desde 2001 en Estados Unidos. Uno de los cargos que ocupó en su ascendente carrera –él es un ejemplo del famoso “sueño americano”- fue el de jefe mundial de Vacunas.
Rivalidad greco-turca
Llegó al puesto de director ejecutivo el 1 de enero de 2019 y, un año después, asumió también la presidencia ejecutiva. Tanto poder dentro de Pfizer le ha facilitado imponer su estrategia de lucha contra el coronavirus, centrada en encontrar una vacuna efectiva cuanto antes. Para ello se asoció en marzo con otra empresa más pequeña que se llama BioNTech y que estaba trabajando contra el coronavirus desde enero. Esta biotecnológica alemana que cotiza en el Nasdaq es fruto del trabajo de Ugur Sahin -actual director ejecutivo-, que fundó la empresa junto a su esposa (turco-alemana y médica como él) en 2008, en plena crisis económica mundial, con los fondos obtenidos tras vender a la multinacional japonesa Astellas una compañía anterior -Ganymed Pharmaceuticals- que habían creado –también juntos- en 2001 para desarrollar anticuerpos contra el cáncer. Aunque su familia –musulmana- le llevó a Alemania con cuatro años, Sahin nació en Turquía, lo que hace aún más curiosa esta asociación por la conocida rivalidad entre griegos y turcos, y entre islámicos y judíos.
Muchos creen que la compañía retrasó el anuncio de la efectividad de su vacuna para no influir en las elecciones norteamericanas"
Volviendo al doctor Bourla, el 13 de septiembre fue entrevistado en la CBS y señaló como “finales de octubre” la fecha en la que se podría saber si la vacuna en la que Pfizer estaba trabajando funcionaba. Esto ha despertado los recelos de muchos que creen que la compañía retrasó el anuncio de la efectividad de su vacuna para no influir en las elecciones norteamericanas. No entraré en esa especulación aunque reconozco que la reacción positiva de los mercados bursátiles a la incertidumbre creada por el no reconocimiento por parte de Trump de su derrota, resultó sospechosa… como si los grandes tiburones de Wall Street supieran algo que los demás no. El caso es que en esa entrevista la periodista Margaret Brennan le hizo la siguiente pregunta (resumida por mi): “Hay seis compañías farmacéuticas estadounidenses que han recibido dinero de los contribuyentes para ayudar a poner en marcha una vacuna. Su empresa decidió no tomar parte, lo que significa que si la vacuna falla, Pfizer sufrirá una importante pérdida, ¿por qué cree que vale la pena el riesgo?” Y voy a dejar su respuesta tal y como la he traducido yo:
-“Tienes razón, si falla va contra nuestro bolsillo. Y al final del día, es solo dinero. No va a quebrar la empresa, aunque va a ser doloroso porque estamos invirtiendo al menos 1.500 millones de dólares contra la covid en este momento. Pero la razón por la que lo hice fue porque quería liberar a nuestros científicos de cualquier burocracia. Cuando recibes dinero de alguien siempre viene con ataduras. Quiere ver cómo vamos a progresar, qué tipo de movimientos vas a hacer. Quiere informes. No quería nada de eso. Básicamente, di un cheque en blanco a mis investigadores para que pudieran preocuparse solo por los desafíos científicos, no por nada más. Y también, por cierto, quería mantener a Pfizer fuera de la política".
Convivencia público-privado
El doctor Bourla renuncia a una subvención a fondo perdido que le ofrece el Gobierno norteamericano porque no quiere burocracia que ralentice y condicione el trabajo de sus científicos. Asume un riesgo financiero en nombre de los accionistas (los cuales probablemente en su mayoría hubieran decidido aceptar el dinero de los contribuyentes sin dudarlo) y si la jugada le sale bien (lo cual aún está por ver, aunque ojalá), habrá contribuido notablemente a acabar con la pandemia a la vez que su compañía gana mucho dinero. Y, por supuesto, seguro que recibe muchas críticas por esto último; cualquier precio que le ponga a la vacuna será considerado caro por algunos sin tener en cuenta esos 1.500 millones de dólares que lleva gastados y que podrían no haber tenido retorno. Por cierto, BioNTech sí que recibirá una ayuda del contribuyente (en este caso alemán) de 445 millones de dólares si bien sólo si tiene éxito, más que una subvención parece más bien un premio.
Todo este episodio dice mucho del sistema económico en el que vivimos, donde dentro del capitalismo conviven lo público y lo privado mientras las fronteras nacionales e ideológicas parecen desvanecerse: Un emigrante turco de raíces humildes e islámicas acaba creando una biotecnológica en Alemania que se funda gracias al dinero japonés y consigue más financiación cotizando en Wall Street, luego se asocia con una multinacional norteamericana –con accionistas de todo el mundo- dirigida por un veterinario griego de raíces judías, formado en la universidad pública y que cuando llega el momento más decisivo de su carrera profesional, renuncia al dinero gubernamental porque piensa que así conseguirá lo que quiere con mayor eficacia y rapidez… si bien se supone que van a ser los gobiernos de todo el mundo los que acabarán comprando el producto.
Ambos, gracias también a miles de voluntarios, hacen las pruebas de viabilidad del compuesto BNT162b2 (supongo que le darán un mejor nombre comercial) en tiempo récord y ganan, o al menos eso parece de momento, la batalla corporativa e internacional por ser los primeros en obtener una vacuna efectiva contra la peor pandemia en más de cien años. Y con ello, desatan un movimiento en los mercados financieros mundiales que a quien más ha beneficiado de momento es… al Ibex.