Opinión

A ver qué se encuentran el 8-M

A ver qué les pasa, a ver, dice el muchacho que amenaza a todo aquel que crea que la política está fuera del aquelarre y la lujuria con que él la ha vivido siempre

  • Pablo Iglesias, Irene Montero e Ione Belarra, en el Congreso de los Diputados

Si hay un tipo de persona del que me sienta distante, tanto que estoy más cerca de la repugnancia que del incordio, es el bravucón que hace de la amenaza un estilo de vida. Hay muchos tipos, y tipas, claro, con estas taras. En el trabajo, en el deporte y hasta en las reuniones de las juntas vecinales. Digamos que todos esos, aunque molestos, son contingentes y nada necesarios. Se les soporta un rato, y a otra cosa mariposa. Pobrecillos, piensa uno, mientras escucha sus diatribas contra el mundo.

Cuesta bastante más soportar al fulano, por lo general fracasado y ahíto de complejos, que insiste en darte la murga desde la radio o desde su programa de televisión. Decía Michi Panero de su hermano Leopoldo que lo peor no era que estuviera loco, lo peor, decía, es la turra que te da. Siempre la misma.  Pues bien, a este del que les hablo y no nombro, ni le escucho ni le veo. Ni me gusta la mercancía caducada que repite como un loro, ni me agrada lo que veo cuando por casualidad no me queda más remedio.

Con tantos avances de la inteligencia artificial ya es pena que no haya un ingeniero que inventara una televisión a la que le pudiéramos ordenar algo parecido a esto: mira, televisión, estas son las caras y las voces que deseo no ver nunca en la pantalla. Como eso no es posible, de momento, me cuido mucho de encontrarme con este muchacho que en otros tiempos lucía una astrosa coleta y verbo tan fácil y ácido, que cada palabra suya parecía que tenía úlcera de estómago, que eso dicen que le pasaba a Azorín. Y ya me disculparán el atrevimiento de mezclar la lejía con el vino.

El chico inspira a dos muchachas que le guardan la viña con verdadero celo y afán. La dos son ministras porque a él se le puso allí donde cada uno quiera creer

Ya no está en política, lo echaron los electores. Ya no está en el gobierno, le pudo el aburrimiento. Ya no está en el Congreso, lo reclamaba el megáfono y la pancarta. Ya no está oficialmente al mando del partido que fundara con otros a los que terminó defenestrando, simplemente lo inspira y conduce. Cada vez tiene menos gente, pero, como cantaba Carlos Cano, el mecanismo tira p'alante de la manera más bonita y popular, una vez que la ideología se ha convertido y en sutil modus vivendi.

El chico inspira a dos muchachas que le guardan la viña con verdadero celo y afán. La dos son ministras porque a él se le puso allí donde cada uno quiera creer. Una es su pareja. La otra no, pero habla y lo defiende con la misma admiración y fe ciega que la primera. Dudo que él mismo vea en las que ha nombrado la talla de dos ministras, dada la que él mostró cuando fue vicepresidente. Ese trio es, con mucho, una de las razones del encanallamiento que vive la política en España. Una vez oficializado el diletantismo y la falta de preparación para estar en los sitios, unido esto a la barra libre para el insulto y la mentira, el resultado no puede ser otro que la vileza incrustada en la vida política, en las tertulias y los periódicos. De las llamadas redes sociales no sé nada, aunque sé que es mejor así. Tengo un amigo que asegura que cada vez que las transita le provocan pujo.

Este vaquero que se forjó en una cantina universitaria con aromas a bocadillo de panceta asada; este fámulo de las ideologías más perversas y destructivas, va por ahí amenazando a los de Pedro Sánchez

Cierto, es difícil en estos tiempos vivir sin que te lleguen los pensamientos más simples de tipos que uno quiere siempre tener lejos, cuanto más, mejor. No siempre es posible, claro. Este muchacho, que desde las ondas oficia cada semana junto a una exministra socialista y un exministro del PP, ambos tan amortizados como él mismo, ha vuelto a aparecer con las cartucheras cargadas, amenazante, como si fuera un personaje de la película Grupo Salvaje, de Sam Peckinpah. Sin la profundidad de Clint Eastwood o John Wayne, este vaquero que se forjó en una cantina universitaria con aromas a bocadillo de panceta asada; este fámulo de las ideologías más perversas y destructivas, va por ahí amenazando a los de Pedro Sánchez por haber aceptado el apoyo del PP y Vox, del PNV y del partido de Puigdemont, todos de su padre y su madre, pero de derechas al fin y al cabo.

Pues bien, este político viejuno instalado por fin en la casta de los que trabajan sin matarse, ha tenido a bien amenazar a sus socios de coalición a propósito de la ley del sí es sí. Hay que aceptar que el muchacho no tiene reparos en hablar y acusar a un gobierno del que fue vicepresidente. Se fue, es cierto, pero ahí siguen unas cuantas ministras que, como el jefe, discurren como si no estuvieran en el Gabinete ministerial. En realidad, no lo están. En realidad, y aunque el BOE esté ahí para quitarme la razón, nadie que no sea un paniaguado o crea en los Reyes Magos; nadie que no sea un apache convencido o un desinformado de libro, puede admitir que ser ministras de un Gobierno serio sea lo que vemos estos días por la televisión, bien hablando de la ley que excarcela a violadores y beneficia a abusadores y pederastas -ya van más de 700-, bien de la ley Trans o de la guerra de Ucrania.

Le urge parar la sangría, sin que sepamos si su prioridad es la sangría de las excrecencias humanas que salen de la cárcel antes de tiempo o los efectos que estas leyes están teniendo en las encuestas

Hoy martes veremos en el Congreso si todas esas amenazas que vierte el jefe de Podemos tienen algún fundamento. Sánchez no tiene más remedio que aceptar los votos de la derecha y la extrema derecha, ya que los votos de Otegi, de los independentistas y los de la extrema izquierda comunista no están por la labor. Le urge parar la sangría, sin que sepamos si su prioridad es la sangría de las excrecencias humanas que salen de la cárcel antes de tiempo o los efectos que estas leyes están teniendo en las encuestas. Tengo mis razonables dudas. Lo peor es que te ayude la derecha y que esa barbaridad legislativa la arreglen partidos con sentido común, haya pasado lo que ha pasado.

Este chico que tanto se aburre y ni siquiera es un mal periodista, reparte carnés de feminista y se los niega al PSOE. Y avisa: que tengan cuidado, a ver qué se encuentran el 8-M estos que pactan con el PP y Vox después de haber tenido que expulsar a un diputado por corrupto y putero. Que éste, lector, es el nivel. Que así van pasando los días camino de las próximas elecciones. ¿Puede ser peor? Desde luego. Aún está porque se cumpla el vaticinio de la compañera del jefe de los comunistas: pronto mandará en Podemos una mujer.

A ver qué les pasa a las socialistas en las manifestaciones de mañana. Y, también, a las promotoras del sí es sí cuando, no quiera la casualidad, se encuentren con una mujer que tiene a su violador en la calle

Deseando estamos unos cuantos. Mejor que nadie les recuerde que la mejor manera de salir del pozo es dejando de cavar. Que sigan, que sigan si los recambios van en la dirección que anuncian. Y atentos, a ver qué les pasa a las socialistas en las manifestaciones de mañana. Y, también, a las promotoras del sí es sí cuando, no quiera la casualidad, se encuentren con una mujer que tiene a su violador en la calle o su acosador a punto de irse de cañas con los amiguetes.

A ver qué les pasa, a ver, dice el muchacho que amenaza a todo aquel que crea que la política está fuera del aquelarre y la lujuria con que él la ha vivido siempre. Aún le quedan los restos de lo que fue, un puñado de incautos, incrédulos, desinformados y ultras que siguen las notas perdidas de un flautista a punto de provocar la risa fría de un payaso. Y no en el circo, precisamente.

Por lo demás, feliz 8-M a las mujeres de bien que luchan por la igualdad, por leyes justas y sensatas. Voten lo que voten.          

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