Creo que el actual presidente de EEUU ganó las elecciones presidenciales por dos razones. La primera, porque tenía en frente a un candidato en ejercicio de presidente que hizo todo lo que pudo para perderlas. Su éxito anterior se basó en combatir con mentiras a su opositora, la senadora Hillary Clinton que, además de mujer, partía con la desventaja de ser la mujer del otrora presidente Bill Clinton. En EEUU se pudo comprobar que se tienen más posibilidades por ser negro que por ser mujer. Barak Obama, que no era blanco, consiguió la presidencia y la revalidó con un segundo mandato. Tal vez su política posibilitó que millones de norteamericanos se sintieran huérfanos de representación si no pertenecían a cualquiera de las muchas minorías en las que Obama segregó su discurso y su política. Gracias al discurso hacia las minorías, un populista como Donald Trump consiguió arrastrar el voto del americano medio que se consideraba solo americano sin marcas que lo distinguiera de sus compatriotas.
La segunda razón que explica la victoria de Biden la sitúo en su cualidad de vidente. Ha sido tan certero en sus predicciones que merecería la pena que Iker Jiménez tratara ese fenómeno en cualquiera de sus programas televisivos. Mientras presuntos analistas de las estrategias militares fracasaban rotundamente días antes de que el presidente ruso, Vladimir Putin, invadiera Ucrania, afirmando, como lo hizo un jefe del Ejército de Tierra español, el coronel Baños, en la reserva, el pasado 24 de febrero, que “Rusia ni tiene la voluntad ni tienen los medios ni la capacidad económica para invadir ningún país”. Se equivocó el coronel y demostró que sus predicciones chocaron de frente contra la realidad. Putin no solo está invadiendo Ucrania, sino que está masacrando a la población civil.
Por el contrario, el pasado 17 de marzo de 2021, es decir, un año antes de que Putin diera la orden de invadir Ucrania, un periodista del canal de noticias ABC, le preguntó al presidente Biden si pensaba que el presidente Putin era “un asesino”. “Lo creo”, respondió Biden. Fueron muchos los que consideraron que Biden se había pasado varios pueblos calificando tan gruesamente a un presidente democrático. Por eso, la respuesta rusa no se hizo esperar. El presidente de la Duma estatal (cámara baja del parlamento ruso), Viacheslav Volodin, calificó las palabras del líder estadounidense sobre Putin como un insulto a los rusos y una "histeria" fruto de su "impotencia". "¡Putin es nuestro presidente, los ataques contra él son ataques contra nuestro país!", Escribió Volodin en su canal de Telegram.
Su autoritarismo está llegando tan lejos que ya ni siquiera permite que el lenguaje refleje la realidad. Mete en la cárcel a quienes osen llamar guerra a la guerra que mantiene en Ucrania
No se equivocó Biden. Un año después, Putin he hecho todo lo posible por acrecentar la fama de adivino del presidente de EEUU. No puede calificarse de otra manera el sufrimiento al que está sometiendo el presidente ruso a la población ucraniana, cuyo único delito consiste en querer vivir en un país independiente y soberano. Putin está demostrando que Rusia es formalmente una democracia, pero que el funcionamiento de la misma se asemeja perfectamente a lo que conocemos como dictadura. Su autoritarismo está llegando tan lejos que ya ni siquiera permite que el lenguaje refleje la realidad. Mete en la cárcel a quienes osen llamar guerra a la guerra que mantiene en Ucrania. Y bombardea a los ucranianos que no desean vivir bajo la égida de un déspota disfrazado de demócrata.
Biden lo vio primero. Aquí en España todavía existen ciegos que piensan que Rusia sigue siendo la Unión Soviética y que Putin merece ser defendido frente al ataque que sufre de manos de los imperialistas americanos y europeos. Algunos de esos ciegos están en el gobierno de España. Ellos no ven al Putin asesino que vio Biden. Ellos ven bien el sillón ministerial y por eso defienden su estatus antes que su conciencia. Si de verdad creyeran lo que dicen, ya hace una semana que hubieran dimitido de un Gobierno en el que comparten asiento y responsabilidad con otro partido, el PSOE, al que califican como “partido de guerra”. Claro que siempre existe la posibilidad de que el presidente del gobierno les recuerde a los defensores de Putin aquello de “llegó el comandante y mandó parar”. Si no dimiten, lo lógico sería cesarlos.