Por si alguno tenía dudas, el número uno de la lista de la candidatura de Catalunya en Comú-Podem lo ha dejado meridianamente claro: cree que un Tripartito entre ellos, los socialistas y Esquerra es la única alternativa real. Se levanta el telón.
Mamá, quiero ser President
Al final se ha producido algo que muchos anunciábamos hace días: el candidato Xavier Doménech, de en Comú-Podem, la marca de Podemos en Cataluña, ha declarado sin tapujos que propone un nuevo Tripartito después del 21-D. Es decir, no contempla la posibilidad de sumarse al bloque constitucional ni va a favorecer una presidencia encarnada en Inés Arrimadas. En esa aparente cuerda floja en la que se mueven los neo comunistas, Doménech asegura estar tanto en contra de las vías unilaterales como del 155. Sabedor de que los diputados que obtenga van a ser decisivos para mover el fiel de la balanza de un Parlament que se apunta claramente dividido, deja caer en el siempre abonado terreno del PSC el caramelo envenenado.
Tengamos en cuenta que Miquel Iceta ha dejado sentado por activa y por pasiva que quiere ser President. Como sea. El Primer Secretario socialista sabe muy bien que su partido se lo juega todo en estos comicios. Su futuro político, también. Iceta, que será cualquier cosa menos tonto, sabe que es imposible obtener unos resultados que le permitan poco más que salvar unos muebles que el PSC hace años se vendió a precio de saldo. Se tratan, pues, de unas elecciones salvavidas para él y los suyos. Doménech, que lleva en su mochila el recuerdo de las décadas pasadas en las que sus compañeros comunistas vivían de las migajas que les regalaban los social demócratas, ve llegado el momento de pasar cuentas y, de paso, afianzarse en el poder. Disponiendo de la alcaldía barcelonesa con una Ada Colau que aspira a todo, la estrategia pasa por formar parte decisiva del Govern a tres bandas, capitalizarlo, presentarse como el gran moderador y preparar así la plataforma que en realidad les interesa: el asalto a La Moncloa.
Esquerra es, quizás, el partido separatista que menos ganas tiene de que se proclame la independencia
La jugada incluye, claro está, a una Esquerra que desea alejarse como sea de la sombra de Carles Puigdemont y la ex convergencia, así como de los radicalismos de las CUP. Esquerra es, quizás, el partido separatista que menos ganas tiene de que se proclame la independencia. Se contentan con ser quienes corten el bacalao en la Cataluña post proceso. Aunque Marta Rovira se desgañite en los actos de campaña pidiendo la república catalana, todo eso ya forma parte del pasado. No la quieren ni los suyos, por no quererla no la quiere ni el mismo Oriol Junqueras. Sirve para el paripé electoral, pero, a partir del 22-D será un muñeco roto más para arrojar al desván de los recuerdos. Tiene plomo en las alas y nadie en su partido ni mucho menos en los demás la ve presidiendo la Generalitat.
Iceta ya ha hecho los guiños suficientes como para ganarse la confianza tanto de separatistas como de comunistas. A los primeros les ha dicho que habrá que pensar en el indulto a los encarcelados secesionistas y que apoya un referéndum pactado con el estado, dos cosas que sabe que ni él podría pedirlas ni están en la agenda de nadie; a los segundos les jura que no piensa apoyar a Arrimadas ni mucho menos a un gobierno en el que puedan tener algo que ver el PP y Albiol. El programa que no explica abiertamente Iceta, pero que se manifiesta en sus mensajes claramente tacticistas, está claro: quiere ser President basándose en la reedición de los Tripartitos que llevaron al poder a Maragall y Montilla.
Los electores socialistas deben saber a quién va a ir a parar su voto. No esperen cambiar la situación política. El estado mayor del PSC ya ha empezado a mantener contactos con personas de carácter, llamémoslo, independiente de cara a la formación de un Govern que contaría con republicanos y comunes, que se reservarían las consejerías más importantes – Economía, Interior, Gobernación, Vivienda, Obras Públicas y Territorio – quedándose los socialistas con las llamadas marías, a saber, Cultura, Servicios Sociales y demás. Con personas de perfil técnico y no del partido, ojo.
Cuentan también con poder situar en los cargos intermedios, de director general para abajo a gente, ahora sí, del PSC. El famoso know how que aportó a Colau el concejal Jaume Collboni que, por cierto, empieza a sonar como futuro Conseller de Cultura en ese Govern a tres bandas. Ante las protestas, tímidas y en la intimidad, eso sí, que han hecho llegar al candidato miembros de la vieja guardia del PSC, los llamados capitanes, Iceta les ha dejado muy clarito que es esto o acabar siendo un partido más que residual. El que se mueva no sale en la foto, siguiendo la vieja consigna guerrista.
Los votantes son siempre lo de menos
Hay que recordar lo que muchos votantes del PSC le dijeron a Pascual Maragall cuando este, medio presionado por Esquerra, medio impulsado por su propio egocentrismo, dijo que había que redactar un nuevo Estatut: no te hemos votado para esto. Tenían razón. El voto que llevó al desalojo del nacionalismo, solo en apariencia, del Palau de la Generalitat nacía justamente del deseo de cambiar, de airear la estancia, de que entrase el aire fresco. Pero el PSC siempre ha vivido con un tremendo complejo de inferioridad en el asunto catalán, lo que demuestra que, de izquierdas, poco, y dejó a la Esquerra de Carod Rovira que mantuviese en alto los pabellones emblemáticos de todo lo que en el pujolismo había sido marca de la casa. Con un toque de modernidad y mucho cinismo, los separatistas se quedaron con los medios de comunicación, cosa importantísima en este reino de orates que es la Cataluña nacionalista, permitiendo que elementos radicales estuvieran en la mesa del Consell Executiu. Tan fuerte fue la cosa que el primer Tripartit se rompió justamente por ahí, cuando el Conseller Joan Carretero, independentista, poco menos que insultó a Maragall en público. A Maragall su propio partido acabó por dejarlo de lado y el siguiente Govern fue presidido por José Montilla, pero tampoco se vio con el coraje político de frenar a separatistas y comunistas. Aún se recuerdan las cosas de Joan Saura, de Iniciativa, y Conseller de interior. Buena parte de la culpa respecto a lo que ha pasado con los Mossos se le debemos a este señor y a su precipitación, inexperiencia y partidismo en un terreno tan delicado como es el orden público.
De modo que ya sabemos de manera perfectamente descriptible lo que puede dar de sí la suma de socialistas acomplejados, comunistas resentidos e independentistas completamente locos: nada. Ignoro si eso le conviene o no al PSOE y a Pedro Sánchez de cara a unas futuras elecciones generales, que me parece que no, pero a quienes no nos conviene en modo alguno es a los catalanes que estamos hartos de vivir el día de la marmota como hámsteres dando vueltas y más vueltas en una rueda que no se detiene jamás, mientras los gobernantes viven a cuerpo de rey y sin ningún otro propósito que colocar a los suyos en cargos espléndidamente remunerados en un país que está en bancarrota.
Ahora que se habla tanto del voto útil, me remito a lo que ya dije aquí hace unos días: partidos constitucionales con garantías de cumplir y hacer cumplir nuestra Carta Magna y devolver la normalidad a la vida pública en Cataluña, solo veo a dos. El resto se mueve por sus intereses, legítimos en democracia, pero ajenos al que podamos tener cualquiera de nosotros, los de abajo, los que estamos ahogados por tanta mediocridad, tanta intolerancia, tanto aspaviento y tanta ruina económica y moral.
Habrá que tenerlo presentes a la hora de depositar el voto. Votar a Esquerra, a Junts per Catalunya o a las CUP tiene el destino que podemos imaginarnos; votar a los Comuns o al PSC puede tener un final peor, el de blanquear a Esquerra, socios hasta hace nada de Puigdemont, y encumbrarlos con la piel de cordero. Sépanlo los votantes del PSC de Cornellá, Montcada, Nou Barris, Sabadell o Terrassa. Ustedes no tienen nada que ver ni con el proceso ni con los lacitos amarillos ni con los vividores del independentismo, ustedes son gentes trabajadoras, de buena fe, merecedoras de un país limpio, justo y en orden. No digan que nadie se lo había advertido. Que estas gentes van a la suya y no a la de todos.