Es falso que fuera en 1933 la primera vez que las mujeres votaron en España. Tan mentira como que fuera durante la Segunda República cuando se reconocieron sus derechos políticos. Forma parte de la propaganda que se nos ha inoculado a los españoles desde hace décadas.
La primera vez fue en septiembre de 1926, en el plebiscito que convocó el dictador Primo de Rivera para ratificar su régimen. El voto se había concedido a las solteras mayores de edad en 1924 y 1925, con un censo de 1.729.793 mujeres votantes de un total de casi siete millones de electores. ¿Qué salió de aquel referéndum? Un sí rotundo a la dictadura. Y como participó un 40% del censo femenino, los diarios El Sol y El Socialista no perdieron el tiempo de culpar a las mujeres del triunfo del dictador.
¿Qué buscaba el dictador Primo de Rivera con la concesión del voto a las mujeres? Pues lo mismo que con la inclusión de socialistas de la UGT en la Organización Nacional Corporativa: ganarse adeptos, votos, voluntades. Por cierto, Victoria Kent, además de Largo Caballero, participaron en aquella estructura seudofascista. La gente del PSOE y aledaños pensaban entonces, no todos, que el feminismo era un “movimiento burgués” que desviaba el verdadero interés del proletariado: la liberación. Es más; no querían que las mujeres votaran porque las creían mentalmente débiles, susceptibles de depositar en la urna lo que el cura les dijera.
La realidad es que fueron los conservadores quieren llevaron a las Cortes en 1908 el sufragio de las mujeres, cosa que no defendieron la mayor parte de los republicanos
La derecha era distinta. El tradicionalista Vázquez de Mella -cuya calle quitaron en Madrid para dársela a Pedro Zerolo-, fue siempre un firme defensor del voto femenino. Fueron los conservadores quieren llevaron a las Cortes en 1908 el sufragio de las mujeres, cosa que no defendieron la mayor parte de los republicanos ni de los socialistas. El Debate, quizá el mejor periódico de la derecha hasta 1936, realizó campañas desde 1918 para la extensión del voto político al sexo femenino. ¿Por qué? No solo por una cuestión filosófica, sino también política, ya que eran conscientes de que el catolicismo social estaba muy arraigado entre las mujeres.
Así, llegados al 12 de abril de 1931, el gobierno Berenguer no cambió los Estatutos que permitían el voto femenino, pero sí retiró a las mujeres del censo electoral. Ese sí fue “el error Berenguer”, y no otro. De haber votado ellas es probable que no hubiera llegado la Segunda República.
Hoy, pasados 80 años de todo aquello, nos encontramos que las motivaciones son muy parecidas. El feminismo supremacista y socialista se ha aliado con el estatista para crear una red clientelar de adoctrinamiento en las aulas, cuotas obligatorias, listas cremallera en los partidos, lucha de géneros, lenguaje “inclusivo” y destructor, o discriminación legal del hombre, para compensar, dicen, la invisibilidad a la que se ha sometido a las mujeres durante la historia. No falta el vínculo entre el patriarcado y el capitalismo, y, por tanto, la referencia a su solución: el socialismo.
Las desigualdades a las que aluden, a aquellas que no proceden de la libertad personal, como la maternidad o la elección de estudios, se las combate aplicando la ley. Es decir, si hay peores condiciones salariales (la “brecha salarial”) o discriminación en el ascenso profesional por ser mujer (el “techo de cristal”), ahí están los tribunales de justicia. Porque en España la ley es igual para todos (eso dicen). Por cierto, la Inspección de Trabajo informa de que solo el 0,1% de las multas en 2017 fueron por trato desigual, lo que son 135 infracciones, por un porte de 772.000 euros.
Flaco favor le están haciendo al feminismo que busca la igualdad civil y política, la responsabilidad individual y la garantía del ejercicio de las libertades
En los dos últimos años, este feminismo, tomado al asalto por las izquierdas, se ha convertido en carne de cañón electoral. Ahora, el gobierno de Pedro Sánchez, en una manipulación más, retrasa la aprobación del decreto-ley sobre el permiso de paternidad para hacerlo coincidir con el 8-M. Este Ejecutivo se presentará este viernes, en otra ruborizante rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Ministros, como el gobierno más feminista de la historia, a diferencia, claro, de “las tres derechas de Colón”.
Lo harán para intentar ganarse el voto de las mujeres, esas mismas a las que todavía deben creer como hace un siglo: débiles para decidir por sí mismas, susceptibles de ser engañadas por cualquiera y necesitadas de un Estado paternalista. Flaco favor le hacen a la esencia primera del feminismo, aquel que buscaba la igualdad civil y política, la responsabilidad individual, y la garantía del ejercicio de las libertades.