Opinión

Wakanda presenta cartas credenciales al Rey

Ayer nos llegó la noticia de que el rey Felipe VI ha recibido las cartas credenciales del embajador de un supuesto estado palestino recientemente reconocido por el régimen de Pedro Sánchez.

Para que una entidad política se

Ayer nos llegó la noticia de que el rey Felipe VI ha recibido las cartas credenciales del embajador de un supuesto estado palestino recientemente reconocido por el régimen de Pedro Sánchez.

Para que una entidad política sea considerada un Estado, y el Jefe de otro que lo reconoce no pase por un bochorno insufrible, la Convención de Montevideo de 1933 estableció cuatro criterios fundamentales:

1. Población definida: los palestinos no saben decir quién sería nacional de ese “Estado”. ¿Los que viven en territorios controlados por la Autoridad Palestina? ¿Los de Gaza controlados por Hamás? ¿Los árabes de Jerusalén que ya han dicho en todas las encuestas que prefieren mil veces el DNI israelí? ¿Los árabes con nacionalidad israelí que no quieren ni locos ser nacionales de una violenta cleptocracia tercermundista que sólo reconocen sus pares en el mundo? ¿Los judíos que viven en los territorios que reclaman los promotores de ese estado (o para esos se propone limpieza étnica)? ¿Los descendientes en cuarta y quinta generación de los desplazados por la guerra de 1948 que, como si fueran prusianos orientales, no tienen intención alguna volver a la tierra de sus antepasados?

2. Territorio definido:  Esta es fácil. No hay fronteras definidas ni aceptadas por ninguna de las partes. Y, mucho menos, control del supuesto Estado sobre el territorio que comprenden. Ni siquiera tiene soberanía sobre la que dicen es su capital, y que ya lo es de otro Estado.

¿Qué mejor que abanderar internacionalmente el reconocimiento de un Estado que no existe y no es más real que Narnia, Neverland o Sildavia?

3. Gobierno: esta es buena. A falta de un gobierno, tienen dos, en dos territorios diferentes. Que no se reconocen el uno al otro. Mas múltiples facciones armadas. Algunos de estos “gobiernos”  están en manos de satánicos asesinos salvajes y otros simplemente de barbaros terroristas. Y, además, se matan entre ellos. Nadie les ha votado en décadas. El “gobierno” de este “Estado” no es más que un montón de bandas de corruptos compulsivos que, con los miles de millones recibidos durante generaciones, no han sido capaces de crear ningún tipo de institución nacional que pudiera hacer viable ese estadito.

4. Capacidad de entrar en relaciones internacionales: Para ello, ese Estado debería ser ampliamente reconocido. En los acuerdos de Oslo se definió claramente sobre qué base se podría llegar a establecer un estado palestino. Tres eran las condiciones: una, que se alcanzara como resultado de la negociación directa entre Israel y palestinos; dos, que esas negociaciones estuvieran amparadas por el conjunto de la comunidad internacional; tres, que se tuvieran en consideración las necesidades de seguridad del Estado Israel. Así visto, desde hacía décadas no habíamos estado tan lejos de que los palestinos tuvieran, y mucho menos merecieran, un estado.

Y aquí es donde entra en juego Pedro Sánchez. Porque en su afán de convertirse en adalid de las peores causas, y dado que apoyar a las dictaduras de Venezuela o China se le queda chico, ha decidido de un plumazo resolver un conflicto enquistado de raíces centenarias. Para ello, ¿qué mejor que abanderar internacionalmente el reconocimiento de un Estado que no existe y no es más real que Narnia, Neverland o Sildavia? Pues eso: el Rey de España recibió ayer las cartas credenciales del embajador de Wakanda.

Sinceramente, todos sabemos que a Sánchez los palestinos le importan una higa, como el resto de las causas que abraza. Y el lugar de paria internacional en el que coloca a España por ello le trae al fresco. En su decisión sólo influyen su inabarcable y narcisista afán de notoriedad, una demostrada frivolidad e inmadurez en los graves asuntos de la alta diplomacia, una permanente huida hacia adelante, lanzando campañitas y cortinas de humo para confundir al personal y una patológica necesidad de alinearse, siempre, con el lado incorrecto. Pues nada, ahora que ya ha solucionado el problema, a otra cosa.

Como todo lo que hace el felón, lo acabaremos pagando.

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