Quisiera romper una lanza en favor de la señora Yolanda Díaz, tan vituperada por toda la gente que madruga a diario para enfrentarse a una durísima jornada de trabajo por un sueldo que apenas le permite sobrevivir. Esta gente trabajadora, pero resentida y adoctrinada por la extrema derecha, ignora que Díaz está en su despacho partiéndose la cara por defender los derechos de ellas, ellos y elles, lidiando con monstruos cefalópodos oligarcas, abominaciones reptantes liberales o deidades oscuras ávidas de sangre comunista llegadas de otras dimensiones.
Díaz ha dicho que se fue a dormir tarde, se levantó temprano y tuvo, aun y así, que trabajar todo el día. A los tontos útiles del capitalismo esto puede parecerles un insulto a su inteligencia, pero no hay que quedarse con la tapa del libro, hay que leerlo para poder juzgarlo. Porque un día de Yolanda no es como el de usted, mecánico de automóviles, o el de usted, sufrida empleada de hogar, o el de usted, médico de la sanidad pública, o el de usted, policía que dobla turnos porque no hay personal, o el de usted, juez, o usted, administrativo, o usted, profesor, o usted, militar, o usted, parado y arruinado. Sus días son de veinticuatro horas mientras que los de Yoli son eternos, plagados de épicas batallas, de duros combates, de homéricos discursos. No puede usted, traidor a la clase obrera que vota a la derechona fascista y retrógrada que no admite los enormes logros de este Gobierno, pretender compararse a Yolanda, a Ione Belarra o ya no digamos a Irene Montero.
Su estrés es el de la Matria mientras que el suyo es pequeño, insignificante, egoísta y liberaloide. Usted se preocupa por no poder pagar la brutal factura de la luz, por no llegar a final de mes y tener que estirar la cesta de la compra hasta extremos casi de posguerra, a pasar el invierno con la ropa de hace uno, dos, tres, cuatro años, a salir a tomarse una cerveza con cuentagotas, a tenerse que ir a vivir a una hora y media de su trabajo por no encontrar viviendas asequibles a sus bolsillos.
Su estrés es el de la Matria mientras que el suyo es pequeño, insignificante, egoísta y liberaloide
Usted, alma rencorosa, no comprende que si Yoli tiene ahora un armario repleto de ropa carísima de marca es porque ella representa a la clase obrera; que si Irene Montero vive en una mansión lujosa con piscina, chófer y servicio es porque ella tan solo está ahí de paso y lo que cuenta es su obra y no su circunstancia, como se dijo en su día del lujo asiático del que disfrutaba Stalin en el Kremlin; usted no tiene la generosidad suficiente para entender que Mónica García, médico y madre, no lo olviden, viva en un suntuoso ático que tiene como panorámica El Retiro porque es lo menos que puede dársele a quien a diario se bate el cobre ante la oprobiosa innombrable liberal madrileña. Sus preocupaciones abarcan a toda la humanidad; las suyas, miserable, son de pequeño burgués.
En suma, solo hay que ver la lista de cosas chulísimas que están haciendo todas estas compañeras del alma para entender que criticar su estrés, su modo de vida o su eficacia es machista, heteropatriarcal, fascista, xenófobo, ignífugo, agorafóbico, sucedáneo, liofilizado y estrábico. Que no me entere yo que vuelve nadie a criticar el estrés de mi Mari Yoli, que bastante tiene la pobre como para afearle la conducta. Jolín, tía, que es super fuerte, tía. Y griten todos conmigo ¡vivan los unicornios comunistas, vivan los Pecés de colores, vivan las tartas a la ministra! Ea.