No conformes con haber aprobado -de extraña manera– un decreto-ley –una práctica impropia de una democracia seria– que solo puede empeorar la creación de empleo –nuestro gran drama social- el gobierno vuelve a encarecer el salario mínimo.
El salario mínimo no es otra cosa que un obstáculo más -entre otros muchos- para encontrar trabajo, cuyo aumento, en un país como España líder en desempleo, es simplemente un completo desatino. O lo que es peor, una apuesta más para no dejar de liderar tan siniestro ranking. Un salario mínimo deja fuera del empleo a quienes el valor económico de su desempeño laboral no puede ser pagado por el mercado, constituido fundamentalmente por los consumidores de mas baja renta. Se trata de un perverso circulo vicioso, pues el salario mínimo crea una barrera de entrada al empleo a quienes, poseyendo una baja cualificación, no pueden aportar otro valor añadido que un coste laboral competitivo. El Estado secuestra así ilegítimamente la libertad individual de quienes, aún con escasos atributos profesionales, están dispuestos a buscarse la vida y a no depender de los demás. Quizás porque ello pondría en cuestión la ideología progresista que tiene por finalidad aumentar la población dependiente del Estado y el salario mínimo es una vía segura para ello.
Como los progresistas que patrocinan el salario mínimo no esgrimen –como es natural en quienes son enemigos declarados de los datos– referencias comparativas y la opinión pública parece más interesada en como se aprueban –si con consenso o sin él– este tipo de medidas que en la valoración crítica del contenido de las mismas, bueno será sacar a relucir algunas verdades, antes de la subida:
- Sólo cinco países significativos europeos –Alemania, Francia, Holanda, Bélgica e Irlanda– además de España tienen salario mínimo.
- Siete no lo tienen: Italia, Suecia, Suiza, Austria, Noruega, Dinamarca y Finlandia.
- El salario mínimo de España es el sexto mas elevado de Europa, mientras que nuestra renta per cápita es la decimosexta.
- Junto con Francia, España es líder europeo del salario mínimo como % de la renta per cápita, superando ambos el 50% frente a Holanda 38% e Irlanda 23%.
- Con la excepción de Luxemburgo y Lituania, España es el país europeo que más ha aumentado el salario mínimo desde 2012, mientras duplicaba el desempleo de la UE.
- La tasa de empleo –trabajadores frente a personas en edad de trabajar– de España es la más baja -junto con Italia- de Europa: frente a tasas próximas o superiores al 60% de los países más ricos –porque hay mas gente trabajando- en España se sitúa sistemáticamente por debajo del 50%.
- Aun consabido, hay que recordar que incluso en plena euforia gubernamental por la reciente creación de empleo, España sigue duplicando el desempleo de Europa.
- Entre los países europeos con salario mínimo, España y Francia -también Italia– están a la cola de la tasa de empleo de Europa mientras encabezan la divergencia en renta per cápita con la media de la UE.
En presencia de estos datos, un gobierno serio y responsable no solo no habría aumentado el salario mínimo, sino que debería dejarlo en suspenso hasta que la tasa de empleo y el nivel de desempleo se situaran al menos en la media europea. En todo caso, y mientras el Gobierno no siente la cabeza y siga fiándose de su pensamiento mágico al margen de toda realidad, habría que preguntarle: si es bueno subir el salario mínimo ¿por qué no lo suben mucho más?
El sostén ideológico de esta aspiración social lo proporcionó Eva Perón, con su famosa frase: “Toda necesidad social es un derecho”. Desde que la pronunciara, Argentina ha ido cuesta abajo, junto con la materialización de los mismos; porque una cosa es “predicar y otra dar trigo”.
Nuestros progresistas defienden los intereses de los trabajadores “ricos” frente a los “pobres”; es decir, un hipócrita mundo al revés
El vergonzoso liderazgo español del desempleo, está sustentando en derechos “peronistas” que con la excusa de beneficiar a todos los trabajadores expulsan del mercado a los más débiles mientras consolidan el estatus de los empleados en los sectores más protegidos de la competencia -sector público y empresas ajenas a la competencia internacional-, lo que conlleva a la paradoja de que nuestros progresistas defienden los intereses de los trabajadores “ricos” frente a los “pobres”; es decir, un hipócrita mundo al revés.
Son tan evidentes las razones dadas, que insistir en subidas del SMI incompatibles con la productividad del trabajo y desmontar demostradas –aun limitadas–virtudes de la reforma laboral de Rajoy solo se pueden justificar por anacrónicas razones ideológicas tan bien descritas por el profesor Huerta Soto: “El socialismo se debe definir como todo sistema de agresión institucional y sistemática contra el libre ejercicio de la función empresarial” y consecuentemente de la creación de riqueza y empleo
Sólo que los países que más lejos han llegado en este ejercicio socialista siempre han logrado resultados deplorables. Por cierto, los países escandinavos están muy lejos de esta definición más propia del sur de Europa y los países iberoamericanos. Y así les va.