En las entrañas de Podemos hay cada día más movimiento. El secretario general Pablo Iglesias intenta apagar la llama de las polémicas, después del batacazo electoral del pasado domingo. Pero sabe que las aguas del partido están revueltas. El partido morado prevé una caída de los ingresos públicos y entrar en el Ejecutivo sería un balón de oxígeno. Sobre todo de cara a un congreso de Vistalegre III adelantado, que gana enteros tras la fuerte caída en votos en las generales y autonómicas.
Todas las miradas están puestas en ese nuevo cónclave. Sobre Iglesias pesa la gestión del último lustro, como algunas esperanzas frustradas y muchas defecciones y traiciones. La última, la de Íñigo Errejón y Manuela Carmena, que pone en peligro la supervivencia de la formación morada. Aún más ahora que el ex dirigente de Podemos trabaja para crear un gran partido nacional aliado con marcas regionales como Compromís y parte de Equo.
La campaña electoral de las autonómicas ha sido un “colosal fracaso”, acusan varias voces del sector crítico. Se trata de dirigentes territoriales activos en el País Vasco, Andalucía, Asturias y Castilla-La Mancha, entre otras regiones. Para esos miembros de Podemos la dirección nacional “no asume responsabilidades” y sigue cerrada en la lógica de “trinchera”.
Evitar polémicas como la de Amancio Ortega
“El resultado de las autonómicas es significativo sobre todo si miramos a Madrid. Aquí se ha demostrado que hay un Podemos que sube, que es el del pacto al estilo Errejón, y otro que baja, que es el del enfrentamiento, del frentismo y de las polémicas como las de Amancio Ortega. Esto es lo que pide nuestro electorado”, reflexionan fuentes del sector crítico con Iglesias.
El sector pablista contesta que Iglesias demostró su indispensabilidad con la remontada de las elecciones generales. En esas elecciones el partido morado superó el 14% de votos, mientras que en las autonómicas rozó el 10%. La cúpula madrileña achaca la caída del 28-M al trabajo de los dirigentes locales, pero el fantasma del congreso recorre el partido, y la mejor opción para Iglesias es llegar a él en posición de fuerza.
Acercamiento de Garzón
De aquí la voluntad del secretario de entrar en el Ejecutivo a toda costa. Aunque sea en posición “modesta”, tal y como afirmó el lunes, cuando también reprochó la “división” que hay que leerla tanto en clave externa como interna. El líder de IU, Alberto Garzón, hizo la misma lectura, lo que según algunos ambientes de ese partido demostraría la voluntad del coordinador nacional que buscar una fusión con Podemos. Según estos sectores, Iglesias ve con buenos ojos esa operación, ya que le reforzaría en caso de un congreso adelantado.
Pero sobre el pacto con Sánchez, los críticos activos sobre todo fuera de la capital advierten: lo aprobarán solo a cambio de “ministerios de peso” y rechazarán operaciones cosméticas que resulten útiles solo al secretario y su núcleo duro a tapar los agujeros. O sea, que empiezan a resonar los tambores de guerra interna.
"Nueva Izquierda Unida"
De hecho, entre esos dirigentes se multiplican los contactos y va perfilándose una corriente de oposición a Iglesias. Está en fase embrionaria, pero desde semanas hay movimientos en este sentido si bien se decidió mantenerlos latentes por la fase electoral. Esa corriente quiere hablar de proyecto político más que de personas. Y tiene un pilar: dejar al lado la retórica beligerante y frentista esgrimida por Iglesias y replantear la relación de fuerzas con el nuevo partido de Errejón.
Se trata de buscar una tercera vía entre los anticapitalistas y los pablistas. Una opción que rechace la maniobra de Errejón, pero no la totalidad de sus tesis. Y que por supuesto ponga sobre la mesa la cuestión del liderazgo. En definitiva un proyecto que recupere la idea de transversalidad en el marco de una especie de podemismo con rostro humano.
Los críticos consideran que el proyecto de Errejón es menos fuerte de lo que el candidato de Más Madrid hace creer. Pero remarcan que Podemos debe recuperar el “espíritu” del 2015 para no dejarle todo el “espacio del cambio”. En definitiva, evitar la “deriva” que en su opinión está empujando a Podemos a convertirse en la “nueva Izquierda Unida”.