Consumada la función de las cinco horas con Calvo (Carmen), y casi sentenciada la posibilidad de un acuerdo de izquierdas, entramos en la fase final del esperpento. Estamos a dos semanas de que el Rey disuelva de nuevo las Cortes y nos vayamos a las cuartas elecciones generales en cuatro años. Un ritmo frenético e italiano.
A estas alturas del disparate, en la quiniela política tan sólo hay tres certezas y una gran duda. Las apuestas fijas son claras: Sánchez no quiere pactar con Podemos, Sánchez ganará las elecciones y Sánchez hará cualquier cosa para seguir en el poder. Quienes comparten estos días los almuerzos que el hiperactivo Iván Redondo convoca en Moncloa, vuelven al tráfico intenso de la carretera de la Coruña con la misma impresión que salió Revilla, tras compartir manteles con el presidente en funciones en Santander: vamos a elecciones.
"El año que viene será muy jodido, con la economía en el precipicio, la deuda desbordada, el desempleo en alza, Cataluña quizás incandescente, el PP en fase de recomposición y Podemos en clave de incógnita", apuntan fuentes de Presidencia. "Hay que ir a las urnas ya, ahora, en noviembre, dejarlo para más adelante sería suicida". Nada de acuerdos con Iglesias, nada de gobernar con apoyo morado, nada de investiduras.
Los asesores de Sánchez dibujan un panorama para después del 10-N tan plácido y estimulante como una teleserie americana de sobremesa. Podemos perderá una veintena de escaños, Ciudadanos, otros tantos y el PP se habrá recuperado, pero no tanto como para inquietar. El PSOE incluso podría llegar a los 140. Cifra estimable que abre las puertas a un posible gobierno monocolor, el cielo según don Pedro. "¿Hay algo más hermoso que las urnas?", comentaba en una cena estival y playera un destacado dirigente del PSOE. "Cualquier cosa es mejor que someterse al chulito de Podemos", añadía.
"No seguirá siendo no"
Tras los ineludibles comicios, volverán entonces las inevitables presiones para gobernar. Y volverán sobre Pablo Casado, que habrá salido fortalecido de la cita electoral. Sánchez lo intentó tras el 28-A, pero sin demasiado empeño. Y metía en el mismo paquete a PP y Cs, Ahora, no. Ahora le tocará mojarse al primer partido de la oposición.
El bipartidismo, qué gran invento. El PP estará obligado al mismo ejercicio 'patriótico' o de 'humillación', según a quien se escuche, que en su momento practicaron los barones socialistas en pro de la investidura de Rajoy. "Al PP le tocará hacer el gesto". Se le pedirá algo más que unos escaños para la investidura. La sentencia del 'procés', la agitación amarilla, la neurosis del Brexit, el tsunami económico... argumentos para Sánchez. En Génova ya se ha hablado sobre ese escenario y hay opiniones para todos los gustos. Prima, de momento, el criterio de Teo García Egea: "No es no y seguirá siéndolo". Otras voces son más sutiles. Feijóo y Maroto, por ejemplo, se manejan por parámetros más flexibles. Entraremos de nuevo en el bucle postelectoral con un cambio de pareja: "Con Casado, sí", se escuchará en Ferraz.
La gran sorpresa
Un factor descontrolado puede arrasar con todos estos planes y hasta forzar que Iván se meriende sus cuartillas. ¿Y si Iglesias cede?. Este viernes en Moncloa, durante el pincho de tortilla del Consejo de ministros, no se hablaba de otra cosa. ¿Y si al final, el líder morado se marca una pirueta, al estilo las 'políticas de empleo' que reclamó, sorprendentemente, en la anterior investidura?
Iglesias entregaría sus votos a Sánchez en el último minuto, sin pedir nada a cambio. Ni agencia Efe, ni Paradores, ni la T4. Sin trueques ni componendas. Consumada la investidura, Podemos se convertiría en el más fiero opositor del nuevo Gobierno. "Le dificultaría su acción de gobierno", en palabras de una dirigente de las mareas gallegas. Ni un minuto de respiro, ni una concesión. Ni presupuestos, ni leyes, ni proyectos. "Con 123 escaños y sólo con el apoyo del de las anchoas y el del tractor, Iglesias nos tendría pillados por donde duele", advierte un alto cargo socialista. El desastre. Patada al tablero y elecciones en año y medio, con Sánchez amortizado y el PSOE desgastado.
El enfado de Zarzuela
Todo es posible en esta fase del pulso desabrido y estéril que protagonizan los gallitos de la izquierda. Incluso ese bandazo inesperado y letal que dicen que rumian los de Iglesias. Tanto, que Sánchez elabora ya su antídoto. Hará 'un Rajoy'. No irá a la investidura salvo que Podemos le firme un acuerdo de gobernabilidad por cuatro años, con Presupuestos incluidos. Una cláusula de salvaguarda impensable. Si Iglesias no firma, el líder del PSOE declinaría ser candidato a la investidura. "Preferiría no hacerlo", le respondería al Rey en la ronda de consultas.
En Zarzuela se intenta disimular un cierto cabreo ante este panorama. La estrategia de Sánchez de apurar los tiempos para fingir que negocia, ha dejado al Rey sin apenas margen de maniobra. Tendrá que convocar la obligada ronda de consultas casi en el límite. Sería el 16 y 17 para que el pleno de investidura se celebre el 18 y 19 y el sábado 21 la segunda y definitiva votación. El 23, disolución del Parlamento si no hay entente.
El papel de la Corona queda desdibujado, como un mero trámite administrativo. Sin contar que la posible jugarreta de Iglesias puede desembocar en una situación incómoda, que obligue al Rey a ir más allá de lo que corresponde. "Lo mejor es encontrar una solución antes de ir a elecciones", aconsejó don Felipe en el posado estival. Y si no la encuentran, porque no la han buscado, "también hay una solución centro de los cauces constitucionales". O sea, las urnas.