Josep Lluís Trapero tiene apariencia de dandi. De los que, copa de whisky en mano y mirada perdida, parecen impermeables a su entorno a simple vista, pero conocen la bajeza en varias tonalidades. Se diría que es el mozo de Escuadra más parecido a Jacques Brel. Cuenta el sabio de la música popular Julián Ruiz que el cantautor belga compuso su celebérrima Ne me quitte pas para tratar de plasmar sobre un papel el sentimiento de culpa que le asaltó cuando se escondió de su amante 'Zizou', al quedarse embarazada. Entonces, se refugió en su mujer, Therese Michielsen, 'Miche', quien hizo oídos sordos para no percibir los murmullos que advertían de que su marido había mantenido esposa y querida con la destreza y la frialdad de quienes acostumbran a jugar con dos barajas.
En apariencia, Trapero podría pasar por un Brel catalán. Moreno, espigado, de gesto adusto y, hasta hace no mucho, fumador empedernido. Cuenta Mayka Navarro que este policía dejó el vicio del cigarrillo tras una visita de urgencia al dentista, en 2015, y que se mantuvo apartado de los malos humos hasta el pasado verano. Este hijo de Santa Coloma de Gramanet, ciudad de 'charnegos', como él (José Luis), nunca se ha significado como independentista, aunque es obvio que ha sido relacionado con la maquinaria que la Generalitat quiso utilizar para romper España por el noreste. Fueron unos años complejos, confusos y frenéticos en los que aquella bola creció y a Trapero le pilló cerca de su núcleo. Si ayudó a moverla o le atropelló, es otro cantar que deberá resolver la Audiencia Nacional.
Ante el juez Marchena, ha querido desmarcarse de las acciones subversivas realizadas por el Gobierno de Puigdemont durante el otoño de 2017 e incluso la ha emprendido contra el exconsejero de Interior, Joaquim Forn, a quien se ha referido como irresponsable por tomar decisiones que podrían haber conducido a Cataluña, como poco, a un domingo sangriento (bloody sunday) a la norirlandesa. Según su versión, tanto él como Jordi Jané -predecesor de Forn- estaban incómodos con la deriva política de esta comunidad autónoma y con las declaraciones del propio Forn, que únicamente contribuían a avivar el incendio.
La pregunta que se plantea es si dice la verdad y, por tanto, los Mozos -y su cuadro de mando- se emplearon con diligencia y no se dejaron llevar por directrices políticas ni consideraciones ideológicas; o si, por el contrario, Trapero ha actuado ante el Alto Tribunal con el mismo estilo de Jacques Brel. Es decir, si al observar a su amante embarazada y, en apuros, como el independentismo, ha decidido renegar de los pecados cometidos por un amor loco de verano para volver al calor del hogar. Al lado de los 'charnegos', como dicen quienes, con carácter de cateto vanidoso, tratan de establecer diferencias entre quienes nacieron lejos de lo que ellos consideran su Arcadia.
El nuevo traidor
En un momento en el que el independentismo se encuentra condicionado por las fricciones entre sus diferentes facciones; y en el que el juicio del 'procés' se ha convertido en una especie de prueba de fidelidad a la causa, Trapero se ha descolgado de 'la verdad' del exGovern y ha retratado a Forn. Quizá eso le sitúe en tierra de traidores, como a Santi Vila, quien en 2017 recibió de Carles Puigdemont el encargo de pactar con Moncloa, lo cumplió, pero que ahora es considerado por los suyos como 'el Judas' del independentismo. Al contrario que el ex molt honorable president, quien dejó tirado a Vila y al resto de los acusados, puso pies en polvorosa y se estableció en una mansión. Y quien ha sido elevado a la categoría de héroe por sus acólitos. Incomprensible.
De la jornada de este jueves merece también una especial mención la astucia de perro viejo del fiscal Javier Zaragoza, quien consiguió que Trapero reconociera algo fundamental: que los máximos dirigentes de la Generalitat, acusados de rebelión, fueron informados antes del 1-O de la posibilidad de que ese día se produjeran actos violentos. Con suma torpeza, el abogado de la acusación popular Javier Ortega-Smith (Vox) no se lo preguntó durante su interrogatorio.
Antes de la comida, alrededor de las 14.00 horas, el fiscal se lo preguntó, pero el abogado de Forn, Xavier Melero, consideró que la cuestión era improcedente, dado que no había sido formulada previamente por la acusación popular. A las 16.00 horas, tras la pausa para almorzar y deliberar, Marchena prohibió hacer referencia a ese tema y cerró la puerta a Zaragoza. Pero éste se coló por la ventana y Trapero cantó. Y en Waterloo se escuchó un portazo. “Des mots insensés/ Que tu comprendras (…) / Ne me quitte pas”.