Después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, empezase a promocionar públicamente un medicamento contra la malaria como uno de los mejores tratamientos contra la Covid-19, el fármaco conocido como hidroxicloriquina comenzó a protagonizar titulares por todo el mundo.
De hecho, el éxito de este medicamento ha sido tal que muchas compañías farmacéuticas han tenido que aumentar su producción, ya que era un fármaco en desuso. Se estima que el Gobierno de España, por ejemplo, se ha hecho con cerca de 400.000 dosis de hidroxicloriquina, y en muchos hospitales españoles está considerado como el tratamiento de referencia, según ha podido confirmar Vozpópuli a través de fuentes médicas. Hace unos pocos días, la farmacéutica Novartis también hacía una donación masiva de este medicamento para los centros sanitarios españoles.
No obstante, en las últimas semanas cada vez más sectores de la comunidad médica y científica han comenzado a poner en duda la efectividad de este medicamento. No sólo por la falta de evidencia que demuestre que realmente funciona para curar la Covid-19, sino porque, de acuerdo con varios estudios publicados en los últimos días, tomarlo en altas dosis puede llegar a ser peligroso.
¿Cómo se hizo famoso?
Cuando salió a la luz, fue una revolución: un fármaco barato, fácil de conseguir que lograba acortar la enfermedad y mejorar el pronóstico de los pacientes que lo usaban. Este medicamento surgió en los años 50 como un remedio contra la malaria, aunque actualmente se usa ante todo como un tratamiento contra la artritis. Debido a su antigüedad, ya cuenta con muchas versiones genéricas y de hecho, uno de sus principales productores es la farmacéutica israelí Teva, el mayor fabricante de genéricos del mundo.
La fama que ha adquirido se debe a varios estudios científicos, y no sólo a los desmanes del presidente norteamericano en su perfil de Twitter, donde ha calificado el tratamiento con hidroxicloriquina como “revolucionario”.
HYDROXYCHLOROQUINE & AZITHROMYCIN, taken together, have a real chance to be one of the biggest game changers in the history of medicine. The FDA has moved mountains - Thank You! Hopefully they will BOTH (H works better with A, International Journal of Antimicrobial Agents).....
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) March 21, 2020
De hecho, el mes pasado la Administración de Medicamentos y Productos Sanitarios de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) concedió una aprobación de emergencia para este fármaco, que permitía que los hospitales norteamericanos usar cloriquina e hidroxicloriquina -ambas son el mismo principio activo, aunque la hidroxicloriquina está considerada como la versión mejorada- de la reserva nacional.
Las primeras noticias sobre la supuesta efectividad de este medicamento llegaron desde China, donde un grupo de investigadores testó su eficiencia en un centenar de pacientes. Según establecieron en sus resultados, el fármaco tenía la capacidad de bloquear con bastante efectividad la infección causada por la Covid-19.
No obstante, no fueron los responsables de que la hidroxicloriquina llegase a oídos de Trump. El culpable fue Didier Raoult, un virólogo francés miembro del consejo científico que asesora al presidente galo, Enmanuel Macron, en su gestión de la pandemia.
Raoult dirigió un estudio publicado el pasado 20 de marzo en una prestigiosa revista científica en el que anunciaba la suma de hidroxicloriquina junto con otro antibiótico como la mejor forma de acabar con el coronavirus. Este estudio no llegó a ser revisado por otros científicos, ya que su publicación fue muy rápida. No obstante, sus resultados corrieron como la pólvora.
Puede aumentar la mortalidad
Ahora, varios estudios científicos ponen en duda que la cloriquina sea realmente la solución a la Covid-19. No sólo por su falta de efectividad, sino porque existen evidencias de que su uso puede llegar a implicar complicaciones cardíacas severas e incluso empeorar el diagnóstico de los pacientes. Incluso la Agencia Española del Medicamento (AEMPS) ha advertido sobre este último punto este mismo miércoles.
De acuerdo con un informe publicado este martes por la Administración de Salud de Veteranos de Estados Unidos junto a la Universidad de Carolina del Sur, en el que participaron al menos 368 pacientes, el uso de dosis altas de hidroxicloriquina provocó un aumento de la tasa de mortalidad entre los enfermos de Covid-19. Los 97 pacientes que tomaron hidroxicloroquina tuvieron una tasa de mortalidad del 27,8%, frente a los 158 pacientes que no tomaron el medicamento y cuya tasa de mortalidad fue del 11,4%.
Por otro lado, no encontraron ninguna evidencia de que al tomar este medicamento los pacientes mejorasen desde el punto de vista respiratorio, ya que ninguno de ellos dejó de necesitar un respirador artificial mientras recibió el tratamiento. “En este estudio, no encontramos evidencia de que el uso de hidroxicloroquina, con o sin azitromicina, redujera el riesgo de ventilación mecánica en pacientes hospitalizados con Covid-19”, escribieron los autores del informe este pasado martes, que todavía tiene que verificarse.
Aumenta el riesgo de dificultades cardíacas
Otro estudio francés ha determinado no sólo que el medicamento es muy poco efectivo, si no que además, los pacientes que toman hidroxicloriquina empezaron a presentar dificultades cardíacas severas. Al menos ocho pacientes tuvieron que dejar de tomarlo. Desarrollar arritmias es uno de los efectos secundarios más conocidos de este medicamento, que puede ser mortal en un enfermo de Covid-19.
De hecho, hace poco se tuvo que detener un ensayo clínico en Brasil después de que varios pacientes desarrollaran frecuencias cardíacas irregulares que aumentaron su riesgo de arritmia potencialmente mortal. En el estudio participaban 81 pacientes, que fueron divididos en dos grupos: la mitad recibieron una dosis de unos 450 mg de cloriquina, durante cinco días, mientras que la otra mitad fueron recetados con una dosis de 600 mg durante diez días.
Después de apenas tres días, los investigadores comenzaron a detectar riesgo de arritmias graves entre los pacientes que tomaban la dosis más alta. Después de una semana, 11 pacientes perdieron la vida, por lo que se optó por el cese inmediato del ensayo.