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El año en el que la industria del tabaco quiso convertirse en Apple

El tabaco tradicional deja paso a los vapeadores, el tabaco calentado y los cigarrillos electrónicos, dispositivos supuestamente más seguros pero que han generado una controversia sin precedentes 

Las grandes tabaqueras ya no quieren que se les relacione con nada que implique un mechero. O para ser más exactos, humo. Y pulmones negros, dientes amarillos y olor que no se va de la ropa. Desde hace unos pocos años, la industria del tabaco quiere convertirse en el nuevo Apple.

El sector se encuentra a día de hoy ante la mayor transformación de su historia. Cansadas de ser relacionadas con un producto tremendamente dañino para la salud y estar en el punto de mira de las autoridades sanitarias, gigantes del sector como Phillip Morris, British American Tobacco, Japan Tobacco International o Altadis quieren 'limpiar' el negocio al que llevan años dedicados.

¿Cómo? Apostando por el último grito en tecnología: el siempre controvertido cigarrillo electrónico. Durante los últimos cinco años, las grandes tabaqueras han comenzado a invertir ingentes cantidades de dinero para desarrollar los que se conocen dentro del sector como "productos de riesgo reducido" o lo que es lo mismo, productos sin humo.

En España, 2019 ha sido sin duda alguna el año en el que el cigarrillo electrónico ha aterrizado con fuerza

La irrupción de los vapeadores y los cigarrillos electrónicos en la industria ha marcado un antes y un después. Esta nueva forma de vender productos a los fumadores, que se presentan por algunas empresas como una alternativa al tabaco o incluso una forma de dejar de fumar, se han convertido en la nueva gran oportunidad para el sector. En España, 2019 ha sido sin duda alguna el año en el que el cigarrillo electrónico ha aterrizado con fuerza.

Como consecuencia, han abierto el debate en nuestro país sobre su seguridad, sus implicaciones para la salud y su regulación, ya que tanto el Ministerio de Sanidad como la mayor parte de la comunidad médica no sólo no respaldan la versión de que son un 95% más seguros, sino que desaconsejan por completo su uso, igual que con el tabaco.

¿Son seguros o no?

No obstante, a nivel internacional -y a nivel social en nuestro país- sí que se ha generado un debate que enfrenta a la comunidad científica. Cada semana salen a la luz estudios que condenan y exoneran a este tipo de productos a partes iguales. Las autoridades sanitarias de Reino Unido, por ejemplo, los recomiendan para dejar de fumar.

Por el contrario, Estados Unidos estuvo a punto de prohibir el uso de algunos sabores en productos de vapeo tras la muerte de una treintena de personas por una enfermedad pulmonar desconocida supuestamente relacionada con su consumo. En total, más de 30 países de todo el mundo han puesto en marcha algún tipo de normativa en contra de estos productos, que relacionan con el tabaco tradicional.

En España, el Ministerio de Sanidad puso en marcha una campaña de publicidad en la equiparaba el consumo de cigarrillos electrónicos, vapeadores y tabaco calentado con los cigarrillos tradicionales, lo que levantó muchas ampollas en el sector, que asegura que sus productos son hasta un 95% menos dañinos que el tabaco.

El número de usuarios no hace más que crecer 

Los que parecen tenerlo claro son los usuarios, que no hacen más que crecer en nuestro país, aunque continuamos a la cola de Europa. De acuerdo a la consultora Euromonitor, en 2011 apenas había seis millones de usuarios de cigarrillos digitales en todo el mundo.

En 2018 ya eran 38 millones de personas y se espera que la cifra roce los 55 millones en 2021. Las previsiones apuntan a que este nicho moverá cerca de 34.000 millones de dólares a nivel global (casi 30.000 millones de euros).

Las cuatro mayores tabaqueras comercializan distintas modalidades de cigarrillos electrónicos y ven en esta modalidad el pilar de su futuro negocio

Un nicho al que la industria quiere hincarle el diente. British American Tobacco (BAT), Philip Morris, Japan Tobacco International (JTI) y Altadis, las cuatro grandes del sector, comercializan distintas modalidades de cigarrillos electrónicos y ven en esta modalidad el pilar de su futuro negocio ante el crecimiento mundial de este fenómeno.

El productor de Marlboro, por ejemplo, ha invertido más de 6.000 millones en los últimos diez años para dirigir su negocio hacia los dispositivos electrónicos. Hace apenas unas semanas abría en la milla de oro de Madrid, la calle Serrano, su nueva tienda de IQOS, sus productos de tabaco calentado.

El interior, lleno de líneas simples y donde los dependientes no sólo se limitan a cobrarte sino que te asesoran en la compra de tu nuevo dispositivo como si de un portátil se tratara, no pueden evitar que el cliente se sienta en el establecimiento de algún que otro gigante tecnológico.

Duplican las ventas 

Philip Morris lleva tres años vendiendo IQOS en España, sobretodo a través de la red de estancos. Durante los dos primeros años en nuestro país, había logrado vender unas 175.000 unidades. Sin embargo, la tabaquera esperar cerrar 2019 con cerca de 300.000 dispositivos vendidos. Supone doblar las ventas de sus dos primeros años en los últimos 12 meses.

El dueño de Camel, Japan Imperial Tobacco, desembarcaba hace apenas dos meses en nuestro país con su primer dispositivo para vapear. Poco después lo hacía British American Tobacco, el dueño de Lucky Strike.

En particular, BAT espera alcanzar unos ingresos de 5.000 millones de libras en el año 2023-2024 con su portfolio de productos de riesgo reducido potencial (PRRPs). De acuerdo con fuentes de la empresa, esperan que entre el 30% y el 50% del crecimiento de las ventas de BAT proceda de las nuevas categorías.

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