Mandalay tiene mucho de grabado decimonónico. Nunca esconde la huella colonial, aunque antes de que llegaran los británicos era la última capital del reino. De hecho, fue el rey Mindon Min, en 1857, quien decidió instaurar su nueva capital en este lugar. Su palacio fortificado fue construido en 1861 y sus murallas, de 8 metros de alto y 2 kilómetros de largo por cada lado, aún ‘encofran’ el recinto real, que ha sido fielmente reconstruido tras ser totalmente destruido durante la Segunda Guerra Mundial.