Una joven llega con su mochila a un simple cuarto de un motel en un lugar indeterminado de los Estados Unidos y golpea la puerta con los nudillos. Al otro lado, un padre trajeado que tiene una cita y un niño enrabietado encerrado en el cuarto de baño, del que se va hacer cargo durante un par de horas.
-¿Quieres echar un vistazo a mis recomendaciones?
-No hace falta, pareces una buena chica.
Así comienza 'Ralphie', nuestro primer viaje a través de la habitación creada por los hermanos Jay y Mark Duplass ('Togetherness', 'Animals'), una estancia de la que no salimos durante 12 episodios pero desde la que podemos viajar a muchos más lugares de lo que parece a primera vista. Porque ese es el objetivo que los Duplass se plantearon con 'Room 104': lanzarse de cabeza a un paseo ecléctico, que no entiende de géneros definidos y que se dirige al corazón mismo de toda narración: el viaje interior de los protagonistas de una historia.
En Vozpópuli hemos podido disfrutar de seis episodios de esta antología que se estrenó este sábado en HBO y en la que se experimenta con distintos géneros: desde el terror hasta la comedia, pasando por el drama y la acción. Y en una época de sobreoferta televisiva, podemos afirmar que 'Room 104' es un soplo de aire fresco, una experiencia efímera que, como describió el propio Mark Duplass, se asemeja a una ruleta rusa en la que nunca sabes lo que te vas a encontrar al otro lado del play.
En una época de sobreoferta televisiva, la serie es un soplo de aire fresco, una experiencia efímera que se asemeja a una ruleta rusa en la que nunca sabes lo que te vas a encontrar al otro lado del 'play'
"Yo no sé vosotros, pero nosotros nos sentimos presionados a la hora de ver cosas. Nos sentimos mal porque no nos hemos puesto al día con las últimas series. Queremos que 'Room 104' sea como una cita casual. Pones un episodio, tienes sexo con él y ni siquiera tienes que volver", definió el propio Mark al ser preguntado por la antología.
https://youtube.com/watch?v=OHvgGkXHLYA
La ficción da exactamente lo que promete: buenas historias con las que no hace falta comprometerse, que se convierten en una suerte de escape audiovisual sin ataduras. Sólo observar a través de esa mirilla privilegiada, por la que vemos pasar a esa babysitter contrariada, pero también al aspirante a escritor que cree haber perdido la obra de su vida, a una mujer con traumas infantiles que se ve seducida por una secta o a una pareja de ancianos que vuelve a la habitación en la que pasó su noche de bodas.
Algunos ni siquiera tienen nombre o lo conocemos avanzada la acción. Puede que incluso no les veamos el rostro, como ocurre con la madre del protagonista en 'The Internet'. Pero eso no es lo esencial: lo que destaca es la experiencia, la multitud de sensaciones que nos despiertan las historias de personas de distintas edades, procedencias y épocas; y en las que descubrimos, de paso, a un cast de intérpretes más bien desconocidos -entre los que se encuentra el propio Jay Duplass, intérprete también en 'Transparent'- que saben estar a la altura de un proyecto en el que sobran las florituras y en el que, a fin de cuentas, ellos son el centro de todo.
'Room 104' no inventa la rueda ni acierta siempre, pero es sin duda una apuesta cruda y sincera cuya única pretensión es contarnos una historia que nos puede emocionar, sacarnos de nuestras casillas o aterrorizarnos. En muchas ocasiones lo consigue -como con la primera entrega, en la que el terror psicológico clásico atrapa al espectador durante 20 minutos de tensión-, y en otras nos puede dejar algo fríos o desconcertados, como en el caso de 'Voyeurs', un episodio que se asemeja más a una performance de danza que a una narración clásica.
'Room 104' no inventa la rueda ni acierta siempre, pero es sin duda una apuesta cruda y sincera cuya única pretensión es contarnos una historia que nos puede emocionar, sacarnos de nuestras casillas o aterrorizarnos
Una de las mayores virtudes de esta producción es la capacidad de crear una experiencia inmersiva en poco tiempo y con un presupuesto modesto. Las armas no son otras que las que definirían a una buena obra de teatro: excelentes interpretaciones y una historia -en este caso, un guion- con una introducción, un desarrollo y un desenlace que nunca supera los 30 minutos de duración. Las tablas son el set de la habitación, y el material, el diálogo, cuyo peso tan sólo recae en una o dos personas.
Un viaje que roza lo lyncheano
Al igual que cada historia, la identidad visual de 'Room 104' muta en cada capítulo, algo que también facilita la rotación de talento en la dirección de los capítulos. El mismo escenario -la familiar habitación de motel- adquiere tintes fantasmagóricos en episodios de terror como 'The Knockadoo'; evoluciona de una luz matinal anodina a un suave foco cálido, fruto del recuerdo, en 'Voyeurs'; o se llena de contrastes en 'The Fight', un episodio en el que la estancia parece, en ocasiones, estar iluminada por la débil bombilla de un ring de boxeo.
Junto a este manejo minucioso de la luz, nos encontramos ante una banda sonora minimalista, que sólo aparece cuando el silencio no es suficiente. Todo con el mismo objetivo: sumergirnos en el relato personal de los protagonistas. Sin más pretensiones.
Y este viaje personal no es siempre agradable ni placentero: está lleno de pinchazos, magulladuras y hasta ramalazos lyncheanos que a veces resultan efectivos y, que en otras ocasiones, se pasan de frenada. Es de agradecer, en todo caso, el atrevimiento con el que los hermanos Duplass han abordado el proyecto, sin huir del surrealismo ni de la incomodidad si el relato así lo requiere.
Algo que no resulta extraño -y que casi adquiere tintes de homenaje- si se tiene en cuenta que el propio David Lynch intentó catapultar este formato en 1993 con 'Hotel Room', una ficción de un corte casi idéntico que se emitió en la propia HBO y que tras tres episodios no cuajó. 24 años después, ¿lo conseguirá 'Room 104'?