Por mucho que nos empeñemos en embadurnarnos de sofisticación, los seres humanos somos simples homínidos a los que les traicionan constantemente los instintos primarios. Nos sobrevaloramos por mandar una sonda a Marte y manejar teléfonos inteligentes, pero en realidad somos presas de forma habitual de impulsos que no pasan por el filtro de la razón y generan consecuencias penosas. Es el fenómeno del fight-or-flight, que se pude explicar de forma muy sencilla. El flight impulsa a huir ante una amenaza, que es lo que hizo Pablo Echenique tras la debacle de Podemos en las elecciones gallegas y vascas, cuando guardó un silencio atronador durante unas cuantas horas. El fight equivale a defenderse como gato panza arriba cuando llega un peligro. Echenique lo hace habitualmente cuando algún medio de comunicación publica algo negativo para su partido o cuando un juez señala a sus dirigentes. Lo hace, además, recurriendo sin excesiva vergüenza a la falacia del francotirador.
Esta actitud la ha vuelto a demostrar este martes cuando ha trascendido la imputación a Podemos por la presunta malversación de fondos en el partido; y la llamada a declarar como investigados de Juan Manuel del Olmo, asesor áulico de Pablo Iglesias; de Daniel de Frutos, responsable de las finanzas de la formación; y de Rocío Esther Val Val, la gerente.
Después de que el diario Público adelantara la noticia, Echenique ha escrito en su cuenta de Twitter lo siguiente: “No vais a saber dónde se esconde Juan Carlos I tras haber huido de España con millones de euros de negocios turbios, pero vais a conocer hasta el último ticket de taxi y de menú del día que pasaron todos los trabajadores de Podemos”.
Desconozco si lo que ha denunciado ese abogado –con pinta de renegado- llamado José Manuel Calvente es cierto, pero es evidente que habrá que respetar la presunción de inocencia del partido y de los investigados.
Ahora bien, la escasa talla moral de Echenique no se demuestra en su negación de los hechos imputados, pues está en todo su derecho. Sus dotes de trilero afloran cuando señala a Juan Carlos I después de que se inicie una causa judicial sobre su partido. No sólo porque recurre a la citada falacia del francotirador, sino porque da por supuesto que se han cometido conductas -que huelen ciertamente mal- que ni siquiera han sido judicializadas. Es decir, respeten la presunción de inocencia para con los míos, pero ataquen sin miramientos a los demás.
También llama la atención que Echenique apele a la teoría de la persecución mediática cuando su partido creció, en buena parte, por las machaconas acusaciones que sus portavoces realizaron sobre los casos de corrupción del Partido Popular antes de que fueran juzgados"
También llama la atención que Echenique apele a la teoría de la persecución mediática cuando su partido creció, en buena parte, por las machaconas acusaciones que sus portavoces realizaron sobre los casos de corrupción del Partido Popular durante los años más duros de la crisis económica. Por cierto, muchas veces, antes de que fueran juzgados. Es lo que Mariano Rajoy llamó el “martilleo” de la izquierda.
Su estrategia es muy fácil, pues, si son condenados, hablarán de la necesidad de regenerar España; y, si son absueltos, también, pues atribuirán su puesta en libertad a la corrupción del poder judicial. El populismo siempre utiliza como muletas el victimismo y el análisis sesgado de los problemas de un país. De ahí lo difícil que resulta contenerlo.
Presunción de inocencia
Podemos y sus imputados tienen el derecho y el deber de defenderse en los tribunales para tratar de demostrar que no son culpables de los delitos que se les imputan, del mismo modo que pueden emprender acciones contra Calvente y contra la ‘cloaca’ si así lo consideran. Pero apelar a la teoría de la persecución y, sobre todo, desacreditar a los jueces cuando no te dan la razón resulta obsceno.
Más lamentable aún es utilizar a sus sicarios mediáticos –La Última Hora!- para esparcir fango entre los jueces, como hicieron después de que Isa Serra fuera condenada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid por atentar contra la autoridad al intentar frenar un desahucio. En realidad, todo ese medio es un suburbio siciliano desde el que se señala constantemente y sin rubor a rivales políticos, periodistas y empresarios.
Un viejo conocido
Este caldo de cultivo de populismo y revachismo no es ni mucho menos nuevo, ni se dirige exclusivamente contra Podemos. De hecho, ambos fenómenos han sido habituales históricamente en la política española cuando han venido mal dadas y han aparecido los oportunistas, entre los que se encuentra la prensa, siempre bien pagada, siempre bien alimentada. Pero al partido morado le convendría la autocrítica en ese sentido, pues todo esto es consecuencia, en parte, de su discurso pancartero y de la agitación que transmitió con penosas técnicas de intimidación importadas, como los escraches, a los que Pablo Iglesias definió como “jarabe democrático de los de abajo”.
Cuando uno alimenta a esos monstruos, a veces se vuelven en su contra. Es la consecuencia de sembrar discordia en tiempos de dificultad. Si Echenique no lo sabía, aprenderá estos días la mayor lección de su vida.