El país que posee "la mejor sanidad del mundo" se ha empeñado estos días atrás en mirar hacia Bélgica para intentar convencerse de que todo podría haber sido peor. Allí se puso de moda hace unos años una estúpida canción que apelaba a visitar el “paraíso” de Torremolinos (Tous, tous, tous à Torremolinos), donde brilla el sol y hay más extranjeros que malagueños. La ponían en los bares de noche y los borrachos, emocionados, la recitaban de memoria mientras se abrazaban, se empujaban y lanzaban cerveza por los aires, lo que constituía la mejor metáfora del sueño húmedo español en pleno invierno centroeuropeo. Aquí se mira estos días hacia este país, pero no para ensalzarlo, sino para remarcar que registra más muertes por millón de habitantes que la piel de toro. Los propagandistas de Moncloa y sus majorettes periodísticas dibujan gráficas tan exageradas que cualquiera diría que la raza belga se encuentra al borde de la extinción.
La comparación sirve para intentar suavizar la realidad de que aquí las cosas no han ido 'del todo bien' en las últimas semanas, aunque resulta patética, pues las autoridades de aquel país han decidido contar como muertos por Covid-19 a quienes habían sido diagnosticados y a quienes presentaron síntomas claros de padecerlo antes del fallecimiento, en un ejercicio de transparencia que, evidentemente, hace bastante más fiable el dato oficial de victimas. En el país que tiene "la mejor sanidad del mundo" -el de Rita, eres la mejor, el aeropuerto del abuelo, el Emérito comisionista y la política de burdel al sur de Despeñaperros- digamos que hay que hacer un ejercicio de fe para confiar plenamente en el dato de fallecidos que ofrece el Ministerio de Sanidad cada mañana, minutos antes de mediodía.
Este viernes, el Gobierno vendía el siguiente titular: “El número de personas curadas (3.105) supera por primera vez al de contagiadas (2.796)”. Lo hacia después de cambiar -otra vez- el criterio de contabilización de los contagiados y excluir de los casos activos a quienes habían dado positivo por anticuerpos. Cosa que desconozco si hace el resultado final más fiable, pero 'aplana' la curva y sirve para transmitir un mensaje positivo antes de que -este domingo- los niños y sus padres salgan a la calle.
La relatividad de la curva
Los últimos días, por cierto, se cuentan muertos con un sorprendente optimismo porque hemos conseguido 'doblegar la curva' y, por tanto, como en lugar de 900 fallecen menos de 400, hay que transmitir buenas sensaciones a los ciudadanos. Las mismas que exhibe Isabel Díaz Ayuso cuando celebra que la sanidad madrileña no haya colapsado mientras se cuentan por miles las muertes en residencias, donde -oh, sorpresa- no iban ambulancias muchas de las veces que las llamaban por el 'dilema ético' que se presentaba a la hora de elegir entre salvar a un joven y a un anciano. No es esto cosa de un color político, sino de la cuestionable gestión con la que se ha intentado atajar el coronavirus por estos lares. Castilla-La Mancha está gobernada por el PSOE y los geriátricos se han convertido en auténticas morgues. Al igual que en Cataluña, donde el 60% de las muertes se han registrado en estas dependencias. En Castilla y León, el 135%. Sí, ¡el 135%!, lo que refleja lo fiables que son las estadísticas oficiales.
Pero bueno, la propaganda gubernamental habla desde hace un par de semanas de 'desescalada' y de 'nueva normalidad' y los telediarios se empeñan en mostrar lo necesario que es ahora que los niños salgan a la calle, ante los daños psicológicos que pueden sufrir tras pasar una cuarentena larga en casa. Y no digamos sus padres. Incluso Pedro Sánchez ha ofrecido a la oposición unos Pactos de La Moncloa en los que se refuerce la inversión en sanidad, pese a que es "la mejor del mundo" y no ha colapsado durante esta crisis.
El país se ha puesto en manos estos días de especialistas como Antoni Trilla, quien forma parte del Comité Técnico de Moncloa para la gestión del 'marrón' sanitario -ojo a cómo lo retrata este blog de referencia- y quien el pasado 24 de abril lanzaba un mensaje totalmente tranquilizador en un artículo en La Vanguardia: “No hay estimaciones fiables, pero se cree que el número de personas infectadas por la Covid-19 asintomáticas puede oscilar del 25% al 40% del total”. Pese a esta ausencia de datos “fiables”, la 'desescalada' es imparable y, como ocurrió ayer, no hay duda de que los datos se pondrán al servicio del plan; y no al contrario. Y quizá no hay que criticar tanto esto como que, a estas alturas, todavía no haya la suficiente información como para tomar decisiones que no sigan la lógica del “no tenemos ni idea, que sea lo que Dios quiera”.
Una de las razones por las que no hay “estimaciones fiables” es la demora del estudio epidemiológico para conocer el número de infectados por el virus y de personas que han desarrollado anticuerpos
Una de las razones por las que no hay “estimaciones fiables” es la demora del estudio epidemiológico que debe servir para conocer el número aproximado de infectados por el virus y de personas que han desarrollado anticuerpos. El que la propaganda gubernamental anunció con campanillas -como las arcas de Noé, ¿qué fue de ellas?- y el que iban a hacer 750 militares, llamando a las puertas de los españoles para realizar las tan decisivas pruebas. Pues bien, la cosa va con retraso, pues ya se sabe que en este país no conviene fiarse del plazo y el presupuesto que ofrece casi nadie porque, generalmente, no se cumple ni el uno, ni el otro. En el Estado de Nueva York, por cierto, donde la epidemia llegó después, su gobernador anunciaba este viernes las primeras estimaciones sobre el alcance de la infección en su territorio. ¿Le parece extraño? No lo diga muy alto, pues la Guardia Civil vigila las redes en busca de comentarios que pueden generar 'alerta sanitaria' entre la población.
A ojo de buen cubero
La conclusión es que España se aproxima a la 'nueva normalidad' sin saber a ciencia cierta cómo ha golpeado la pandemia a la población ni cuáles son las probabilidades de que se cuelgue en los próximos meses en las UCIs el cartel de 'no hay camas libres'. Mientras los telediarios nos enseñan las fiestas a las puertas de estas unidades -todavía no he visto que ningún enfermo sonría ante la fanfarria-, se anuncian las primeras medidas en la 'desescalada', pero no se sabe cuántas prórrogas adicionales tendrá el estado de alarma y si se prolongará durante mucho tiempo más, una vez se levanten las restricciones al movimiento de las personas.
Aquí todos dan la sensación improvisar, salvo Pablo Iglesias, que cada vez parece más claro que quiere ser el guardián de las buenas noticias y que -que nadie lo dude- aguarda su gran oportunidad para reivindicarse durante las crisis económica y social que se aproximan. Eso será el siguiente episodio. De momento, de lo que se trata es de hacer creer a la población de que todo está controlado y de que la vuelta a la 'nueva normalidad' podrá iniciarse con garantías.
Cuentan fuentes gubernamentales que existe interés en una parte del Gobierno en que se reanude La Liga cuanto antes y que, a poder ser, pueda verse algo más de fútbol en abierto por televisión. En 1990, este deporte ayudó a Alemania a sentirse más cohesionada tras la re-unificación y la victoria en la Copa del Mundo de Italia. Aquí se logró el mismo título en 2010, cuando más apretaba la crisis y, vaya, alivió aquel verano con 4,5 millones de parados. Ahora parece que el balompié puede volver a ser un recurso para celebrar goles mientras se siguen contando muertos. Y si no, siempre queda mirar a Bélgica.