Desde que el coronavirus arrancó su triunfal singladura por Europa hace ahora un mes muchos se están empezando atar los machos. Hacen bien, porque hará falta tenerlos bien atados para lo que viene. Como en el caso de China, todo comenzó de una manera casi anecdótica. En China todos pensábamos que se trataba de un brote local que sería controlado sin tener que lamentar demasiados contagios, al menos fuera de aquel país. Algo similar a lo que sucedió con el SARS en 2003. A la vista de los acontecimientos queda demostrado que nos equivocábamos.
Es algo sustancialmente más grave y a las cifras hay que remitirse. En el momento en el que escribo esto hay ya 135.000 casos confirmados y el virus ha provocado casi 5.000 muertos en todo el mundo. No tenemos ni idea de cómo evolucionará, pero todo indica que va a ir a más, especialmente en Europa, donde esto ha pillado a las autoridades prácticamente desprevenidas a pesar de que tuvieron tiempo de sobra para informarse y tomar medidas. En Italia hay más de 15.000 casos confirmados y un millar largo de fallecidos; en Francia, España y Alemania unos tres mil casos y el número de víctimas mortales se acerca a los 200. Cuando lea esto las cifras habrán aumentado, desconozco en qué medida, pero lo habrán hecho.
La Comisión Europea ya ha rebajado las expectativas de crecimiento para la zona euro en dos ocasiones. En China no se sabe cuánto le costará finalmente en términos de crecimiento, pero es indudable que esto afectará a su economía de un modo dramático. Es seguro que el virus se contendrá en algún momento a lo largo de este año, decenas de laboratorios y los mejores bioquímicos del mundo están trabajando en ello, pero para que estén disponibles tanto la vacuna como los antivirales aún faltan meses que se convertirán en un calvario sanitario, social, político y económico.
Entretanto, la demanda global se irá desacelerando. Esto afectará a los productores de materias primas y al comercio mundial. Las economías europeas que más exportan a China lo están notando ya. Las cuarentenas impuestas en China e Italia desde hace semanas para contener el contagio han roto cadenas enteras de suministro, por lo que las empresas se preparan para un palo muy serio en su cuenta de resultados que podría hacer quebrar a muchas de ellas.
En las ciudades turísticas y la costa el impacto va a ser brutal, tan brutal como que habrá de cifrarse en miles de millones de euros
La respuesta del Gobierno chino ya la conocemos. Estimulará su economía, pero eso, aparte de los efectos monetarios, detraerá recursos que hasta ahora se invertían en el exterior, tanto en Europa como en Hispanoamérica y África, esta última muy dependiente de la inversión china. La epidemia también está afectando al turismo, que es un sector muy importante en la economía europea. En países como España, Italia o Francia supone en torno al 10% del PIB y se concentra en los meses estivales por lo que esto podría adquirir tintes de auténtica tragedia. Al ritmo actual de contagios es cuestión de días que comiencen las cancelaciones masivas de reservas para los próximos meses. En las ciudades turísticas y la costa mediterránea el impacto va a ser brutal, tan brutal como que habrá de cifrarse en miles de millones de euros y cientos de miles de empleos.
Tampoco ayuda a aclarar el panorama el hecho de que todo esto llegue en plena negociación del Brexit. El Reino Unido permanecerá en el mercado único hasta el próximo 31 de diciembre, antes de eso tendrán que haber definido ambas partes cómo será su relación futura. Por de pronto las negociaciones se han suspendido y nadie sabe cuándo se reiniciarán. Esto añade más incertidumbre a un escenario ya de por sí complicado.
Recesión inevitable
Si las relaciones entre las dos riberas del Canal de la Mancha no atraviesan por su mejor momento, las que tocan a las dos riberas del Atlántico norte están semicongeladas desde hace dos años y menudean los recelos por las dos partes. La Casa Blanca ha amenazado en varias ocasiones con imponer aranceles a una gama muy numerosa de productos europeos y ha anunciado formalmente que responderá si la UE fija una tasa a los gigantes digitales como Google o Amazon. Esto las terminaría de congelar y algo así no sentaría especialmente bien a la economía europea, que exporta a EEUU mucho más de lo que importa de allí.
La última crisis se cebó con los países del sur de Europea, particularmente con España, Portugal, Italia y Grecia, los famosos PIGS de infausto recuerdo. Tanto Bruselas como el FMI tuvieron que acudir en rescate de Gobiernos como el griego o el portugués. Aquello evitó la bancarrota de algunos Estados, pero les dejó como herencia deudas monstruosas como las que arrastran Grecia o Italia. Grecia, aún después de varios años de intenso ajuste, arrastra una deuda del 180% sobre el PIB. La italiana no es tan alta, pero se le acerca, con el agravante de la inestabilidad política y los persistentes problemas de la banca, que han obligado al Estado a practicar rescates de entidades bancarias locales.
Es previsible que el BCE continúe con los tipos de interés bajo cero. A partir de aquí apenas le quedan formas de impulsar el crecimiento. Le queda la de ponerse a comprar bonos como un poseso, pero eso sería suicida. No faltarán políticos para emitirlos, pero es fácil imaginar dónde se irá ese dinero. Una recesión no se combate fomentando la dilapidación en proyectos absurdos y gasto político, sino dejando que los que crean riqueza puedan seguir haciéndolo. Lo que nos lleva a la cuestión principal: ante una recesión que hoy por hoy parece inevitable, ¿cómo reaccionará la Unión Europea?, ¿relajará los límites de déficit y deuda que fija el Acta Única o mantendrá la ortodoxia?
Lo primero es lo que están esperando Gobiernos manirrotos como el español. Llevan Pedro y Pablo un par de meses con el cuento de aflojar el déficit, algo a lo que Bruselas se negaba porque les ve venir. Ahora con la crisis del coronavirus podrían servírselo en bandeja. Un escenario, por lo demás, muy acorde con sus planes: compra de bonos garantizada, dinero fresco para gastar y descuadre en las cuentas tolerado por los señores de negro. Esto evidentemente tendrá un coste. Pedro y Pablo no son los únicos que pedirán el mismo tratamiento, así que no sería descartable que termine causando más daño el remedio que la enfermedad como ya pudimos comprobar entre 2009 y 2012. Es tan sólo una hipótesis pero en estas cosas casi siempre pensar mal es acertar.