Opinión

El perrito del coche

El argumento más brillante para justificar la existencia y pervivencia de la monarquía es el hecho de que no se debe a los partidos políticos, que es una figura de Jefatura del Estado independiente y libre

  • El Rey Felipe VI durante el discurso de Nochebuena.

El argumento más brillante para justificar la existencia y pervivencia de la monarquía es el hecho de que no se debe a los partidos políticos, que es una figura de Jefatura del Estado independiente y libre, defensora de la Constitución y representante de absolutamente todos sus ciudadanos, tengan éstos el color político que tengan.

No es parte del Ejecutivo, no tiene poder alguno, pero debe estar sobrada de Auctoritas, y ser la Institución con mayúscula, la más respetada porque, a su vez, es la que más respeta el orden establecido.

Eso es una Monarquía. No debe notarse que existe, como un buen árbitro en cualquier deporte o un Presidente en cualquier gran corporación. Solo en momentos críticos debe aparecer y es entonces cuando se demuestra si es buen árbitro, buen Presidente o buen Rey.

Se dice que un Rey no debe intervenir en política. Desde luego, faltaría más, pero sí debe notarse que existe cuando la Política subvierte el orden, cuando los políticos incumplen su misión que no es otra que guardar y hacer guardar las leyes.

Ahora el Rey guarda un clamoroso silencio y designa sin reparos candidato para ser presidente a un personaje que no cree en España como unidad nacional

Por eso, en mi muy modesta opinión, es incomprensible la actitud de nuestro monarca, como si estuviera arrepentido de su muy brillante y valiente actuación en los momentos más duros del procés.

Ahora guarda un clamoroso silencio y designa sin reparos candidato para ser Primer Ministro a un personaje que no cree en España como unidad nacional y que basa su posible investidura en el apoyo de partidos que no reconocen al Rey como Jefe del Estado, que se han negado a acudir a su audiencia y que reniegan de cualquier idea de unidad de la patria, palabra ésta última que les provoca sarpullidos.

Y el Rey se calla, lo más fácil, y su silencio demuestra que no es un personaje independiente de los partidos políticos sino sometido a ellos. Hace sospechar que aquella vibrante actuación contra la traición de la Generalitat de Cataluña fue forzada por el partido que gobernaba entonces y que su silencio actual es acatamiento de las órdenes del actual presidente en funciones.

Y ha perdido una ocasión de oro, el tradicional discurso de Nochebuena, la única vez en el año en que su Majestad habla directamente al pueblo. Se ha limitado exclusivamente a desearnos sus mejores deseos de paz y felicidad para el año nuevo, y ha hecho inventario de los problemas reales de España, desgobierno, nacionalismos, desigualdad y deslealtad entre regiones, pero solo los ha enumerado, sin considerar oportuno darnos a conocer su opinión sobre todo ello, simplemente ha propuesto la concordia como vía para solucionarlos, algo parecido a aquel malhadado “hablando se entiende la gente” de su augusto padre. Quizás será el momento de plantearnos si merece la pena tener un Jefe del Estado tan lacónico. Ha dedicado un tiempo a consolar a las víctimas de los últimos desastres naturales pero no ha dedicado ni una palabra a los españoles que, en gran parte del territorio nacional, sufren discriminación y marginación por el hecho de serlo y querer seguir siéndolo. A esos ni agua.

Olvidar la Historia es condenarse a repetirla, y no está de más recordar a su majestad que él es el primer rey de España en 200 años que no ha conocido el exilio

Olvidar la Historia es condenarse a repetirla y no está de más recordar a su majestad que él es el primer rey de España en 200 años, tras Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Amadeo I, Alfonso XII, Alfonso XIII, Don Juan y Juan Carlos I, que no ha conocido el exilio y que esa obediencia servil al partido en el poder, en nuestra tradición, suele acabar obligándole a hacer las maletas.

Porque cuando el futuro gobierno plantee, que lo hará y muy pronto, un referéndum sobre Monarquía o República, será muy difícil defender una institución monárquica que solo pueda exhibir una hoja de servicios equivalente a la de ese perrito que está situado tras la luna trasera de muchos coches y que asiente constantemente.

Somos muchos los que no llevamos ese perrito en el nuestro y no por ello funciona peor.

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