No me dirán que no les sorprende la capacidad que tenemos para amoldarnos a la actualidad de forma tan acrítica y natural. En un plis plas cerramos la carpeta de los ERE, y a otra cosa mariposa. En otro hacemos lo propio con el pacto PSOE-Unidas Podemos, y en el siguiente lo mismo con esa felonía a la que nos quieren acostumbrar desde La Moncloa, y que consiste en que demos marchamo de normalidad política a la formación de un Gobierno que va a depender de la voluntad de un tipo que esta preso y condenado por sedicioso y malversador. ¡Viva la Cumbre del Clima y su profeta Greta Thunberg!
Todo esto cae en saco roto mientras escribo y escucho en todas las radios -todas sin distinción- hablar sobre la cumbre. Hay compañeros que me sorprenden al utilizar términos para mí ignotos que yo tomo como neologismos: acidificación, criosfera, antropoceno, greenwashing. Hay quien habla con soltura de la huella de carbono, y recuerda que fue en 1975 la primera vez que el científico Wallace Broecker habló de la subida de las temperaturas por la acción del hombre. Todo muy edificante en un país que, ahora creo que sí, se prepara con permiso de Alfonso Guerra para que no lo conozca ni la madre que lo parió.
Verde es el disparate de esos padres que permiten que una niña de 16 años cruce el Atlántico en un catamarán, todo por la fama y el dinero
Todo es verde y todo está muy verde. Verdes nuestros políticos bien reciclados de materiales de quita y pon que sacan pecho en un evento que, a pesar de sus bondades, es una auténtica tomadura de pelo. Verde el retorno económico que vamos a tener después de gastarnos 50 millones en organizarlo. Verde el disparate de esos padres que permiten que una criatura de 16 años cruce el Atlántico en un catamarán, que todo sea por la fama y el dinero. Verde la forma en que de repente este país ha enloquecido con su amor y pasión por el medioambiente.
A lo de Madrid lo llamamos cumbre internacional, y nuestro Gobierno en funciones está tan contento después de esta carambola que ha terminado en la capital de España. Le tocaba al Brasil de Jair Bolsonaro, pero Bolsonaro literalmente pasa, que no está para “bromitas” ha dicho. De Brasil pasó a Chile, pero este país, que hasta ayer era una buena casa en un mal barrio, se desangra por días y no ha podido con el evento. Pues venga, a Madrid, que tenemos fama de rápidos buenos organizadores. ¡Será por dinero!
Y así estamos, viendo como suspira de emoción la ministra Teresa Ribera, y eso sin que conozcamos en España una verdadera política medioambiental que no sea la arremetida contra los motores diésel y poco más. Por muchas cumbres que se hagan si no hay más seriedad y rigor sólo servirán para la galería, para que los primeros ministros cojan un avión, el suyo claro, vengan a Madrid, se hagan la foto y marchen en el mismo día. Así no salvaremos al Planeta. O quizá haya que decir a la especie humana. ¿Por qué hay que escuchar con respeto a unos tipos que vienen a hablarnos de los riesgos del cambio climático después de haber hecho kilómetros y kilómetros en su avión tirando gases del queroseno por la atmósfera?
Escuela y familia
Todo empieza como casi todo en la vida, en las escuelas y familias. La conciencia medioambiental, el respeto a nuestro entorno y a la naturaleza no va de arriba abajo. Así hemos querido llevar la democracia a sitios como Irak y ya vemos el éxito. Y así nos va por mucho que una niña - ¿esta criatura no va al colegio? -, venga aquí a pronunciar sus cándidas soflamas y a hacer sus negocietes y, claro está, a poner verdes a los políticos que antes le harán pisar una alfombra para luego mendigarle una foto para el programa electoral. Una foto con la Thunberg y a ver quién te dice que no estás luchando contra el calentamiento global.
Espero que no se entere Greta de la afición de Sánchez de trasladarse en helicóptero y avión oficial en distancias que podría hacer en tren o coche. ¿Y qué tal si empezamos por ahí señor presidente en funciones? Alguien de la cumbre podría explicarle en qué consiste el movimiento Flight Free antes de criticar al puñado de fundamentalistas y fanáticos -un puñado, sí-, que conforman China, Rusia, EE. UU y Brasil. La mitad del mundo, o sea.
Está bien esto de la Cumbre del Clima en un Madrid de coches negros oficiales abarrotados de mandatarios que vienen a vendernos sus políticas medioambientales
Quizá recuerden el tiempo que dedicaron los candidatos al medioambiente en el debate de televisión del 4 de noviembre. Es probable que no recuerden lo que dijeron. Yo tampoco, no hubo un minuto para ello. Falta mucho para que un Gobierno pierda unas elecciones por su mala política medioambiental, y cuando eso llegue igual nos hemos ido todos al traste. Si no pierden con la mentira y la traición, cómo se van a perder por un quítame de aquí este impuesto al CO2.
Está bien esto del clima en Madrid mientras en sus aceras y cajeros automáticos duermen refugiados e indigentes que son rechazados en albergues porque no hay sitio. No va de árboles esto, va de personas. Está bien esto de la Cumbre del Clima en un Madrid de coches negros oficiales llenos da mandatarios que viene a vendernos sus políticas medioambientales. Debe ser que esos autos no contaminan. Y está muy bien esta Cumbre en un país en el que sus alcaldes han establecido una extraña competición a ver quién pone más luces en la calle.
La propuesta de Arrimadas
Sánchez ha conseguido por un rato que no reparemos en lo que está haciendo por debajo de la mesa mientras se empeña en ser presidente antes de Nochebuena. Veremos. Ayer le preguntaron qué iba a hacer con el empeño de ERC de hablar de soberanía y solo de eso. Sánchez respondió con lo de siempre, que la estabilidad del futuro Gobierno depende de todas las fuerzas políticas. O sea, que me vote el PP que luego yo haré política con Podemos. ¿Está en serio? ¿Es eso lo mejor para España, Esperanza Aguirre?
Por si faltaba algo, llega ahora la propuesta de Ciudadanos, un partido que aún no ha reconocido sus errores y pide una reunión con el PSOE y el PP para hacer un Gobierno moderado y constitucional. Cuenta Arrimadas que con los escaños de Navarra Suma habría 221, suficientes para evitar el riesgo de gobernar con la extrema izquierda y el apoyo de los separatistas de ERC. Y se da cuenta ahora esta señora que, mientras Rivera se esforzaba en el error, no sólo calló, sino que lo alentó y jaleó. ¿En quién confiar? En todo caso señora Arrimadas la cuestión no es sumar los votos si es Pedro Sánchez el que nos va a gobernar. Cuesta creer que tras el fracaso aún no vean lo evidente, lo que no tiene nombre. Eso que el diccionario de la RAE define como inefable. Tan inefable como esta Cumbre del Clima que el destino nos ha regalado para general regocijo y calentamiento de millones de españoles.