La resaca electoral ha dejado tres claros ganadores. Por un lado, Pedro Sánchez, que debería estar profundamente agradecido a su correligionaria Susana Díaz. Acción, reacción. Si Vox era una reacción al independentismo catalán, la amplia victoria de la izquierda ha sido la contra-reacción a Vox. Por otro lado, José Félix Tezanos, director del CIS, que se estará fumando un puro a la salud de todos aquellos que le insultaron gratuitamente. Finalmente, los nacionalistas vascos y catalanes. En el País Vasco la derecha nacionalista española ha desaparecido del mapa. Mientras, la victoria de Esquerra Republicana en Cataluña debería, ojalá, facilitar la traslación del eje independentismo-constitucionalismo al usual izquierda-derecha. Ganaríamos todos, sobretodo los catalanes.
Pero hay una realidad insoslayable, el ruido y la crispación que emanan de los mass media que pululan por Madrid ya no representan a nuestra querida España. ¿A quién sirven? Eso requerirá de una profunda investigación periodística. El Partido Popular y Ciudadanos se habían alejado ostensiblemente de la centralidad, especialmente el primero. Y la España que querían dibujarnos hace décadas que la ciudadanía la dejo atrás. Esperemos que de una vez por todas aprendan, y surja un partido conservador moderno, que asuma sin tapujos principios básicos de la mayoría de sus correligionarios europeos. Y una advertencia a Rivera: el liberalismo clásico, europeo o estadounidense, es incompatible con el nacionalismo.
El entorno económico global en el que se moverá Sánchez
Económicamente hablando, el momento actual es apasionante por dos razones. En primer lugar, desde un punto de vista geopolítico, hace años que nos encontramos en una confrontación por el cetro del poder mundial entre Estados Unidos y China. ¿Y Europa? ¡En declive! Mientras las dos superpotencias invierten cantidades ingentes en I+D, especialmente en inteligencia artificial, big data, ordenador quanto, coche eléctrico, energías renovables… con un papel destacadísimo en todo momento del Estado, aquí, los adalides del neoliberalismo reducen el papel de la inversión pública a la nada. Y el sector privado europeo no está capacitado para hacer las inversiones necesarias ante los nuevos retos.
En un país como el nuestro, con una tasa de paro elevada y unos salarios que perdían poder adquisitivo, no es concebible la defensa a ultranza de superávits por cuenta corriente
Les recomendaría encarecidamente el libro de la economista italo-estadounidense Marian Mazzucato, “El estado emprendedor: Mitos del sector público frente al privado”. Mazzucato desmonta el falso mito de que el sector privado es innovador, dinámico y competitivo, mientras que el Estado desempeña un rol más estático, interviniendo en el mercado tan solo para subsanar posibles fallos en sus actividades. El Estado es la organización más emprendedora del mercado y la que asume inversiones de mayor riesgo. China y Estados Unidos lo saben perfectamente, y es desde el Estado donde empiezan todas las revoluciones tecnológicas. Siguiendo esta premisa, Europa debería cambiar los parámetros del tradicional debate Estado versus sector privado para plantear una relación simbiótica en la que ambas partes resulten beneficiadas. Pero hasta ahora nada de nada. Como consecuencia de esta dinámica, Europa está en declive, y en los próximos años se cebará muy especialmente con Alemania. Su modelo en el nuevo entrono geopolítico está agotado.
El segundo aspecto donde Europa también está ausente es en el debate económico-académico tan apasionante que se está produciendo en el mundo anglosajón. En Estados Unidos, Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda, frente y contra la distopía neoliberal, se ha ido creado una alternativa, un nuevo paradigma, la Teoría Monetaria Moderna. Pero hete que aquí, en Europa, de nuevo nada de nada, los talibanes intentan mantener el férreo cumplimento de dos mandamientos sacro-sagrados para los hooligans ordo-liberales: amarás la sostenibilidad presupuestaria sobre todas las cosas; y a la actual arquitectura de la zona Euro como a ti mismo. Como consecuencia de ambas dinámicas, Europa apenas crece un 0,2% intertrimestral.
¿Entenderá Sánchez la sorpresa económica positiva de España?
El PIB español, en un momento de desaceleración en Europa, está creciendo, según los datos del Ñ-STING de la AIReF, alrededor del 0,8% intertrimestral, es decir, por encima del 3% anual. Ello se debe a cuatro factores, todos ellos relacionados con el principio de demanda efectiva: la política fiscal no es restrictiva; el BCE, vía Banco de España, financia al Tesoro español; la transmisión de la política monetaria está funcionando, al haber un repunte del crédito tanto a familias como a empresas no financieras; y, por último, las rentas salariales repuntan. Lo que no es concebible es la defensa a ultranza de superávits por cuenta corriente en un país como el nuestro, con una tasa de paro elevada y unos salarios que perdían poder adquisitivo.
La mayoría de los economistas deberían haber aprendido, además de la aplastante superioridad del principio de demanda efectiva, algo que ya es trivial para los economistas defensores de la Teoría Monetaria Moderna. El Banco Central puede financiar sin problemas a un Estado y favorecer el canal de transmisión de la política monetaria al sector privado. Ello no es imprimir dinero, como ha demostrado el BCE o la Reserva Federal, o el Banco de Inglaterra; ni genera inflación, como algunos indocumentados sugerían. Es fundamental que esta interpretación la entienda el equipo económico de Sánchez, por su propia supervivencia. Si en algún momento Alemania volviera a las andadas, e impusiera su dogma, austeridad y fin de la expansión cuantitativa del BCE, emergería con fuerza nuestra debilidad, el enorme montante de deuda y la enorme dependencia de la financiación exterior.