La política española ha rebajado su dimensión moral a nivel de un prófugo de la Justicia y de un troglodita de puticlub. Así quedará en las crónicas futuras el caso Koldo; si los cronistas no son del PSOE, claro. Robos millonarios, mariscadas, la vida loca. Y, como de costumbre en los recurrentes bochinches políticos españoles, el escándalo da paso a la pachanga.
Entiéndase pachanga como la puesta en escena a cargo del jefe de la banda (léase Partido Político), destinada a sacrificar (o comprar, depende) a los bandoleros intermedios y bajos de la trama corrupta. La pachanga (pertrechada con todos los abalorios de respetabilidad del Gobierno) permite salir indemnes y hasta reforzados a los verdaderos responsables del atraco de turno. En este caso, el negocio montado con el pretexto de conseguir mascarillas para combatir el virus chino. Koldo, Marlaska, Ábalos, Illa, Armengol, Cerdán, y los demás implicados (se irá viendo) no son más que piezas sacrificables al servicio del Sacrosanto Partido.
Lo corrupto en España no es un animalito que saque la cabeza exclusivamente en las crisis políticas. Existe sin mayores inconvenientes y a la vista de todos: la corrupción llamada aforos, descarada negación de la igualdad ante la Justicia, es un buen ejemplo. A eso pueden añadirse prebendas innúmeras aprobadas por los propios beneficiarios de tales prebendas, retiros e indemnizaciones escandalosos, disfrute de un estatus cuasi aristocrático, digno de un estado de cosas que tiene que ver más con la pertenencia a una clase superior, que con la democracia y sus gobernados. Y como corrupción, naturalmente, ha de considerarse el robo institucional de cientos de millones de euros dedicados a “asesores analfabetos” amantes, parientes, amigos, sindicatos en venta y francachelas con cargo al cofre del tesoro de los contribuyentes. Donde siempre sobra el dinero para politiquerías, pero nunca para los enfermos de ELA.
El talento de Sánchez para emporcar (ideologizar) todo lo que toca es enorme. Eso sí, apoyado por ocho millones de votantes crecidos en el pudridero rojo español. La llamada Izquierda.
El ruido y los humos de la pachanga actual difuminará, con toda probabilidad, la realidad de lo sucedido en el caso PSOE–Koldo–Ábalos–Armengol–Mascarillas, “¿de quién depende la Fiscalía?, pues eso.” Pero si algo es palmario en este momento mafioso que vive la política española, es la responsabilidad de Pedro Sánchez. Sánchez, autócrata, es quién otorga poder a su lamentable banda. Los corruptos son hijos de su corrupción moral. Hijos que, a su vez, eligen para tocar la cautivadora melodía del enriquecimiento rápido, sin esfuerzo ni requerimientos técnicos o intelectuales, a lameculos de variada intensidad, atraídos por el foco miasmático que es Sánchez y su Partido
Coloquemos a Sánchez y a sus sotas en su sucio hábitat, pero no lo subestimemos. Este mentiroso compulsivo ha conseguido aquello con lo que han soñado, en mayor o menos medida, todos los gobernantes de la democracia española: normalizar la mentira a tales extremos que se convierte en sustituto habitual de la realidad, la verdad y la sanidad social. Esto no está al alcance de cualquiera. El talento de Sánchez para emporcar (ideologizar) todo lo que toca es enorme. Eso sí, apoyado por ocho millones de votantes crecidos en el pudridero rojo español. La llamada Izquierda.
Hoy en España, toda palabra excretada por representantes del Gobierno progresista y de Izquierda de Sánchez tiene el propósito de emputecer la verdad
Se entiende mejor el sanchismo si tenemos presente que la Izquierda es uno de los mayores estercoleros morales e ideológicos que ha producido la Humanidad. La mentira más dañina que circula y cautiva desde hace más de un siglo, es la que proclama la superioridad moral de la Izquierda. La Izquierda nunca se equivoca, se equivoca cierto dictador, cierto asesino, cierto ladrón, cierto corrupto, cierto depravado, cierto prevaricador, pero nunca la Izquierda. Se trata de la trampa ideológica perfecta. Porque lo cierto es que la Izquierda procede del pozo de violencia y barbarie de la Revolución Francesa, y encontró continuidad y rango en las infectas religiones comunista y socialista. La Izquierda debería estar incapacitada para emitir juicios morales, por la sencilla razón de que es heredera de la montaña de muertos y esclavos más alta y monstruosa de la Historia.
¿Superioridad moral? La única superioridad real de la Izquierda es su superioridad a la hora de matar, robar y esclavizar. Hoy en España, toda palabra excretada por representantes del Gobierno progresista y de Izquierda de Sánchez tiene el propósito de emputecer la verdad. No es que Sánchez sea el primer mentiroso que llega al poder en España. Todo poder político existe en simbiosis estricta con la mentira y la corrupción. Pero. Como he dicho, Sánchez, honor al que honor merece, ha logrado que vivamos en su mundo de falsedades, fantasías e irrealidades y que lo hagamos con la mayor sumisión y docilidad.
El mejor ejemplo de la pachanga española es el propio Sánchez. Seamos serios, si esto no fuera cierto, ¿cómo es posible que aún se desconozca el contenido de las maletas traídas ilegalmente a España por Delcy Rodríguez? ¿Cuál fue el destino de esas maletas? ¿Quién el destinatario? ¿Cómo es posible que a nadie en España le interese saberlo, investigarlo?
Y, para finalizar, es justo preguntar, ¿y el llamado Pueblo? Bueno, el llamado pueblo sabe que todo se olvida, que los que roban y los robados son en el fondo lo mismo: algo que se diluye en la eterna pachanga.