Pedro Sánchez lo ha dejado claro por si alguien todavía albergaba alguna duda: los dos referéndums del Quebec canadiense son su modelo. Vive a caballo entre la región canadiense y el imaginario país de Babia.
¿Qué más necesitan para darse cuenta de la gravedad del problema catalán?
Sánchez tiene en común con Torra y Puigdemont un terrible amateurismo en cuestiones políticas que lo empuja a errores de una gravedad tremenda. La última ocurrencia del presidente del Gobierno, de visita en Canadá, ha sido decir que la solución de los referéndums del Quebec no le parece mala para Cataluña. Si eso fuese un comentario escuchado en una barra de bar cualquiera un sábado por la noche, cuando los destilados van fuertes y los ánimos están enturbiados por los mismos, sería disculpable. Pero que, ante la presencia de Trudeau, que acababa de declinar opinar al respecto, Sánchez recoja la pregunta, la haga suya, y la responda saliendo por estas peteneras es preocupante, pues demuestra no tener ni puñetera idea acerca del problema.
Una vez más, el diletantismo del presidente y su falta de fuste como estadista se ha hecho manifiesta de manera impensable en cualquier otro mandatario europeo. Sánchez, en particular, y el resto de su partido, en general, no son conscientes de lo que está en juego. De entrada, existe un separatismo que quiere, sí o sí, echarse al monte porque su vocación totalitaria no le permite otra cosa que salirse con la suya e instaurar un régimen donde solo los “buenos catalanes” tengan carné de ciudadanía; que tampoco tengan en cuenta las implicaciones que una escisión de Cataluña presenta en el complejísimo plano geoestratégico de Europa y de la NATO, también, aunque esto segundo solo cause inquietud entre la gente que sabe leer un mapa y sacar conclusiones. No es su caso, nos tememos.
Sánchez vive en Babia y si cree que unos misiles vendidos a Arabia Saudita matan, pero poquito y selectivamente, puede creerse que negociando con Puigdemont lo tiene todo encarrilado
La visión del PSOE siempre ha sido gallinácea, de hoy para mañana, de político local, atado a su campanario e incapaz de ver más allá de donde picotean sus gallinas. En el momento presente, esa cortedad intelectual lo es todavía mucho más. Su único objetivo es conseguir el apoyo en el Congreso de los separatistas y que Sánchez pase a la historia como el enorme político que jamás será. Es bastante pueril, porque no van al meollo del asunto. En parte, porque no saben hacerlo – los estrategas de Moncloa parecen servir solamente para hacer algún sudoku y poco más – y, en parte, porque viven en una realidad tan imaginaria como pueda serlo la de la masa separatista. Es una Babia irreal, sustentada en sus propios mitos y en sus propios desiderátums. Todo eso no se corresponde para nada con lo que sucede en la calle, en el mundo empresarial, en eso que llamamos país real y que tan lejos les cae a los que viven entre moquetas oficiales. Están cegados por el oropel del cargo, esa es la verdad. Si no fuese así, si fuesen estadistas de verdad, y no simples becarios sin demasiadas ganas de trabajar, verían que, tras el separatismo, se mueven en la sombra intereses muy concretos. ¿De qué, si no, la entrevista de George Soros con el presidente al poco de ocupar el cargo? ¿A qué vendría, siguiendo el razonamiento, la posterior cena que mantuvo el magnate con Solana y Serra? ¿De donde nacería el interés de los servicios secretos de Putin en la difusión de las fake news alrededor del separatismo, del apoyo al mismo a través de sus expertos telemáticos, de su aumentada presencia en tierras catalanas?
Debería recordar el socialismo la nefasta influencia que tuvo en tiempos de la malhadada guerra civil el cónsul de la URSS en Barcelona, el agente de la Komintern Vladimir Antónov-Ovséienko, que se presentaba, aparentemente, como amigo del pueblo, para conseguir la implantación de un régimen satélite en nuestra tierra. Desconfiad de los regalos de los griegos, decían los clásicos, pero los separatistas están tan desesperados que igual les da apoyarse en la extrema derecha europea que en el régimen totalitario de Putin. La mezcla no es nueva. El pacto Molotov-Ribbentrop señala claramente que los totalitarios se tocan. Que Puigdemont y Torra estén ahí parece lógico. Que lo esté un social demócrata es impresentable. Pero, ya lo hemos dicho, Sánchez vive en Babia y si cree que unos misiles vendidos a Arabia Saudita matan, pero poquito y selectivamente, puede creerse que negociando con Puigdemont lo tiene todo encarrilado.
¿Sabe el presidente, al menos, donde está España?
Lo dudamos. Somos en único país de la UE con frontera directa con el mundo árabe, somos el portaaviones de la NATO en tanto en cuanto poseemos las bases de la USAF estratégicamente más necesarias para eventuales conflictos en Oriente Medio, somos el nexo de unión con África y con Hispanoamérica, somos el muro que frena el expansionismo de las potencias del Este frente al Atlántico. ¿Qué no daría Putin por tener una base naval en Tarragona? ¿Qué pagarían los países árabes por tener acceso libre a puertos de una república amiga, suministrándoles petróleo y controlando, así, su economía? ¿A qué estarían dispuestos a llegar esos países con tal de tener una cuña clavada en el bajo vientre de Europa e incrustada en pleno sur de Francia y en la franja interior española?
De todo eso se discutía, bien lo sé, en la sectorial de defensa de la ANC, y no de manera trivial, como si fuese una charla de café. Ahí se estudiaban documentos muy bien preparados acerca de costes de material bélico, modelos de ejército, capacidad de alcance de determinados misiles, organización de servicios de inteligencia, transformación de los Mossos en una fuerza armada. Fue tan seria la cosa que la misma Forcadell decidió clausurarla, porque aquello cantaba demasiado, siendo refundada discretamente en una semiclandestina sociedad de estudios militares catalanes totalmente desvinculada de la ANC, aparentemente. A muchos les parecerá una mala novela de espías y a otros les interesa muchísimo que la opinión pública lo crea así, pero lo cierto es que esto no va de autodeterminación y luego todos seremos amigos, ni mucho menos. Sánchez, con sus veleidades de tonto a las tres está poniendo en riesgo el delicadísimo equilibrio del sur europeo, con una Italia y una Grecia en manos de populistas. El único colchón serio con el que puede contar el sistema defensivo occidental, ya de por sí bastante lento, torpe y anticuado, si me lo permiten, así como el sistema político somos nosotros.
Sánchez debería ser más serio, pero como es imposible, lo único que le queda, si no quiere entrar en esa historia por la que se pirra como un tonto útil, es convocar elecciones y decir en su programa todo lo que quiera acerca del asunto
Son hechos que están ahí para quien se moleste en comprobarlos, pero al señor presidente se la trae al pairo, y busca un pacto con Puigdemont para darle una salida “democrática” al problema catalán. Uno se pregunta que habrá más democrático que la ley se cumpla y sea igual para todos, pero tales razonamientos no caben en las cabezas de los que dirigen el país. Sánchez se frota las manos ante un referéndum que es imposible, pues la constitución contempla que la soberanía es cosa de todos los españoles, y que la parte no puede cuestionar el todo. Busca triquiñuelas legales, medias verdades, embustes, cortinas de humo que, digámoslo todo, le salen siempre fatal, y el separatismo, que precisa de agua para su molino, le deja hacer porque no pierde nada con ello. Si no hay acuerdo, saldrán a la calle, como les explicaba ayer. Si lo hay, se apuntarán el tanto. Pero jamás renunciarán a continuar hasta ganar. De la manera que sea.
El presiente debería ser más serio, pero como es imposible, lo único que le queda, si no quiere entrar en esa historia por la que se pirra como un tonto útil, es convocar elecciones y decir en su programa todo lo que quiera acerca del asunto. El ciudadano de a pie sabrá ponderar esos inventos del TBO. Pero, cuidado, porque romper un cristal es sencillísimo y cualquier estúpido armado con una piedra puede hacerlo. Recomponerlo es infinitamente más difícil y se precisa de un buen cristalero. A poder ser, que no viva en Babia.
Por cierto, ¿y de los Pujol que sabemos? ¿Y del tres por ciento?