A la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, empiezan a crecerle lo enanos. Sus últimas decisiones se cuestionan tanto desde el Govern como desde su propia asociación. Y es que hay amarillos para todos los gustos.
La bofetada de Elsa Artadi
El brazo secular del separatismo anda un tanto desmochado, a pesar de que proclamen eso de un solo pueblo. Nunca, cosas de la vida, el separatismo estuvo tan desunido. En la ANC, Asamblea Nacional Catalana, se palpa la fragmentación existente a día de hoy entre los estelados, básicamente reducida a dos facciones con visiones y estrategias radicalmente enfrentadas. Para sintetizar, por un lado, están quienes dicen que desde el 1-O hasta ahora las cosas han ido de mal en peor, que Puigdemont es el principal obstáculo para desencallar la situación política y que hay que volver a los canales de siempre. Es decir, a la autonomía y ya vendrán tiempos y dirigentes mejores. Es el sector Junqueras, con Esquerra detrás, y algunos políticos del PDeCAT, incluidos dirigentes encarcelados como Joaquim Forn, tal y como decíamos en el artículo de ayer. Quienes lo integran son defensores de una Real Politik al viejo estilo pujolista. Saben que han fracasado en su envite contra el Estado y pretenden obtener una salida airosa que les permita salvar los muebles y prepararse para, dentro de un cierto tiempo, volver a las andadas. Ciertamente, contra España se vive mejor, piensan no pocos de ellos.
Enfrente de estos, de los posibilistas, están quienes se han enrocado en las posturas numantinas del fugadísimo y su núcleo duro, que solo pretende sobrevivir. No tienen nada que perder como no sea la prebenda, la imagen de mártires y la capacidad de agitar las turbias aguas de la política de bambalina, de los CDR, de las calles. Esperan un milagro que los salve de sus responsabilidades penales, cosa lógica porque sus mentalidades son infantiles, rayanas en la puerilidad más inaudita. De tanto repetirse que esto de España era un asco, acabaron por creérselo, de ahí que no supieran medir la respuesta que el Estado iba a darles. Confundieron desde siempre el gobierno con el conjunto de ese Estado, quizás porque en Cataluña el pujolismo controlaba todos los hilos del poder y si querías algo tenías que ir a parar, finalmente, al despacho del entonces President. Por eso no comprenden que Sánchez no pueda poner a los presos en la calle o no pueda cargarse cuarenta años de constitucionalismo. Si fuera Pujol no tendría problemas, todo es voluntad política, dicen. En las dictaduras, sí, pero en democracia, señores, no. Pero no se lo digan, porque ni lo entienden ni quieren entenderlo.
Entre los que se han enterado que hay una cosa que se denomina legalidad vigente y los que no lo aceptan hay mundos de distancia, por más que todos se reclamen separatistas. La ANC, que siempre ha sido un lago tranquilo que pretendía reflejar la imagen plácida, amable y unida de las fuerzas independentistas, ya saben, la milonga esa de la transversalidad y tal, vive horas de oleaje insospechado hasta hace poco debido a esos tira y afloja. Y es que esta ANC no es la de Carme Forcadell ni la de Jordi Sánchez. Tampoco la ex Convergencia es la que era, ni Esquerra. El proceso se ha llevado todo por delante, incluyendo a sus propios protagonistas. Que Elsa Artadi haya salido al paso de las inflamadas palabras de Paluzie, en las que recriminaba al Govern que les pasase la pelota a los activistas, instándolo a la radicalidad, es importante. “El Govern está de acuerdo con Junqueras en que el escenario central es el diálogo y la negociación”, dijo la vicepresidenta de Torra. De tomar el palacio de invierno al asalto, nada.
No es la única que ha peinado a la dirigente de la ANC en estos días. Los suyos, también.
Las territoriales de la ANC se plantan ante Paluzie
Qué tiempos aquellos en que Artur Mas decía mú y la ANC obedecía rauda y veloz, debe pensar la presidenta de la ANC. Ahora Torra hace llamamientos a la movilización constante, Paluzie hace “una convocatoria de país” de cara al 1-O, los convoca a todos el próximo primero de octubre ante las puertas del Parlament y, oh, muchas agrupaciones territoriales de la ANC le dicen que de qué vas. Resulta que estos chicos, tan poco democráticos con los demás, lo son mucho en sus cositas y no pocos de ellos habían decidido montar el pollo, sí, pero en su casa. Las quejas contra ese afán centralizador – uy, que feo, Paluzie – se fundamentan en que ya tenían actos previstos y concertados en sus respectivos municipios, y que hacer una convocatoria a solo quince días vista es precipitado, que la logística es complicada, que la fecha cae en lunes laborable, en fin, que están hasta los gladiolos de ir y venir de sus pueblos acarreados en autocares.
En Cambrils, en Reus, en Tarragona, lo miembros de la ANC están empezando a estar hasta la barretina. Total, para organizar cosas como la colocación de placas conmemorativas en honor del 1-O en lugares como los que sirvieron de colegios para votar o en calles diversas no hace falta irse a Barcelona, dicen con razón. Por otra parte, se les pide que organicen cenas “amarillas” para recaudar fondos, que impliquen a todo Cristo, que den charlas sobre el rollo separatista, que monten coloquios y, como la pela es la pela, ya si eso, que promocionen empresas de las que figuran en el listado de la ANC como afines al proceso, verbigracia, una compañía eléctrica.
Es mucho curro, para que vamos a engañarnos, y los de las ANC locales han dicho como en aquel poema de Neruda My dear guy, hasta aquí nomás llegaste. Lo que subyace detrás de esa queja, insólita hasta el día de hoy y, por ello, a destacar, es que las comarcas empiezan también a discrepar de la capital. El mismo argumento que utilizan los separatistas del rera país contra Barcelona, la cosmopolita y malvada Barcelona, la metrópoli perversa frente al campo sano, tradicional y purificador de la nación. El carlismo vetusto se empieza a volver en su contra, y nada podría tener mayor justicia poética que acabar ser víctima de tus propios argumentos. Todo esto no ha hecho más que empezar aunque, no lo dudemos, si hubiera otra vez cargos y prebendas que repartir volverían a ir unidos como un solo hombre. No hay nada que cause un mayor sentimiento fraternal que saberte coparticipe de la ganga, de la gabela, del chollo.
De momento, no nos consta que la señora Paluzie padezca ningún trastorno de ansiedad y se la ve bastante firme y saludable, cosa que nos reconforta, pero ha de empezar a cuidar sus formas porque ya se ve que esto de los ukases comienza a disgustar a sus propios compañeros de filas. Es lógico, porque cada vez hay más separatistas que andan más mosqueados que un pavo escuchando una pandereta. Son años y años de oír de labios de sus dirigentes que esto ya lo tenían a punto, pero no hay manera de que lleguen a la tierra prometida y eso, hombre, cansa mucho, incluso al mismísimo pueblo de Israel.
Es un nicho que deberían aprovechar los posibilistas y, ya que estamos, aquellos que desean llegar a acuerdos. No es mi caso, porque servidor no es político, gracias a Dios. Solo me gustaría comprender y en ello estoy.