Si algo ha demostrado la experiencia del Gobierno presidido por Carles Puigdemont desde enero es que los de la CUP “no son de fiar”, aseguran en Convergencia. Desde que se constituyó el nuevo Parlamento autonómico, el llamado pacto de estabilidad ha sido casi papel mojado. Las continuas traiciones de los cuperos, sobre todo, y las tensiones con Esquerra Republicana, han llevado a los convergentes a perder en total 64 votaciones y desde hace varias semanas se enfrentan a la prueba del algodón: la aprobación de los Presupuestos de este año. “En Cataluña, al margen de la apariencia, está casi todo paralizado y el miedo principal de los empresarios es que esta situación aboque a un Gabinete presidido por Esquerra con la colaboración interna de la CUP”, reconoce un veterano diputado nacionalista, consciente de que entre Oriol Junqueras y la izquierda radical hay muchas más conexiones que las que vinculan a los republicanos con Convergencia.
Desde que Puigdemont preside el Gobierno ha perdido 64 votaciones en el Parlamento catalán
El debate sobre las cuentas de 2016 ha hecho que afloren las enormes contradicciones que contamina la relación entre las fuerzas políticas que sostienen al actual Gobierno. Junqueras, que sustituyó a Andreu Mas-Colell en la cartera de Economía, defiende con ahínco la subida de impuestos a rentas superiores a 90.000 euros, mientras que Puigdemont se opone a ella por considerar que levanta sarpullidos entre su electorado. La batalla se ha dejado pendiente hasta después de las próximas elecciones generales.
Si no pueden aprobarse los Presupuestos, se irá a elecciones en otoño. Esto es algo que tienen claro Convergencia, en periodo de renovación, y Esquerra, con problemas crecientes para dar estabilidad a su Gobierno. Sin embargo, no es el horizonte preferido por Puigdemont ni tampoco por Oriol Junqueras. Las razones son sencillas de explicar. Convergencia se propone estrenar nueva marca en julio sin despejar de momento el papel que quiere jugar en ella el expresidente Artur Mas. Los republicanos, por su parte, necesitan más tiempo para definir un perfil propio que no les lleve a depender tanto de Convergencia. A ello se añade que en octubre hay previstas elecciones en el País Vasco y Galicia y el independentismo necesita y quiere todo el protagonismo con la intención de no compartirlo con ninguna otra comunidad autónoma.
La CUP será la que marque los tiempos
Sin embargo, al final puede ser la CUP la que marque los tiempos. Hace una semana, apostó de forma asamblearia por desligarse del pacto de gobernabilidad al considerar que no está sirviendo para romper con el Estado y está retrasando la ruta prevista para ello. El voto de los cuperos no solo es imprescindible para sacar adelante los Presupuestos, sino también para aprobar las leyes que se preparan para ‘desconectar’ con el Estado. “No es gente de fiar, con ellos no se va a ningún lado porque no sabemos por dónde pueden salir en cada momento, incluso han entrado en guerra con la alcaldesa Ada Colau por el papel de la guardia urbana en el mantenimiento del orden público. Es gente acostumbrada solo a la pancarta y a la barricada”, resumen las fuentes.
En Convergencia hay hartazgo con la CUP, al contrario que en Esquerra Republicana
Tanto en Convergencia como en ERC se coincide en que ambas fuerzas intentarán medirse a partir de los resultados que obtengan en las próximas legislativas y que será después de ellas cuando decidan la duración de la actual legislatura. Junqueras se siente fuerte, las encuestas le dan 41 escaños en el Parlamento catalán si concurriera a las autonómicas en solitario, frente a los 62 que suma la coalición de Juntos por el Sí desde septiembre del año pasado. Lo que alarma de verdad a los empresarios y financieros con intereses en Cataluña es que el fruto de este cóctel sea, al final, un Gobierno presidido por Esquerra con consejeros de la CUP que convierta a Convergencia, incluso a la desaparecida CiU, en un bonito recuerdo.