Opinión

La miseria moral de la paleoizquierda

Diez días después de la acción criminal que el grupo terrorista Hamás perpetró en Israel, prefiero no imaginar lo que siguen sufriendo, no solo los familiares y amigos de las personas que fueron asesinadas a sangre fr

  • Vista general de varias personas en una manifestación en apoyo al pueblo palestino -

Diez días después de la acción criminal que el grupo terrorista Hamás perpetró en Israel, prefiero no imaginar lo que siguen sufriendo, no solo los familiares y amigos de las personas que fueron asesinadas a sangre fría, sino también los que fueron secuestrados y continúan en condiciones infrahumanas en manos de los integristas islamistas, ancianos, mujeres y niños incluidos. Una ciudadana israelí con familiares secuestrados admitía que no sabe si deseaba que sus seres queridos permanecieran aún vivos o que ya hubieran sido asesinados, habida cuenta las atrocidades que son capaces de hacer los fanáticos y que, de hecho, ya han perpetrado en el pasado.

La acción sanguinaria de Hamás fue minuciosa y largamente preparada, contó con apoyo extranjero y cogió por sorpresa a Israel, uno de los países del mundo más pendiente de su seguridad; al fin y al cabo vive amenazado desde su fundación en 1948 y rodeado de enemigos que pretenden que sea borrado del mapa por la fuerza de las armas. La acción terrorista demostró la capacidad mortífera de Hamás pero también la miseria moral de la paleoizquierda o izquierda reaccionaria o de algunos de sus dirigentes.

Este pasado domingo, sin ir más lejos, altos dirigentes de Podemos y de Sumar y otros grupos de izquierda reaccionaria, se manifestaron en Madrid convocados por organizaciones antisemitas que no solo no reniegan del uso de la violencia para lograr sus objetivos sino que abiertamente lo avalan. En esa manifestación se apoyó expresamente la matanza de civiles israelíes perpetrada por Hamás: "Es resistencia, no es terrorismo", gritaron.

Parecen obviar lo Hamás representa: además de la violencia, la imposición de una religión obligatoria, la supresión de las libertades y la vulneración de los derechos humanos fundamentales, especialmente los de las mujeres

Para Enrique Santiago, secretario general del PCE y diputado de Sumar, son terrorismo los abusos laborales, el equilibrio presupuestario, los desahucios, los accidentes laborales y hasta el líder de la oposición venezolana, pero el hombre no sabe si lo de Hamás es terrorismo, porque para él todo es terrorismo menos el terrorismo. E Iñigo Errejón, que se caracteriza por su verborrea y por sentar cátedra sobre todo tipo de temas, enmudeció cuando se le preguntó si Hamás es o no es un grupo terrorista. Debe de estar pensándolo todavía. Tan listo para algunas cosas y tan miserable para las cosas que son fundamentales en una democracia. Tan sensible ante torpezas machistas simbólicas, por poner un ejemplo, como insensible ante los cuerpos ciertamente masacrados por un grupo terrorista. No solo parecen desconocer los límites morales que deben guiarnos sino que, con su posición sobre Hamás, parecen además obviar lo que este grupo representa: además de la violencia, la imposición sobre la sociedad de una religión obligatoria, la supresión de las libertades más básicas y la vulneración de los derechos humanos fundamentales, especialmente los de las mujeres, víctimas principales de los integristas. Respecto a los homosexuales, no los hay donde ellos gobiernan: huyen a Tel Aviv para que no los ahorquen.

¿Cómo se responde a una agresión criminal cometida por un grupo terrorista con implantación social y política en un Estado donde habitan dos millones y medio de personas, la mayoría de las cuales no solo no tienen que ver con la organización sino que son sus propias víctimas? Israel tiene derecho a defenderse pero, en su respuesta a las acciones terroristas de Hamás, no puede sobrepasar determinados límites, debe respetar las normas internacionales y debe tratar de salvaguardar los derechos humanos de la población civil que los terroristas utilizarán, es cierto, como escudos humanos. Hamás goza de las simpatías de muchos palestinos, tal cosa es innegable, pero exigirles a estos que se alcen frente a sus propios verdugos es un imposible, dado que bastante tienen con soportarlos y no morirse de hambre. Por tanto, hacer corresponsable a toda la población civil de Gaza de las acciones terroristas de Hamás es inadmisible, porque no solo no es libre sino que en su mayoría es víctima de los terroristas, que los tienen subyugados y los utilizan para sus propósitos.

Israel tiene derecho a su legítima defensa pero no tiene derecho a traspasar determinados límites. Y si los traspasa, y ya los ha traspasado, tales hechos deben condenarse

Así que Israel debe respetar el derecho internacional, el derecho humanitario y la Convención de Ginebra en su lucha contra el terrorismo. No se trata tanto de responder proporcionalmente a las acciones terroristas, dado que tal cosa implicaría que Israel pudiera actuar de la misma forma que lo hace habitualmente Hamás (con violaciones, secuestros y asesinatos), sino acorde a la democracia que presume de ser. Israel debe distinguir a terroristas de la población civil, perseguir y detener a los primeros o eliminarlos si esto no fuera posible, pero posibilitando que los civiles puedan ponerse a salvo. Israel tiene derecho a su legítima defensa pero no tiene derecho a traspasar determinados límites. Y si los traspasa, y ya los ha traspasado, tales hechos deben condenarse. Sin justificaciones y sin peros de ningún tipo.

Hay problemas políticos que no tienen solución sencilla. No aspiro a tanto. Se trata de al menos no empeorar las cosas, luchar contra el terrorismo en todos sus frentes, respetar el derecho internacional y evitar que la guerra se extienda, lo cual tendría consecuencias imprevisibles. El integrismo islámico es una amenaza global, consecuencia de su expansión a lo largo y ancho del mundo. Es una amenaza para nuestras libertades y nuestras democracias. Lo que se haga para derrotar al terrorismo debe hacerse con inteligencia y sabiendo que hay unos límites que no pueden traspasarse. Esos límites que nos hacen ser moralmente superiores a ellos.

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