Opinión

Llámele democracia, llámele X

Que a esto le llamemos democracia importa a unos cuantos, y si no miren los resultados de las últimas elecciones

  • Gente con banderas de España

Empiezo a creer que aquí la única singularidad es eso que llaman el pueblo español travestido de don Tancredo. O de Rajoy: menudo lío meterse ahí, deja, deja. Advierto que, como les pasará a muchos de ustedes, no sé muy bien de qué se habla, o, mejor dicho, de qué hablo cuando junto estas dos palabras, pueblo y español. Ya saben que aquí hay vocablos como estado, país, territorio o nación que, al igual que el caballo en el ajedrez, se mueven y estiran a voluntad de quien manda en el tablero.

Singular es el pueblo, o la ciudadanía, dicen ahora aquellos a los que les arde la lengua cuando pronuncian la palabra español, otro término maldito fuera del ámbito de la Eurocopa. Como singular también es eso del cuarto poder, expresión que provoca la risa floja en estos tiempos, cuando no la urgente necesidad de una plegaria por lo que una vez fueron los medios de comunicación en España.

Pero ahí están, bravos y razonables, unos cuantos periodistas empeñados en denunciar los excesos y desmanes de un gobierno al que hace tiempo le dejo de interesar la democracia y su precario estado

Pero ahí están, bravos y razonables, unos cuantos periodistas empeñados en denunciar los excesos y desmanes de un gobierno al que hace tiempo le dejó de interesar la democracia y su precario estado. Muchos de esos periodistas que hablan por la radio y escriben en lo que algunos ignorantes llaman tabloides, estuvieron contra Franco -ya van quedando pocos en activo, la verdad-; en contra de los excesos del felipismo, de Eta y el Gal; en contra de los fuegos artificiales de Zp y del estafermo de Rajoy. O sea, estuvieron siempre contra el poder pero hoy son sospechosos. Inquietantemente prescindibles. A la llamada ciudadanía esto parece darle igual, lo que no deja de ser, eso, una extravagante singularidad del llamado pueblo español.

Haga la prueba, junte dos términos como regeneración y Sánchez, y verá como empieza a notar un sudor frío por todo el cuerpo, señal de aturdimiento e incapacidad. Usted lo nota y sufre. Pero es igual. Haga lo que haga, el marido de Begoña Gómez siempre habrá cinco millones de españoles acompañándole. Como pasa con el Liverpool, se hunda en el fango o en una depresión de cinco días, nunca caminará sólo. Como aquello de Aznar con Bush: hagas lo que hagas George, siempre tendrás un bigote detrás. Y por ahí sigue el del bigote dando clases para regenerar una España que tiene aún esta cuenta pendiente.

El último hito de esta democracia por fascículos es la forma en que el sanchismo manosea al Tribunal Constitucional

El último hito de esta democracia por fascículos es la forma en que el sanchismo manosea al Tribunal Constitucional, ese órgano que  da cobijo a una ex alto cargo de la Moncloa o un ex ministro del gobierno de Sánchez, el mismo que con el tumbaó que tienen los guapos al caminar, se permitió en un mitin en Sevilla pedir una ovación para Magdalena Álvarez porque el Tribunal del 7-4, (siete progresistas, cuatro conservadores) le va a despejar su horizonte penal. ¿No les da vergüenza a los vocales del Constitucional la forma en que se pregonan sus deliberaciones? No lo parece.  Pero fue en un mitin del PSOE del pasado día 8 cuando Sánchez, como si fuera un torero vestido de tabaco y oro, pidió a Magdalena Álvarez, su banderillera esa tarde, que saliera a los medios con la montera en la mano para recibir una ovación. Han vestido a España con bata de cola y el público, bullicioso y alegre, lo agradece en lo que vale.  

Ahora, este desviado Tribunal se dispone a corregir a la Audiencia de Sevilla y al mismísimo Tribunal Supremo, a propósito del gran fraude de los Ere en Andalucía. Ese engaño que creó un sistema clientelar donde se repartieron 679.432.179,09 euros. Áteme esa mosca por el rabo, y haga el favor de pronunciar en voz alta semejante cantidad. ¿Lo ha hecho? Vuelva a repetirlo una y otra vez. Así hasta que llegue su próxima nómina y mire lo que le van quitando para que el mecanismo tire p´alante, que cantaba Carlos Cano en la Murga del currelante.

El Constitucional no es un órgano judicial. Está compuesto por magistrados, sí, y por otros que no lo son, y se dispone a enmendar la plana a la Audiencia de Sevilla y al Supremo. Al Supremo, me digo una y otra vez mientras me pellizco el brazo. Se dispone también a revisar y a revaluar las pruebas -a reescribir, en realidad-, que se leen en las sentencias de ambos tribunales.  No hay que estudiar Derecho para saber que el tribunal del 7-4 no es un tribunal de apelación, que no forma parte del Poder Judicial, pero sí del poder político. Todo esto está pasando en esta España de siniestras singularidades, más pendiente de las vacaciones que de este galimatías que interesa a unos cuantos, y entre ellos a unas docenas de periodistas canallas joputas que están todo el santo día tocando los cojones al poder.

Desgaste constante

Como para sobrevivir a la actualidad uno imagina más que piensa, me figuro al juez Manuel Marchena al final del día y llegando a su casa. Harto de reuniones el buen juez presidente de la Sala Segunda del Supremo. Agotado de lecturas profesionales y de periódicos donde escriben saltimbanquis de la galleta y el perfume. Harto de escuchar imprecisiones y estupideces en su despacho, pero también en las radios y las teles que el poder controla.

Y lo imagino también sentado en su despacho y refugiándose en la música, sacando de la estantería un Cd -qué clásico Marchena, ¿un Cd?-, de los desesperados Dire Straits. Suena una vez más Sultans of Swing, y le da por pensar en el material del que está hecho el disco porque sigue sonando maravillosamente después de haberlo reproducido cientos de veces. Por eso, conoce bien la frase con la que arranca la voz de lija de Mark Knofler. Ese comienzo es adictivo, y en días como hoy, lo hunde en la desesperación: You get a shiver in the dark (Tienes un escalofrío en la oscuridad)

España, de los nervios y con escalofríos ante una ciudadanía que tiene otras cosas en qué pensar. Así es si así os parece. Que a esto le llamemos democracia importa a unos cuantos, y si no miren los resultados de las últimas elecciones. A lo que tenemos vamos a llamarle “X”, mientras deseamos que nadie venga del futuro para contarnos lo que puede pasar.  Y vamos a dejar que siga sonando la guitarra de Knopfler. Y que, como Juan Ramón Jiménez afirma, que las bocas no callen.    

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