Opinión

Paciencia, perseverancia, discernimiento

Al leer estas tres elevadas palabras, hoy muy en desuso, alguien podría pensar que su autor acaba de leer el libro de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. No es así, aunque tal y como están las cosas no lo descarte. La obra,

  • Carles Puigdemont

Al leer estas tres elevadas palabras, hoy muy en desuso, alguien podría pensar que su autor acaba de leer el libro de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola. No es así, aunque tal y como están las cosas no lo descarte. La obra, que fue publicada en 1548, es un tratado sobre la ciencia del discernimiento, que como muchos de ustedes sabrán es una buena herramienta para reconocer la señales con las cuales el Señor se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables.

Sucede sin embargo que no es el santo de Azpeitia el que acaba de apelar a la paciencia y la perseverancia, es, ni más menos que Carles Puigdemont, que no es precisamente un santo, aunque hoy, a 24 horas de la conformación de la Mesa del Congreso, tiene en su persona la oportunidad, urgencia y exigencia en la que se mueven los elegidos por el Cielo. No es un santo, es un mentiroso de libro que se hace titular de presidente la república catalana en el exilio. Hasta ayer, semejante apelación causaba risa, incluso al presidente del Gobierno en funciones, ese estadista que una vez más, el 23-J, volvió a perder las elecciones generales.

Desde esa posición de perdedor -sí, sí, recordemos una vez más que el PSOE no ha ganado las elecciones, aunque pueda ganar el gobierno- Sánchez ha llegado a decir que su partido ha puesto en marcha el reloj de la democracia. En realidad, no ha puesta en marcha otra cosa que una segunda resurrección del monstruo creado por el doctor Victor Frankenstein. Pero no nos equivoquemos, la democracia es algo bastante más serio que el tic tac de un reloj, al menos para aquellos dirigentes que han interiorizado la necesidad de que la política tiene sus líneas rojas cuando lo que media es el interés general de todos los españoles.

Cuando se gobierna pensando sólo en una parte, las líneas rojas se convierten milagrosamente en orégano seco.

¡Dios, qué duro tiene que ser ganarse el sueldo de diputado o senador formando parte de esta indecorosa clac de políticos y políticas a favor siempre de la mentira y el capricho!

Puigdemont sufrió un ataque de risa el día que escuchó decir a Sánchez que lo traería a España porque la Fiscalía, que dependía de él, haría lo que ordenara: “Me comprometo a traer de vuelta a España a Puigdemont”. Estas fueron las palabras pronunciadas ante un grupo de parlamentarios que, al igual que hicieron cuando anuncio entradas casi gratis para que los mayores vayan al cine, se levantaron emocionados rompiendo en aplausos y emoción. ¡Dios, qué duro tiene que ser ganarse el sueldo de diputado o senador formando parte de esta indecorosa clac de políticos y políticas a favor siempre de la mentira y el capricho!

Cuando Sánchez contrajo el compromiso de traer al prófugo de la justicia española corría en el calendario el cinco de noviembre de 2019. Casi cuatro años después aquel compromiso es, como tantos otros, papel de estraza mojado con los jugos del pescado echado a perder. Apesta. El de Waterloo se tomó a chacota el compromiso de Sánchez y, claro, este ya no lo declara. Sucede que Puigdemont se regodea y extasía -en realidad, babea-, notando la masa blanda que tiene en su puño cada vez que cierra la mano. Ni en el mejor de sus sueños había imaginado tener cogido por esa parte a quien lo amenazó de traerlo a España y encarcelarlo después.

Cómo hemos llegado a este punto es algo que cuesta más comprender que explicar, pero digamos que, aunque la arrogancia y los incumplimientos del presidente en funciones sean moneda corriente, nada sucede sin que antes unos cuantos millones de españoles le hayan apoyado con una papeleta. Dicen que el pueblo nunca se equivoca. Que pregunten a los argentinos a ver qué dicen. Creo que el que el partido que tiene más votos que otro ha ganado las elecciones. Pero eso lo creemos algunos. El pueblo nunca se equivoca, aunque a veces no sepa o no quiera saber lo que vota.

Lo que pase mañana en el Congreso está en manos de este hombre oscuro y de talante bobalicón que, antes de meterse a político, ejerció de periodista, o eso dice

Lo cierto es que Carles Puigdemont luce este miércoles como si fuera un libertador latinoamericano de la metrópoli española. Ese traje le gusta, y así es como se viste cuando responde a quienes buscan su apoyo con esa apelación tan ignaciana a la perseverancia, la paciencia y el discernimiento. No se pongan nerviosos, parece decir. Lo que pase mañana en el Congreso está en manos de este hombre oscuro y de talante bobalicón que, antes de meterse a político, ejerció de periodista, o eso dice. Sánchez está en sus manos. Y por mentira que pueda parecer también está en las manos caprichosas de un partido pragmático y aprovechado como Coalición Canaria. Los catalanes de Puigdemont tienen siete escaños. Los canarios, uno. Hay días en que oigo hablar de democracia y sufro el mismo ataque de risa que el prófugo cuando se pone en YouTube ese momento glorioso en el que Sánchez se compromete a traerlo detenido a España. Después de la risa, melancolía. Y tras la melancolía, nada. Silencio y discernimiento. Mucho discernimiento.

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