De la candidatura de un casi nonagenario como Ramón Tamames a la Presidencia del Gobierno puede aventurarse que tiene pinta de ser a la política lo que a la economía es uno de esos cisnes negros con los que, de cuando en cuando, ésta se venga de los países hundiéndolos por organizar una guerra o por desafiar la lógica del mercado y las reglas del buen gobierno.
Aparentemente, Vox ha diseñado su moción de censura para reforzar a Santiago Abascal y desgastar a Alberto Núñez Feijóo por el centro aún a costa de dar oxígeno a Pedro Sánchez -que la tiene ganada aritméticamente-, pero vayan ustedes a saber… también el Barsa era casi campeón de Liga este sábado por la noche, tras empatar el Real Madrid con el Atleti en el Santiago Bernabéu, y al día siguiente los de Xavi Hernández tropezaron de forma inexplicable contra un rival muy menor, el Almeria, y vuelven a estar a tiro de piedra de los Vinicius & cia…
Quién sabe, en medio de este escenario con aroma inconfundible a fin de ciclo, con esa supuesta recesión que nunca llega, trenes que no caben por los túneles y más de 600 agresores sexuales que han visto rebajada su condena, con la cesta de la compra por las nubes y episodios chuscos como las corruptelas y juergas con cocaína y prostitutas del ex diputado socialista Bernardo Fuentes Curbelo Tito Berni en las cuales, a lo que se ve, participaron otros cinco parlamentarios del PSOE, quien sabe, insisto, qué ocurrirá en ese Congreso cuando suba Tamames a la tribuna de oradores y cómo le percibiremos los españoles.
Sánchez tiene garantizado que no se irá cariacontecido por la puerta de atrás como Rajoy por un quítame allá esa Gürtel; Lo que no tiene garantizado es que, necesitado como está de salir a hombros, se sobre tanto contra Tamames que acabe provocando rechazo
Lo único cierto es que una moción de censura no se presenta solo para ganarla y que, siendo el arma democrática más potente en manos de la oposición también tiene retroceso contra sus proponentes, es decir, que puede servir para una cosa y su contraria: que se lo digan a ese Mariano Rajoy, que en 2018 la perdió sorprendentemente frente a Sánchez solo porque el PNV le dejó colgado de la brocha días después de haberle aprobado los presupuestos; o al ya fallecido ex presidente Adolfo Suárez, que se la ganó aritméticamente a Felipe González en 1980 pero luego el PSOE barrió en las elecciones de 1982... Nada es lo que parece cuando se llega a este punto gaseoso y lampedusiano donde volvemos a estar, en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo, sea lo que sea, no acaba de llegar.
Sánchez tiene garantizado, y no es poco, que no se va a ir cariacontecido por la puerta de atrás como su antecesor por un quítame allá esa Gürtel; Lo que no tiene garantizado es que, necesitado como está de salir a hombros por la carrera de San Jerónimo, se sobre tanto que el viejo catedrático acabe dándole una lección de economía y el presidente provoque (más) rechazo en la opinión pública.
Tampoco tiene garantizado el presidente que al Tito Berni no le dé por filtrar en vísperas de la moción de censura otra foto de su cotizado álbum con algún otro diputado socialista en una de sus famosas fiestas en hoteles de Madrid para festejar el cierre de operaciones corruptas con empresarios de las islas, convirtiendo el Congreso poco menos que en ”un lupanar” (Abascal dixit). Y, mucho menos, que los socios de investidura, Podemos, ERC, PNV, Bildu, Compromis y Más País vayan a renunciar a ir al choque contra Vox a dos meses de elecciones autonómicas y municipales; que organicen tanto ruido que den al traste con la operación remontada de La Moncloa y Ferraz... Por todo eso, y por muchas cosas más, el candidato inesperado Tamames me parece un cisne negro en el peor momento, a menos de dos meses de la cita con las urnas.
La iniciativa de este Vox menguante de cerrar el ciclo de la nueva política con una moción de censura liderada por un personaje de Cuéntame, con Ciudadanos desaparecido y Albert Rivera en su casa, con Podemos en franca retirada y Pablo Iglesias a sus labores universitarias y mediáticas, es, por encima de todo, una distopía
No me negarán que la extravagante iniciativa de este Vox menguante de cerrar el ciclo de la nueva política organizando una censura liderada por un personaje de Cuéntame y no por los mucho mas Abascal -incluso Rosa Díez-, con un Ciudadanos en trance de desaparición definitiva y Albert Rivera ya en su casa, con Podemos en franca retirada y Pablo Iglesias a sus labores universitarias y mediáticas, es, por encima de todo, una distopía.
Distopía: Dícese de la “representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana” (sic); les prometo que así viene definida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (RAE)… que no me lo estoy inventando para que este artículo me quede redondo, aunque lo parezca.
La candidatura de Tamames nacido de una animada conversación entre Santiago Abascal y el escritor Fernando Sánchez Drago, y después de que Vox recibiera varios noes de candidatos, parece un descarte. Digo que lo parece porque, pese a sus contradicciones con la “Nación Cataluña” en una carta a Artur Mas tras el 1-O desvelada este mar por El Mundo, tildar así al veterano catedrático de Estructura Económica con marchamo antifranquista, con cuyos libros -y los de los ya desaparecidos Enrique Fuentes Quintana y Juan Velarde- a buen seguro estudiaron el que va a ser su rival parlamentario, Pedro Sánchez, y todas las generaciones de economistas del último medio siglo, me parece arriesgado; no sé a ustedes… un consejo: compren palomitas, el espectáculo promete.