Una de las primeras cosas que se aprenden viendo películas americanas de abogados es que no se pueden hacer preguntas de las no se conozcan previamente las respuestas. Esta verdad evidente es la que parecieron olvidar los cargos de Junts per Cat en el Govern de Aragonès cuando convocaron a las bases del partido a una consulta en la que siete consellers, 280 altos cargos y todos los sobrinos y colocados respectivos se jugaban la nómina en el otoño más difícil económicamente de los últimos años. Unas bases, 6465 afiliados exactamente, más bien escasas para todo el daño que ha hecho su partido a esta pobre región condenada a sufrir la clase política más torpe de la historia.
Por supuesto ocurrió lo que suele suceder cuando se le da una porcelana a un niño, y de forma más acusada cuánto más valiosa es: faltó tiempo para que quedara pulverizada contra el suelo la esperanza de permanecer en el Govern de los consellers que, sin poder expresarlo claramente, confiaban en que las bases tomaran la decisión “correcta” por ellos, es decir, que a pesar de lo “inaceptable” de la situación no tendrían más remedio que “sacrificarse” y seguir en el machito por el bien de la futura Cataluña independiente.
Será que con tanto procès carecen de cultura cinematográfica de abogados, porque de otra forma no se entiende que pusieran su futuro en manos de unos cuantos desconocidos sin nada que perder. El problema de Junts es que conviven en su seno la realidad y la ficción. La realidad de gente como el secretario general Jordi Turull, que sabe lo que es la cárcel y ya no está para experimentos y sí para la política posible, y la ficción de Carles Puigdemont, que desde su mansión belga, y con ese punto de patetismo trasnochado de los exilios sin razón de ser, percibe, y no se engaña, que cada día que transcurre lejos de Cataluña su peso en la política se diluye y su consideración como icono folklórico crece.
Un sector del partido, con sus consellers respectivos, no estaban por la labor y de ahí la coartada de la consulta, que ha dejado a Junts debilitado y desunido
El caso es que tras la patada de Aragonès al vicepresidente Jordi Puigneró, figura muy próxima al Carlomagno de Waterloo, el prófugo no iba a conformarse con nada que no fuera la salida en bloque de la parte de Junts del Ejecutivo. Y así ha sido, pero no de la forma prevista. Un sector del partido, con sus consellers respectivos, no estaba por la labor y de ahí la coartada de la consulta, que ha dejado a Junts debilitado y desunido y a Puigdemont con la certeza de que sus días de ordeno y mando en lo que queda del mundo convergente están a punto de acabar. Como no hay nadie insustituible, y Aragonès parece haberse sacudido ese complejo de inferioridad que siempre ha lastrado a ERC en su relación con Junts, ya se han hecho públicos los nombres de los nuevos consellers ante el desespero y frustración de los que se quedan en la calle y lo que es peor, con las manos alejadas del rico panal del presupuesto.
Laura Borrás, la ex presidenta del Parlament que debería ocupar el tiempo en preparar su defensa ante el juicio oral por corrupción que le espera, ya ha salido a decir que el nuevo gobierno no tiene legitimidad política ni democrática, lo que ha motivado que la consellera de Presidencia Laura Vilagrà, que hay que ver las Lauras cómo se las gastan, le responda comparando a Junts con Vox, el peor insulto posible que un independentista puede encasquetarle a otro. Un espectáculo que debe resultar, cinco años después del simulacro de referéndum, desesperante para los votantes que se dejaron enredar en aventuras secesionistas por una casta política muy por debajo de la capacidad necesaria para llevarlas a cabo. Y mientras el independentismo se deshace en broncas internas, los catalanes se ahogan en impuestos con un Gobierno que no gobierna, un señor particular por ahí fuera que reclama constantemente que le hagan caso y una región, que habiendo sido puntera, ya no levanta cabeza.
Ayer, 10 de octubre, se celebraba el día de la salud mental. El hecho de que esta columna se haya escrito precisamente ese día puede parecer casualidad, pero más bien parece, cuando se contempla de cerca la política catalana, cosa del destino.