Permítanme empezar por el final: la guerra en Ucrania y su relación con la ineptocracia, estadio degenerativo de la democracia en que dominan sujetos y colectivos de patológica ineptitud (al margen de sus ideas). No es un fenómeno particular español, sino probablemente mundial: un caso extremo lo proporciona el mismo Putin, que ha unido a Europa y acabado con la histórica neutralidad de Suecia y Finlandia ampliando la frontera rusa con la OTAN, lo contrario de lo que se proponía.
La guerra de Ucrania llegó precedida por señales evidentes, no solo los insultos y calumnias de Putin al país y su presidente Zelenski, tachado de nazi y drogadicto, sino largos trenes rusos trasladando a la frontera miles de tanques y cañones sin disimulo alguno. Solo los encubridores e ineptos podían rechazar la evidencia, pero resultó que en España (¡no se podía saber!) abundaban. El famoso coronel Pedro Baños, un habitual de los medios que a punto estuvo de ser director de Seguridad Nacional, se burló del presidente Biden y de sus advertencias sobre la inminente invasión rusa; después acusó a la OTAN de promover la guerra. Sus errores flagrantes no han impedido que para su público siga siendo un gran experto, porque en la ineptocracia acertar o equivocarse no son cosa de la competencia, sino de la lotería.
Coincidieron con Baños altos mandos militares que pronosticaban la derrota de Ucrania a manos rusas y recomendaron la rendición, como los prorrusos antiglobalistas de Podemos y Vox, mientras culpaban a la OTAN. Así descubrimos que José Julio Rodríguez, el teniente general podemita, no es tan rara avis como parecía. Todos ignoraron los análisis de OTAN y Estados Unidos, que decidió apoyar a Ucrania desde el primer momento, demostrando alta ineptitud profesional y revalidando aquel dicho de Clemençeau sobre que la guerra es demasiado seria para dejársela a los generales (sí, sé que muchos otros mandos militares españoles son discretos y profesionales competentes, pero por eso no los pasean por los medios del duopolio televisivo ineptocrático en calidad de expertos).
Tontos peligrosos
Convertir ineptos e imbéciles en expertos y gobernantes es la principal y más peligrosa característica de la ineptocracia. Nunca es buena idea dejarles gobernar, porque los efectos son demoledores, aunque sea más cómodo para la mayoría que huye de compromisos políticos. Por ejemplo, acabamos de saber que España es el último país en la ejecución de los fondos europeos pospandemia, lo que significa que estamos dejando de emplear decenas de miles de millones de euros disponibles para reactivar la economía.
El empleo público reclutado por motivos electorales (colocar amigos y socios, bajar algo el desempleo) ha aumentado la ineptitud, no la calidad y capacidad de la gestión
Parece que la razón de este histórico despilfarro pasivo es que las administraciones públicas carecen de técnicos capaces de implementar verdaderos planes de innovación económica, o no saben emplear los que tienen ni gestionar ayudas para empresas verdaderamente innovadoras. Seguimos con los Plan E de ZP: cambiar los ordenadores del ayuntamiento y llamarlo “cambio de modelo productivo”. El empleo público reclutado por motivos electorales (colocar amigos y socios, bajar algo el desempleo) ha aumentado la ineptitud, no la calidad y capacidad de la gestión. Sobran comisarios políticos de género, cuidados o lenguas autonómicas mientras escasean los profesionales competentes, por lo demás infrautilizados. Es el reflejo de la mayoría parlamentaria de Sánchez, amalgama de incapaces, parásitos y lunáticos.
¿Es necesario recordar la gestión de la pandemia del ministro Salvador Illa y Fernando Simón, que mentían a diario pasando de la falsa seguridad al alarmismo represivo? Luce con méritos propios la estúpida ruptura con Argelia que nos ha dejado con menos gas y más caro en plena crisis energética. Podrían enumerarse muchos otros desastres ineptocráticos en educación, sanidad, economía o legislación. Brilla la Ley Montero del Sí es Sí, que beneficia a los delincuentes sexuales reduciendo sus condenas mientras penaliza preventivamente a los hombres triturando igualdad y seguridad jurídica. Pues otra propiedad de la ineptocracia es que las estupideces y delitos políticos no se castigan, sino que se dejan en hechos consumados, como el golpe de Estado en Cataluña o los estados de alarma inconstitucionales con cero sanciones para el Gobierno de la ineptocracia patria.
El problema no se limita a la política; eso sería tranquilizador. El eterno caso Villarejo demuestra que carcome a las grandes empresas y bancos que contrataron los servicios del locuaz adicto a las grabaciones. Y hace días un portavoz de la industria del automóvil anunciaba triunfalmente que en 2030 solo fabricarían coches eléctricos, sin preocuparse del suministro y precio de la electricidad para moverlos, cara y escasa por la política energética inepta. Así, el Gobierno Sánchez persevera en cerrar las nucleares que suministran entre el 20% y 30% del kilovatio hora, y presume de derribar embalses en un país azotado por sequías bíblicas. Lo extraordinario es un día sin actos de estulta ineptitud escoltada por mentiras.
Surge de los procesos degenerativos que llevan a partidos, colectivos y empresas a preocuparse únicamente por subsistir, promocionando solo a los peores, más sumisos y dependientes
La ineptocracia es la antítesis de esa meritocracia que detestan los ineptos con cargo, en la derecha con hipocresía y en la izquierda abiertamente. Surge de los procesos degenerativos que llevan a partidos, colectivos y empresas a preocuparse únicamente por subsistir, promocionando solo a los peores, más sumisos y dependientes: es la selección negativa de incapaces a mayor gloria del déspota, que Sánchez ha llevado a la cumbre.
¿Hay diferencias ideológicas en la ineptocracia? Quizás en la derecha tiende al torpe cinismo al estilo García Egea, y en la izquierda al pensamiento mágico de Yolanda Díaz y sus topes paralizantes de cualquier precio que se mueva. El inepto conservador busca preservar sus privilegios, mientras el lunático pretende someter la naturaleza a delirios queer. La ineptocracia avanzada destruye toda diferencia entre realidad y fantasía, hechos y propaganda, corrupción y buenos tipos a lo Griñán. Solo nos protegen esos millones de personas anónimas, laboriosas y buenas -la profe de tu hijo, el frutero de la esquina, el policía mal pagado-, que trabajan para que el mundo siga y sea posible vivir. Es toda nuestra esperanza de vencer a la ineptitud triunfante.