Ayuso es la reina de las tabernas y Villacís, la diosa de las terrazas. Dos musas de peso para un Madrid de barras y mesones, de chatos y gambas-plancha, otra de callos, marchando y aquí está su vermutito, señora. Es lo que no llegó a entender Carmen Calvo, egabrense y soberbia, sectaria de las cunetas, plañidera del Valle, que llevó en volandas a la candidata del PP a la victoria homérica del 4-M. Madrid es la terraza del Hevia o la del Milford, y la barra del Laredo o, si te pones de perfil y metes la tripa, la del Cuenllas. Cafés, bares, cafés, bares, terrazas, cafés, bares...ahora que ya no hay bancos, más bares, más barras y más cafés. "¡Coño, eso es Madrid!", clamaba aquel embajador mexicano que, al séptimo vino, quería decir misa en la Gran Vía.
Ni Carmen Calvo ni la izquierda se han enterado de que su reloj atrasa. De que la foto de Stalin ya no cuelga del tercer ojo de la puerta de Alcalá y de que ahora la pasionaria viste de Prada, es vicepresidenta y dedica su tiempo a seducir empresarios y tontear con el Papa. Isabel Díaz Ayuso salvó de la ruina a la gran la familia de la cañita y el berberecho, que la votó con fervorosa unanimidad y desde entonces, la tiene en los altares. Santa Ayuso vela por ellos. En esta batalla le echa una mano Begoña Villacís, la número dos del alcalde, y, por tanto, vicealcaldesa (así se dice el cargo) que se inventó el truco de montar terrazas donde no cabían, de colocar mesitas donde aparcaban coches, de poner barriletes por las esquinas para insuflarle vida a los locales sin acera y, por lo tanto, condenados al 'se vende'.
Villacís acaba de consumar la proeza de mantener las terrazas allí donde se instalaron, provisionalmente, a la carrera, al estilo de los bistrot parisinos pero en castizo. Es decir, un prodigio casi mágico, una manobra de ilusionista digna de aquel Copperfield, cuyo mayor logro no fue hacer desaparecer a la estatua de la Libertad o atravesar la Muralla China sino seducir a una mujer de hielo con aspecto de Claudia Schieffer.
Ponzano es la State and Main de la zona, allá donde confluyen los caminos y donde se congrega el mayor número de bares y terrazas por metro cuadrado del orbe occidental
No ha sido tarea fácil. En algunos barrios se ha rozado la sublevación. En Chamberí, por ejemplo, distrito alegre y cantinero, se pasó de 220 terrazas a 451 en apenas unos meses. Una metamorfosis difícil de asumir por los vecinos, hartos del ruido, la suciedad, los atascos, la ausencia de plazas de aparcamiento. Ponzano es la State and Main de la zona, allá donde confluyen los caminos y donde se congrega el mayor número de bares y terrazas por metro cuadrado del orbe occidental. No hay centímetro de esa calle que no haya sido hollado por riadas de cerveza y manantiales de cubatas.
En pleno levantamiento vecinal, Villacís se calzó el casco azul y logró poner orden y establecer la paz en esta descomunal gresca, en la que, como decía Renoir, todas las partes tienen razón. Unos pretenden dormir y otros aspiran a seguir viviendo. No sin dificultad, la líder madrileña de Ciudadanos, que antes de la política ofició de abogado mediadora en Legalitas, ha consumado su empeño con un acuerdo de continuidad para el ocio en las aceras, modificando las ordenanzas y aliviando las zonas 'saturadas' o de 'tensión'. Es decir, que se oxigena el parque pero permanece el negocio, que es de lo que se trata.
La lideresa naranja convenció al trío carmenita, para lo que tuvo que ceder en asuntos urticantes (subida del IBI, más pasta a los chiringos LGTBI y distinción de 'hija predilecta' a Almudena Grandes, la escritora que quería fusilar a los votantes de la derecha)
Una victoria de la vice que mantiene la respiración artificial en uno de los órganos vitales del corpachón madrileño, tan entusiasta y desparejo. Unas 7.000 terrazas bullen ahora en la capital, con sus 64.000 mesitas que acogen a unos 200.000 clientes que alimentan a 980 pymes y que han creado casi tres mil nuevos empleos, según las cuentas de El País. Alcanzado este triunfo, Villacís se ha apuntado otro, no menor. El acuerdo del presupuesto municipal, atascado tras la negativa de Vox y que Almeida, inmovilizado su confinamiento pandémico, tenía atravesado como esas malditas espinas que se clavan en el gaznate. La lideresa naranja consiguió el apoyo del trío carmenita merced a cesiones en asuntos urticantes de la 'agenda progre' (menor bajada de IBI, más pasta a los chiringos LGTBI, inexplicable y escandaloso desprecio a la Fundación Madrina y distinción de hija predilecta a Almudena Grandes, la escritora que quería fusilar a los votantes de la derecha) a cambio de salir del atolladero. Un mal trago, una maniobra muy arriesgada que la habilidad de Villacís ha materializado en el último minuto, quizás sin dejarse en la gatera más pelos de los necesarios. Otra cosa es el alcalde.
Ciudadanos, no hay que engañarse, está a dos pasos de la desaparición. Cosas del centrismo en tiempos radicales. "Las cosas son o no son, y en el medio no hay nada", sentenciaba el policía de Rojo
De baja por maternidad Inés Arrimadas, le toca ahora a la primera dama del Consistorio madrileño dar la cara por su partido, ponerse en primera línea, mayor visibilidad, más protagonismo. Arranca ya la campaña electoral en Castilla y León donde un Igea patoso y antipático arriesga no sólo la derrota sino la extinción de sus colores en la zona. Villacís hará lo que pueda, que no es mucho. Ciudadanos, no hay que engañarse, está a dos pasos de la desintegración. Desgracias del centrismo en tiempos radicales. "Las cosas son o no son, y en el medio no hay nada", sentenciaba el policía de Rojo.
Juan Marín se alineará en el Sur con Moreno Bonilla. Villacís debería hacer lo propio, sumarse al PP. Su sitio está en el carromato de Almeida, con quien forma una de las parejas más sólidas de nuestro escenario. Un trasunto cheli de Lea Massari y Alberto Sordi, la dama irresistible y el simpático charlatán. Eso sí, la papeleta de 2023 tendría que dar un vuelco. Ella por arriba. El cartel de Villacís en Cibeles y Ayuso en Sol se antoja imbatible. María de las Mercedes (PSOE) y Médica y Madre (MM) lo tendrían muy complicado. Más les valdría a ambas pedir el traslado a Getafe, es más su territorio. Madrid es de terrazas y tabernas, un oasis de libertad donde la izquierda apesta.