Hace mal tiempo y la lluvia amenaza en el centro de Sevilla; pero en contraposición, risas nerviosas y alegría contenida emanan de la cola que se agolpa en la Feria del Libro. Cientos de chicas esperan a la intemperie, libros en mano, llegando a esperar más de dos horas para que Alice Kellen firme su libro y poder intercambiar unas palabras con ellas. Puro fenómeno fan.
“Yo la descubrí en la pandemia y desde entonces no he parado”, “yo no leo otra cosa”, “yo creía que sabía lo que era el amor” cuentan en la cola mientras esperan el encuentro con una autora que empezó autopublicando y es hoy un fenómeno literario que asume sin complejos la etiqueta de “literatura romántica” y que reúne a 2 millones y medio de lectores en todo el mundo.
La editorial Planeta se afana por quitar la etiqueta de “juvenil” e impone el “adulta” al presentar ‘Quedará el amor’. Ya son 15 las novelas que componen el ascenso de la autora. Alice Kellen se ha hecho mayor y aspira a transcender el género que la encumbró. Para empezar, ha decidido presentarse con su verdadero nombre, Silvia Hervás (Valencia, 1989)
¿Ha llegado al límite de la contradicción entre la persona y el personaje? -bromeamos- "nada más lejos de la realidad”, cuenta a Voz Pópuli, mientras apura un café con leche antes de exponerse al aluvión de selfis y confesiones de sus fans. Dar a conocer su nombre real es un proceso de evolución natural, “quiero que los lectores crezcan conmigo. Empecé a escribir muy joven y ya tengo 35, voy cambiando. En realidad, mis temas no cambian, porque yo hablo de lugares comunes –el amor, el anhelo, la vida, la enfermedad y la muerte- pero lo que cambia es el enfoque porque los personajes que he escogido sí son más adultos”.
Kellen se propone con una nueva novela de tintes históricos del periodo de entreguerras y diálogo transgeneracional sacar a personajes de puro realismo social de una cotidianeidad cruda. Las páginas los empujan a romper zonas de confort o de dolor controlado para exponerse al amor, ¡romance en vena!, “la emoción romántica es la misma, pero muta porque la aplico a personajes de 40, 60 u 80 años”.
Admite que esta obra que viaja del Edimburgo de los 90 al Dunkerque de entreguerras era una manera de responder a una pregunta acuciante sobre el futuro, “me atormenta cómo me sentiré cuando tenga 60 ó 70 años y especialmente si me arrepentiré de algo, quiero adivinar cómo será la vida cuando ya tienes el mapa completo” como les pasa a algunos de sus nuevos personajes. Confiesa que, a estas alturas, está descubriendo el placer de conversar y conocer a su propia abuela, accediendo a ella de una manera más curiosa y profunda que la que impone la rutina familiar.
La familia es otro de los eslabones con los que ‘Quedará el amor’ atrapa al lector, sobre todo por los abismos que el tiempo crea en la relación entre padres e hijos, “es algo que me obsesiona, “cuando tienes un niño sabes su peso y hasta cuántas veces va al baño, pero cuando los hijos se hacen adultos hay demasiado silencio y distancia”.
El romanticismo como educación emocional
La literatura es siempre un mapa que nos guía ante lo que no hemos vivido o un paliativo para lo malvivido. Las novelas de Kellen son una iniciación al amor para miles de adolescentes, un libro de instrucciones para leer antes de asumir la gran tarea de la vida, que no es otra que amar.
Cuestionamos si esta posición prominente ante un público joven y femenino la habría alcanzado de no ser mujer: “es un hecho: mi público es femenino, las mujeres leen más y más en mi género, no sé si ayuda que yo sea mujer, pero la diferencia está en que las mujeres escribimos más literatura romántica y no la enmascaramos tanto, porque hay muchas novelas que son historias de amor, pero llegan empaquetadas como ficción”.
Asume que el concepto 'novela romántica' es una cuestión de envoltorio, “yo no solo hablo de amor, en mi novela hay familia, etapas de pérdidas y amistad, yo asumo un género como etiqueta, otros autores hacen lo mismo que yo, pero sin etiquetar... al final es un juego de librerías y editoriales”.
En cualquier caso, nos dice, “era necesaria una evolución de la literatura romántica porque los libros deben reflejar la realidad que vivimos en la calle”. Inevitablemente nuestro café se salpica de esa realidad que hay fuera de las novelas de amor. La actualidad y la conversación social de España debaten sobre el machismo y el poder mal ejercido.
Por culpa de Errejón y gracias el feminismo se debate sobre relaciones emocionales libres con un interés que nunca había estado sobre la mesa. Y eso, implica abordar el aprendizaje sexual con más respeto y consentimiento. Algo totalmente contrario a lo que enseña la pornografía a millones de adolescentes.
Por ello, Kellen habla de la relevancia de la literatura romántica, porque ofrece una naturalización del sexo, algo muy distinto al canon de relaciones que enseñan la industria pornográfica, “es importante la novela romántica de hoy porque evita el fundido a negro que ha habido durante tanto tiempo –en referencia a la elipsis clásica de los pasajes sexuales- ... El sexo es importante y más aún que se habla de ello, porque el sexo tiene que estar presente, ya que es lo más natural del mundo, pero debemos mostrarlo de manera coherente y sana, reivindicando el placer de la mujer porque, antes, el sexo era solo la canalización de la satisfacción masculina”.
Las historias de su última novela son de un tiempo justo anterior a la irrupción de internet como principal canal de las relaciones sociales. ¿Es una omisión necesaria sacar a la banalidad de las redes en busca de más conexión? “Propongo un equilibrio, esa realidad está ahí muy presente en las redes, así que en el libro se busca otra cosa, las lectoras quieren historias que les permitan sentir, verse reflejadas en los personajes femeninos o al menos ser capaces de empatizar. Suena cursi, pero quieren leer un libro con alma y quieren emocionarse, haber llorado y reído”.
Un amor bien comprendido
Hace once años ya que se publicó ‘Llévame a cualquier lugar’, la primera novela de Alice Kellen en Amazon. Hoy es una superventas. Empezó a escribir joven y la pregunta es cómo se enamoró de la literatura, “culpa de mi padre”, detalla. Empezó bien guiada en casa, con clásicos como Julio Verne, Dickens, Steinbeck o Jack London, pero cuando llegó a la adolescencia se alejó de la estantería de clásicos de aventuras. “Era una chavala y, como tal, me apetecía leer Harry Potter y más diversión, cada libro es la respuesta a las necesidades de un momento porque el camino del lector es personal y único”.
Alice Kellen o Silvia Hervás apura el café. La cola de su firma no para de crecer. Asume con una sonrisa tímida el calificativo de fenómeno literario y confiesa que le gustaría tener más tiempo para sentarse a escribir, porque ahora está en el proceso de incubación de una nueva historia. En su modus operandi, “por ahora está todo en mi cabeza y mejor así, porque soy caótica, prefiero no poner aún las cosas por escrito”.
Tras meses de reflexión a deshoras con los personajes bulléndole en la cabeza, empieza el proceso de volcado de su esquema mental. “La escritura sí es ya algo más técnico y ordenado, pero esta fase en la que estoy ahora es continua, no tiene horarios, estoy deseando ya sentarme a escribir”. Igual que las miles de lectoras que se alimentan de sus historias.