A principios de 1995, cuando el jugador de baloncesto Michael Jordan llevaba dos años retirado, en Chicago corrió el rumor de que su superestrella meditaba volver a la canchas. Desde su marcha, el conjunto del toro había perdido a su gran referencia y su estilo de juego no era tan alegre ni los roles estaban tan definidos como cuando el número 23 más famoso de la historia ganaba título tras título. La vuelta de Jordan a las canchas se confirmó con un titular épico: "Jordan entrena, la ciudad de Chicago suda". Ni Europa son los Bulls ni Matteo Renzi es, ni se aproxima, Michael Jordan. Pero la sensación es la misma. El resultado de lo que él haga, hace sudar a todos. Y no precisamente porque su victoria saque a la UE del laberinto endogámico en el que se halla inmersa. En este caso es porque una derrota y su prometida dimisión si esto sucede dejará al proyecto común herido, y quizás de muerte.
Renzi, un político capaz de calmar las siempre agitadas aguas que rodean al Palacio del Quirinal, ha lanzado en cambio a Italia a un referéndum esquizofrénico. Porque, aunque prácticamente cada ciudadano transalpino es consciente de que su Estado está tan resquebrajado cono las ruinas de imperio, Renzi ha convertido el resultado de la votación de hoy en un plebiscito sobre su gestión. Esta bravuconada mal medida ha logrado que el fondo de la propuesta se diluya y la consecuencia, que el primer ministro siga o no, es el eje de la campaña que concluyó el pasado viernes con una ventaja del 'no' de diez puntos sobre el sí.
La ventaja con la que parte rechazar la propuesta de Renzi y, por lo tanto, provocar su marcha y la convocatoria de unas nuevas elecciones es lo suficientemente grande como para que en Bruselas se teman lo peor. Es verdad que los sondeos reflejan un 25% de indecisos y que tras el Brexit o la victoria de Trump nada es seguro hasta el final del escrutinio, pero la sola idea de que Matteo Renzi recoja sus bártulos del Quirinal hace temblar a Europa. Pero, ¿por qué?
Cadena de consecuencias
La estructura interna de Italia, que es lo que en principio se vota, no debería importar al resto de la UE más allá de que el gasto que genere no tense aún más las maltrechas cuentas y deuda públicas. En cambio, hoy todos los ojos de las cancillerías europeas estarán puestos en el recuento. Una derrota de Renzi, que tiene buena 'prensa' ya que es un gobernador tecnócrata de los que tanto gustan en el entramado europeo, provocaría su salida de la política italiana -si es que cumple su palabra- y esa dimisión provocaría nuevas elecciones. El paso de Italia por las urnas -en un año en el que también Francia, Alemania y otros países 'se juegan' el futuro de la Unión- abre tantas incógnitas que podrían agravar la gripe a endémica de la UE.
Para empezar, cuestionaría la propia presencia de Italia en el seno de la Unión. Uno de los partidos que se presentarán a las elecciones con posibles el Movimiento Cinco Estrellas, encabezado por el cómico Beppe Grillo, y que entre sus promesas está convocar un referéndum sobre la permanencia en la UE. Y, además del riesgo de perder a uno de los socios fundadores, la coincidencia de tantas elecciones en las que los euroescépticos concurren con opciones (Frente Nacional en Francia o, en mucho menor medida, Alternativa para Alemania) podría provocar un movimiento contrario a la Unión que se retroalimentase, y más tras el éxito del Brexit.
Esta opción generaría una incertidumbre que ya se sabe que nunca es amiga de la estabilidad en los mercados. La sola insinuación de que Italia decidiese navegar sola por el mundo dejaría a sus bancos, terriblemente expuestos ya, al albur de especuladores. La banca italiana, junto con el Deutsche Bank, es la más frágil y no está preparada para muchos vaivenes. De hecho, Monte dei Paschi di Siena es uno de los más débiles de Europa, como quedo visto tras las pruebas de estrés impuestas por la Autoridad Bancaria Europea en julio que mostraron que su fortaleza financiera es escasa si los mercados sufren algún vaivén. Y si Monte dei Paschi cae, teniendo en cuenta las conexiones financieras en toda Europa, el sistema temblará y dejará de nuevo a la banca continental expuesta y bajo sospecha y al entramado italiano al borde del colapso.
Italia vota y Europa suda esperando el resultado. Renzi no parece ser el jugador franquicia de la UE como Jordan lo fue en los Bulls, pero su ausencia dejará a Europa más tocada, si cabe, que con el Brexit. Aunque al fin y al cabo, sea lo que sea que dicten las urnas, será el resultado que haya elegido la ciudadanía y eso es precisamente la democracia.