Amortiguar los embates del mar es solo uno de los servicios que ofrecen los dinámicos humedales costeros del litoral mediterráneo, unos ecosistemas ocupados artificialmente durante el siglo pasado que reclaman el territorio perdido y que celebran este domingo el Día Mundial de los Humedales.
“Durante el siglo pasado se perdieron la mitad de los humedales del mundo”, por lo que “recuperar parte de estos espacios, que prestan multitud de servicios, es algo muy beneficioso”, señala en entrevista con Efeverde el investigador del Instituto Pirenaico de Ecología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Francisco Comín, que ha repasado las oportunidades que puede ofrecer la inundación de algunas zonas del litoral ocupadas por elementos artificiales.
Aunque los humedales son ecosistemas muy dinámicos y tienen una gran capacidad de resiliencia, “si se sobrecargan con alguna presión, responden como lo han hecho algunos de ellos”, explica Comín, refiriéndose a la reciente inundación del delta del Ebro tras el paso de la borrasca Gloria.
Humedales vivos
“Las fuertes tormentas de levante provocan estos desastres, pero solo porque han afectado a bienes humanos”, prosigue, ya que “inundaciones como esta constituyen una oportunidad para recuperar ambientes naturales como marismas y zonas inundadas que producen muchos servicios positivos”.
El área que ocupan los humedales en el mundo es “sólo el 5 por ciento de las tierras emergidas, pero almacenan del 25 al 30 por ciento del carbono acumulado en los continentes”, por lo que ofrecen un servicio “extraordinario” frente al cambio climático, ha asegurado. Este tipo de tormentas demuestran que “el terreno que fue desecado y ocupado artificialmente con cultivos, cemento, barandillas, farolas y casas de recreo” durante los años 70, 80 y 90 del siglo XX, “ahora se vuelve a inundar bajo 10 o 20 centímetros de agua”.
“Se trata de una oportunidad para que el ecosistema se restaure desde el punto de vista ecológico”, ya que por sí sola, la naturaleza de los humedales “vuelve a ocupar su lugar” sepultando bajo el agua “los elementos artificiales” para ofrecer “prestaciones que ahora no nos están proporcionando”.
En los años 50 y 60 del siglo pasado, “había necesidad de producir arroz en el delta del Ebro para tener alimento y ganarse la vida, pero ahora la naturaleza ha recuperado un poco de todo aquello”, ha explicado Comín, ya que “no hemos respetado los márgenes de amortiguamiento que necesita todo sistema natural”.
Más que una lámina de agua
A pesar de ser ecosistemas cambiantes y resistentes, los humedales costeros tienen sus limitaciones, “casi siempre impuestas por las actividades humanas”, subraya.
“La costa no se puede contemplar como algo que empieza donde termina el paseo marítimo”, señala Comín, ya que “muchas de estas infraestructuras se han construido sobre las dunas que alimentaban de arena a las playas y amortiguaban los embates del mar”.
Por ejemplo, “en Barcelona hace ya tiempo que están sacando arena del fondo del mar y reponiendo las playas todos los años para que puedan bañarse los turistas”, unas operaciones que “dañan las poblaciones de posidonia”, una planta submarina que frena parte de la energía del oleaje.
Comín define la reacción ante las inundaciones como “antagónica”: el aspecto negativo es que “si se trata de aprovechamientos como campos de cultivo o bienes como un chalet, una casa, o un paseo marítimo, habrá daños materiales”.
“Los humedales necesitan su espacio”, ha asegurado Comín, “tenemos que considerar todo el sistema en su conjunto para que la sociedad comprenda su valor y para que se contemple estos entornos como algo más que una lámina de agua que llega hasta el margen de la vegetación”.
El Día Mundial de los Humedales se celebra cada 2 de febrero desde 1997 y conmemora la firma de la Convención de Ramsar (Irán) sobre humedales de 1971.