Cultura

50 años del golpe de Pinochet que derrocó a Allende y que sigue dividiendo a Chile

Un tercio de los chilenos justifica el golpe que acabó con la democracia

  • Soldados chilenos frente al Palacio de La Moneda.

El siglo XX latinoamericano es el de los espadones, el militarismo contrario a la apertura democrática, que la literatura dio forma en fiestas de chivos y preguntas sobre cuándo se jodió el Perú. Es la centuria del intervencionismo estadounidense en el que consideraba su patio trasero y es el siglo de los golpes de Estado. Las botas pisoteaban los votos y de todos los golpes que asolaron el continente, el del 11 de septiembre en Chile contra Salvador Allende, fue el más emblemático. 

La guerra fría transformó el mundo en un gigantesco tablero de ajedrez en el que los alfiles americanos atacaban cualquier posible avance de un peón rojo. Las probaturas izquierdistas hacían saltar todas las alarmas en los despachos de Washington, pero la de Chile tenía una sustancial diferencia con la de otras partes del mundo, en Santiago, el socialismo había llegado al poder votado por los ciudadanos chilenos. 

El atentado a la legalidad democrática, la brutalidad de bombardear el propio palacio presidencial, las llamas en la Moneda, los rostros de los presos políticos en el Estadio de Chile y la absoluta falta de escrúpulos desde el primer momento encarcelando, torturando y asesinando a figuras emblemáticas como Víctor Jara, levantaron una ola de protestas a nivel mundial ante el nuevo régimen de Pinochet. 

Augusto Pinochet y Henry Kissinger.

Intervencionismo de EEUU

Las primeras conversaciones del presidente estadounidense Richard Nixon con su hombre fuerte en el plano internacional Henry Kissinger, tras la victoria de Allende en 1970 anunciaban su futura actuación:

"A mi juicio, los peligros de no hacer nada son mayores que los riesgos a los que nos enfrentamos al intentar hacer algo", decía Kissinger que recomendaba al presidente oponerse "con contundencia a Allende, tanto como podamos y hacer todo lo que podamos para evitar que consolide su poder", tal y como figuran en las conversaciones desclasificadas por el Archivo de Seguridad Nacional.

La administración Nixon entendía como un terrible peligro que un gobierno como el de Allende lograra asentarse por el posible riesgo de “contagio” a otros Estados del Cono Sur, repartidos entre gobiernos conservadores y dictaduras. "No se debería permitir la impresión en Latinoamérica de que se pueden escapar, que es seguro ir por este camino", decía Nixon en 1970.

Cinco días después del golpe de Pinochet, Nixon hablaba con Kissinger: “Nuestra mano no se muestra en este caso", decía el presidente. "Nosotros no lo hicimos. Quiero decir, los ayudamos... a crear las condiciones de la mejor forma posible", respondió Kissinger.

Crisis, violencia y golpe

Aquellas “condiciones” habían sido la desestabilización de la economía y el fomento de grupos violentos. Era la respuesta a las políticas económicas de Allende que destacaban por la nacionalización de sectores estratégicos, como el de las minas de cobre; fortalecimiento de la reforma agraria ya iniciada por su predecesor, multiplicando las expropiaciones y redistribuciones; congelación de los precios y subida de salarios. 

En 1973, Chile afrontaba una profunda crisis económica con una inflación por las nubes y un preocupante enfrentamiento político que dejaba muertos en las calles. Una buena señal del ambiente que se respiraba aquel año eran las preguntas que los reporteros realizaban en manifestaciones de la oposición, en las que cuestionaban a los manifestantes si el cambio de gobierno debía llegar "por la vía democrática o por otro camino". Todos los que fueron grabados en el documental La batalla de Chile contestaron a favor del juego parlamentario, pero tras elecciones parlamentarias de marzo en las que la oposición no logró su objetivo de obtener dos tercios para destituir a Allende, parte de la oposición renunció a la legalidad democrática y comenzó a trabajar en un derrocamiento violento que sería apoyado por Washington.

Esas “otras vías” empezaron a tomar forma con las intentonas del Ejército, primero el fallido golpe del 29 de junio conocido como el “Tanquetazo” y con el exitoso del 11 de septiembre impulsado por la Armada y al que se sumaron el resto de los ejércitos, incluido el comandante en jefe, Augusto Pinochet. Los aviones de la Fuerza Aérea bombardearon el palacio presidencial donde se encontraba Allende, que antes de ser capturado y renunciando a un exilio con su familia, se suicidó con un fusil de asalto que le había regalado Fidel Castro.

Unas horas antes, había pronunciado un solemne discurso anticipando su destino con frases ya escritas desde el más allá y que concluía:

"¡Viva Chile!, ¡Viva el pueblo!, ¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición".

El golpe en la política actual

En su reciente libro, Por qué no fracasó el gobierno de Allende, el sociólogo chileno profesor de la Universidad Complutense de Madrid Marcos Roitman arremete contra la idea, generalizada en su país natal, del fracaso del gobierno de la Unidad Popular de Allende. El investigador tacha esta posición como "mentira institucionalizada" que trata de borrar los grandes avances de Allende en justicia social, la ciudadanía democrática y los principios éticos".

Fue un gobierno que a pesar de todos los ataques para desestabilizarlo, en 1973 obtuvo 44% de los votos del pueblo chileno para las elecciones de diputados. Eso no lo ha obtenido ningún gobierno chileno en la historia, señala Roitman en una entrevista en Clarín.

La memoria del golpe y la dictadura, concluida en 1990, sigue marcando la política actual del país. Esta semana, el presidente Gabriel Boric invitó  todas las fuerzas políticas chilenas a firmar una declaración de condena contra el golpe y las violaciones de derechos humanos, que fue rechazada por los partidos de la derecha Renovación Nacional (RN), Unión Demócrata Independiente (UDI) y Evópoli, unidos en la alianza Chile Vamos, que firmaron su propio comunicado en el que se omitía la palabra "golpe" y no se hacían alusiones directas a las violaciones de los derechos humanos.

A pesar de los más de treinta años de democracia ininterrumpida, una reciente encuesta mostraba preocupantes síntomas sobre la cultura política del país. Un 43,7% "justificó" perpetrar un nuevo golpe de Estado a un gobierno democrático "dependiendo de las circunstancias que esté viviendo el país". Un 32,8% justificaba el golpe contra Allende y el 52,8% mostraba estar "muy seguro" de que "nunca" se superarían las diferencias y divisiones del golpe.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli