Antes de la llegada del Ipad, los editores en Internet tenían que plegarse a los precios y normas establecidas por Amazon, que poseía el 90% del mercado de ventas de libros por Internet. Pero la aparición de la tienda iBook, hermana de la tienda Itunes, donde la gente podría descargarse libros de la misma forma que lo había hecho con discos y canciones, vino a aguarle la fiesta al gigante.
Mientras el catálogo de Amazon rozaba el millón de títulos, el de Apple nacía con muy pocos, aunque atractivos ejemplares. El reino de Jobs ideó una estrategia. Apple firmó un acuerdo con varias editoriales potentes: Macmillan, Penguin, Hachette, HarperCollins o Simon&Schuster. ¿La oferta? Cambiar de mostrador a cambio de un beneficio más que atractivo: los editores fijarían el precio del libro.
La medida en efecto no era ilegal, pues los editores en conjunto no se pudieron todos de acuerdo en pactar un precio fijo a la manera de un cartel. Sencillamente tenían la posibilidad de elegir. Hasta entonces, Amazon había utilizado hasta su poderoso 9.99 por ejemplar promedio. Transcurrieron dos años desde la aparición del Ibook y el dominio de Amazon pasó del 90% al 60%. Steve Jobs ya hacía milagros, vivo.
Las ventas de ebooks han subido desde los 78 millones de dólares de 2008 a los 1.700 millones de 2011, un crecimiento rápido y prácticamente concentrado, es decir, de 0,6% del sector, al 6,4% en 2010, poco aún, pero suficiente para dar un toque importante y sensible al negocio tradicional de las distribuidoras. En este concierto de cifras, la demanda del Gobierno de Estados Unidos contra Apple por supuestamente pactar los precios de los libros con las editoriales ha logrado, de momento, dos cosas: poner en entredicho el precio fijo del libro y conseguir que Amazon baje sus precios para competir con Apple.
Está previsto, según estudios aportados en el sector editorial, que las ventas de libros electrónicos generarán 3.200 millones de dólares este año y el triple en 2016, y entonces el 30% de los libros electrónicos se leerán en tabletas. Eso modificaría sensiblemente la estructura del negocio tradicional, que tendrá que adaptar su estructura de costes al modelo E-book.
De momento, Europa(con la excepción Del Reino Unido), ve este debate desde la grada, pues en la Unión Europea pues rige por Ley el precio fijo, tanto en los libros de papel como en las descargas electrónicas.