Es un fenómeno nuevo en España. Su naturaleza es más social que monetaria. Y sin embargo, la crisis y la desaparición de subvenciones le ha dado un empujón en ambas direcciones. El micromecenazgo o Crowd-funding, que en inglés significa "la financiación de la multitud" o lo que sería más correcto, financiación cooperativa, se hace más visible.
La idea es la siguiente: se trata de acercar a creadores y mecenas. Un creador da a conocer su proyecto informando sus aspectos básicos: qué, cómo, dónde, cuándo y cuánto. En un plazo fijo, pero limitado, recibe aportaciones de los mecenas, usuarios que les gusta el proyecto y se involucran.
La experiencia comenzó en Estados Unidos, donde los promotores de un proyecto comanzaron a colgar sus propuestas en páginas como Kickstarter e Indiegogo, planteando un objetivo de financiación para buscar pequeños contribuyentes, quienes, si era de su agrado la propuesta, participaban a cambio de recibir vivencias, regalos o descuentos sobre el producto final financiado.
Sin embargo, algunas de aquellas conocidas plataformas en su momento permitían colgar proyectos y donar dinero sólo al público residente en Estados Unidos. Hasta que en España, surgieron iniciativas como el portal Verkami, el primero de su tipo en el país, al que siguieron a finales de 2010 otros como Lanzanos.com. Ninguno de estos introducía limitantes geográficas para el apoyo a ningún proyecto.
Micromecenazgo, un método
Verkami tiene una dinámica definida: cada proyecto que se cuelga para su promoción indica un objetivo de financiación en euros establecido por el creador y dispone de 40 días para conseguirlo. Durante este mes y medio, los promotores se encargan de su difusión y promoción en las redes sociales, blogs y medios de comunicación.
Los usuarios interesados disponen de información detallada sobre los gastos y futuros beneficios de cada proyecto, pueden enviar preguntas a los autores, seguir sus novedades en el blog de cada uno y, si quedan convencidos, aportar la cantidad que consideren oportuna, a partir de 5 euros.
Al terminar el plazo, si no se ha recaudado el 100% del presupuesto anunciado, se anulan todas los compromisos económicos de los mecenas y no se realiza ninguna transacción. Se comprende, en consecuencia, que el proyecto no ha despertado el suficiente interés y que no puede llevarse a cabo con sólo una parte del presupuesto. Nadie pierde dinero ni lo gana.
Si por lo contrario la recaudación es un éxito y se alcanza la cifra propuesta por la persona o entidad promotora, cuando terminan los 40 días de plazo, se ejecuta el cargo en las tarjetas de crédito, que los mecenas previamente habían autentificado on-line. El creador recibe el dinero y cede un 5% de comisión a Verkami. Mientras no se agotan los 40 días, aunque se alcance el objetivo de financiación, el proyecto puede seguir recaudando.
Los tres impulsores de Verkami son Joan Sala (52 años, biólogo) y sus hijos Jonàs (28 años, doctorando en física) y Adrià (23 años, recién licenciado en Historia del Arte). Desde que el proyecto salió a la luz pública el 28 de diciembre de 2010, Verkami no ha parado de crecer. En aquel entonces tenían 7 proyectos en activo y 60 mecenas individuales, hoy tienen 75 proyectos y más de 62.000 mecenas. “Un 70% de lo que hemos publicado se ha financiado”, explica Joan, al teléfono desde su oficina de Verkami en Mataró.
“Esto no es sólo monetario. No tiene que ver sólo con dinero. Hasta ahora la militancia cultural sólo la podías ejercer como espectador. Ahora podrías implicarte en la obra de un creador, dar un paso más”, dice el biólogo y responsable del proyecto Joan Sala. “No se trata sólo de una forma de producir sino también de una nueva forma de consumir cultura”, dice.
Otras instituciones, como por ejemplo la Consejería de Cultura de Murcia, también han intentado echar mano del concepto y la idea del micromecenazgo, aunque no necesariamente del espíritu del mismo. A través justamente del proyecto 'Micromecenas', la consultoría de Murcia ha emprendido un proyecto de captación de capital privado con el que se pretende mantener la actividad de los museos, centros de arte y bibliotecas de la región, así como crear líneas de financiación para emprendedores del sector. Esta iniciativa surge justo después de la reducción de presupuesto de cultura de 62 a 43 millones de euros.
El método de la Consejería pasó por alto el aspecto cooperativo del ‘crowd-funding’ y se dedicaron a contactar de manera unilateral a los posibles micro mecenas, que tampoco eran tales, pues siguieron concentrándose en la forma tradicional del colaborador en cultural: empresas, no entendidas como individuos pero sí como “micromecenas” desde el punto de vista del tamaño del donativo y no de la concepción de la aportación.
Experiencias locales
El micromecenazgo en escalas locales tiene experiencias todavía más positivas y exitosas, por ejemplo: el proyecto Guindalera Escena Abierta, un programa piloto en el cual un grupo de teatro radicado en Madrid, justamente en el barrio Guindalera, logró recaudar el capital solicitado para estrenar una obra en marzo de 2012 gracias a las aportaciones (desde los 10€) que hicieron los espectadores a través de la web Crowfunding Cultural.
Partiendo del resultado positivo del montaje, el grupo teatral decidió convertir la propia gestión de la programación y del desarrollo de la Sala en una experiencia de micromecenazgo que involucrara no sólo a la comunidad sino al público potencial que pudiera interesarse por la oferta dramática propuesta, con anticipación, para que cada ciudadano pudiera estudiarla y decididir su aprobación o no como proyecto general.
El micromecenazgo surgió al margen de ninguna legislación, existe sin el apoyo de partida presupuestaria alguna. Su existencia depende de la capidad de los ciudadanos para difundir –o no- y hacer –o no- atractivo determinado proyecto, ya sea una novela un documental. Es una experiencia, hasta ahora nueva en España, y quienes la llevan a cabo insisten en que se trata no de un asunto de dinero, sino de militancia cultural.