Cultura

Adiós a Vangelis, alquimista de la solemnidad pop

Destacó por el voltaje y riesgo de sus composiciones, que siempre llegaban al corazón del gran público

  • El compositor griego Vangelis

Hoy los obituarios recuerdan, sobre todo, los dos trabajos más populares de Evángelos Odysséas Papathanassíou (nacido en Volos, Grecia, en 1943): me refiero por supuesto a Carros de Fuego (1981) y Blade Runner (1982). Pasada ya la fiebre del de la música disco, cuando las listas de éxitos de los últimos setenta y primeros ochenta se rendían a sabores tan efervescentes como el punk, la nueva ola y el pop más hedonista, él supo restablecer el prestigio de la solemnidad con bandas sonoras elegantes, melancólicas y tremendamente pegadizas. Pero su reputación se sostiene también con otros proyectos, que intentaremos resumir en esta pieza de Vozpópuli.

Sobre sus primeros recuerdos musicales, Vangelis decía cosas como esta: “Cuando era niño, hacía el experimento de meter cadenas dentro del piano de mis padres solamente para comprobar cómo podía afectar al sonido. Ese tipo de actitud siempre ha permanecido conmigo. Me gusta extraer el máximo del arco de un sonido concreto”, declaró en diciembre de 2016 a la revista digital británica Prog. “Mi estudio de grabación en París es alucinante: el techo y las paredes son de cristal. Alguna gente me dijo que el cristal no generaba buenas acústicas, pero siempre me han gustado las ideas algo locas, y el resultado final creo que fue fantástico. La sensación de tocar mientras veías la luna y las estrellas sobre ti, o el amanecer, o los pájaros cantando, o las estaciones del año cambiando, me parece maravillosa”, añadía.

Otro de sus grandes momentos musicales fue el supergrupo progresivo Aphrodite's Child, formado junto al legendario Demis Roussos y a Loukas Sideras. Anticipando el ambiente transgresor de los años sesenta, inauguraron la década con su descolocante tercer disco, nada menos que una adaptación sonora del Apocalipsis. Se tituló 666 y sigue siendo un álbum de culto. La canción dedicada a los cuatro jinetes del apocalipsis refleja todas las ansias de ruptura estética de aquella época. La propia historia del grupo está entrelazada con estos agitados años: a finales de la década tuvieron que huir de Grecia tras el triunfo de un golpe militar en el país, aunque uno de sus miembros se vio obligado a quedarse para cumplir el servicio militar. El resto de la formación, por consejo de la discográfica Phillips, huyó a Londres y vio afectado el viaje por una huelga de transportes que les convirtió en testigos de las revueltas de mayo del 68 en París.

Vangelis y España

Vangelis tenía una relación especial con El Greco (1998), a quien dedicó su decimoctavo álbum, ya que era un pintor que le obsesionaba. En realidad, se trata de una versión más extensa del álbum Φόρος Τιμής Στον Γκρέκο ("Un tributo a El Greco"), obra conceptual publicada en 1995, en una edición limitadísima dirigida a recaudar fondos para que la Galería Nacional de Arte de Atenas adquiriese el cuadro del pintor, titulado San Pedro. La historia del disco se explica muy bien en la página web Otras músicas, otros mundos: “Se vendía en el propio museo, en un estuchazo a todo lujo firmado y numerado personalmente por Vangelis, que hoy es uno de los griales para sus coleccionistas. Pese a tratarse de una obra de encargo, la calidad de aquel primer álbum -que circula abundantemente para descargar en Internet- debió mover al músico a publicarlo ampliamente”, destacan. Una prueba de que ponía toda la carne en el asador incluso en discos que estaban destinados a un número muy reducido de oyentes.

Enseguida tuve la impresión de que la creatividad y la competitividad no eran muy compatibles", advertía

Aunque muchos de sus seguidores no lo supieran, Vangelis también era pintor. “La música es algo espiritual, mientras que la pintura es algo físico”, explicó en 2012 al diario The Guardian, en una de sus escasas entrevistas. Estaba muy orgulloso de la exposición de setenta pinturas que se organizó en Valencia en 2003, que en realidad era la primera de su vida. Sus principales motivos de inspiración eran ángeles y personas con el laurel de las justas olímpicas, siempre dando prioridad a temas clásicos, haciendo honor a su país de nacimiento. Vangelis es amigo de la directora artística de la Ciudad de las Artes Escénicas de Sagunto, la actriz griega Irene Papas. De hecho, colaboró en el acompañamiento musical del montaje de Las troyanas (2001), dirigido por Papas.

Entre sus bandas sonoras de culto destacan de Missing de Costa Gavras, película que alzó la Palma de Oro en Cannes 1982. También cosechó elogios con The Bounty (1984), protagonizada por Anthony Hopkins y con el Francesco (1989) de Liliana Cavani, donde un intenso Mickey Rourke volcó toda su expresividad para encarnar al santo amigo de los animales. Oliver Stone confío en él para poner sonidos a su obra más épica: el clásico Alexandros (2004), sobre la vida de Alejandro Magno.

Uno de los combates más épicos de su teryectoria fue el que libró contra la industria de la música, a la que consideraba su principal enemigo: “Cuando descubrí la industria, enseguida tuve la impresión de que la creatividad y la competitividad no eran demasiado compatibles, al menos para lo que yo aspiraba a componer. Cuanto más exitosos seas, más te convierten en un producto de una empresa enfocada a ingresar dinero. En vez de darte mayor libertad de movimientos, te encuentras obligado a repetir lo mismo una y otra vez en busca del éxito inicial”, lamentaba. Haciendo balance en el día de su fallecimiento, parece claro quién ganó esa lucha.

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