Cultura

Antropología del macarra madrileño

El libro 'Macarras intrasecuelares' repasa la biografía de iconos callejeros de la capital

  • Antropología del macarra madrileño

A todos nos fascina el macarreo en algún momento de nuestras vidas. El antropólogo Iñaki Domínguez ha decidido documentar su obsesión investigando sobre colectivos y figuras de los bajos fondos en la capital de España. Leyendo su vibrante ensayo, se intuye que la tarea no fue sencilla, pero consiguió completarla con éxito. Una de las dificultades radicaba en que los protagonistas compartieran historias que podían traerles problemas legales, al no estar prescritas sus fechorías. “Lo penoso del asunto fue que que se negaron a colabrar aquellas personas eran amigos y gente cercana, aquellos que debería haber sido más fácil entrevistar. La gente que conocí por primera vez, exclusivamente para las entrevistas, fueron los que más información me facilitaron”, recuerda el autor. No se trata del primer ensayo de Domínguez, sino que cuenta ya con una notable trayectoria que incluye títulos como Sociología del moderneo (2017), Signo de los tiempos: visionarios, locos y criminales del siglo XX (2018), Cómo ser feliz a martillazos (2019) y El expiador: vida y obra de Charles Manson (2019). Vozpópuli le entrevistó sobre Macarras intraseculares, su ultimo lanzamiento.

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De todas las historias que le contaron, ¿cuál es su preferida y por qué?

Es una pregunta difícil de responder… Una que me interesó fue descubrir que el plumífero Pedro Gómez fue un artículo muy pijo que la gente de los barrios obreros robaba a personas de clase media-alta, por lo que acabó por convertirse en un elemento identitario del macarra 'bakaladero'. Se suele hablar de apropiaciones por parte de las clases altas de rasgos identitarios de comunidades más pobres, pero nunca tanto del fenómeno inverso.

Confiesa que siempre te ha fascinado la figura del pijo macarra. ¿Por qué?

Por las contradicciones que parece entrañar. Que gente de barrios pijos, gente protegida, se mueva como pez en el agua en ambientes marginales me resulta interesante. La Panda del Moco, que además hacían artes marciales, exhibían sus aptitudes en discotecas como Pachá. Hay que entender que las artes marciales pegaron muy fuerte a partir de los años 70 con las películas de Bruce Lee, que fueron todo un éxito en el mundo entero. Como me dijo Alberto García-Alix, en esa época todos los gimnasios -hábitat natural del macarra- y el tema de las artes marciales los llevaban los fachas, muchos de los cuales eran pijos.

"En España surgieron numerosas bandas callejeras tras el estreno en cine de West Side Story", explica el autor

Otra constante del texto es la anglofilia de los macarras, en el sentido de querer copiar la ropa, costumbres y modo de vida de los estadounidenses o británicos (incluso fascinarse con los soldados de las bases estadounidenses en España). ¿A qué cree que responde este hilo común entre distintos subgrupos callejeros?

Responde a la influencia cultural de Estados Unidos e Inglaterra en España a través del cine, la publicidad y los medios, algo que refleja el poder económico de dicho país como primera potencia mundial. Por poner dos ejemplos, en España surgieron numerosas bandas callejeras tras el estreno en cine de West Side Story (1961), mientras la cultura del hip-hop penetra en Madrid a través de la base de Torrejón de Ardoz.

La figura más carismática que entrevista es Dum Dum Pacheco, boxeador, amigo de Franco y guardaespaldas de Camilo Sesto. ¿Qué valoración hace de su trayectoria?

En algunos sentidos, es una biografía brillante. Es un tipo que pertenecía a la más famosa banda callejera de los sesenta y setenta: los Ojos Negros. Ellos ayudaron a Camilo Sesto en sus inicios obligando por la fuerza a algún dueño de discoteca a contratar a Los Dayson, el grupo de Camilo por entonces. También hacían con él un poco de guardaespaldas. Todo porque eran fans de su música. Los Ojos Negros eran su mayoría de Legazpi, mientras Dum Dum vivía en Carabanchel. Pacheco pasó por la cárcel unos tres años, siendo un adolescente. En Carabanchel se le acusó falsamente de intentar matar al cura de la cárcel y, tras salir, se boxeador profesional a partir de 1970 llegando a ganar el campeonato de España hasta en ocho ocasiones. Además fue legionario durante esa misma época en que combatía profesionalmente.

Como antropólogo, ¿qué papel cree que juega la violencia en estos ambientes? Lo digo porque algún macarra le cuenta que después de pelearse podían irse de copas con la persona a la que se habían enfrentado.

Lo cierto es que, en ese mundo, las peleas representaban un modo de crear lazos de amistad. Algunas de las bandas más duras se creaban así. Eran como grupos de élite. Algunos de los miembros se habían conocido peleando entre sí. En algunos entornos, si un macarra se encuentra con un  “flojo”, le roba, se aprovecha de él. Si, en cambio, se encuentra con alguien duro, que sabe pegar, algo que descubre peleando con él, casi prefiere asociarse a esa persona. Le resulta mucho más útil dicha relación. Como suele decirse: “bravo con bravo, se juntan”. Tras una pelea se pueden decir el uno del otro: 'Este es de los míos'.

Siguiendo con la violencia, describe cierta dimensión teatral del enfrentamiento entre neonazis y grupos antifascistas de Madrid. ¿Qué conclusiones extrae de la información que ha recogido?

Hay una dimensión teatral en el sentido de que muchos miembros de grupos opuestos, a pesar de sus respectivas posiciones e indumentarias, se conocían del barrio, por lo que a veces prevalecía la relación personal a la tribu urbana. Estos enfrentamientos también estaban muy presentes en los medios de comunicación. Dicho esto, la violencia estaba más que presente en las confrontaciones entre unos y otros. Es bueno que ese tipo de violencia haya desaparecido del mapa.

"Los traperos son los macarras actuales: algunos son gente que tiene calle y barrio, otros juegan a ir de macarras con un toque de humor", apunta

En cierto sentido, su libro es el relato del proceso de civilización de nuestro país.

Creo que sí. Para empezar, antes la gente denunciaba mucho menos que ahora. Te daban una paliza o te apuñalaban, te aguantabas y no denunciabas. Ahora la gente denuncia a la primera de cambio. Hay mucha más vigilancia, cámaras, móviles. Está más complicado delinquir, al menos en ciertos casos. La gente se ha civilizado mucho en las últimas dos décadas. Antes también había mucha más libertad en muchos sentidos.

¿Cree que hay algún colectivo que recoja en 2020 el papel de los macarras de su libro?

Ahora mismo hablaría de los traperos como los macarras del mundo actual. Algunos de ellos son gente que “tiene calle” y son de barrio, y otros, juegan a ir de macarras, pero casi con un toque de humor. Lo macarra está moda, por lo menos, a nivel estético. Piensa en Rosalía, C.Tangana, Bad Gyal…. Gente de clase media fascinada con el rollo de barrio.

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