Cultura

Camela, Vox y Monago contra el elitismo cultural de la izquierda

PP y PSOE presumen de sintonía con Camela, mientras Podemos sigue apostando por la música militante

El pasado domingo, el político extremeño José Antonio Monago utilizó un mitin para proclamar su afición por Camela, el dúo de tecno-rumba creado en la periferia de Madrid.  “¿Sabéis cuál es el segundo grupo que más discos ha vendido en la historia de España? Camela. A mí me gusta Camela. Aquí la moda es decir que te gusta el ’indie’, o la fusión, o el techno... A mí me gusta Camela. Porque en los pueblos llenan de gente, de gente sencilla, de gente humilde”, proclamó. La mayoría de los medios ‘progresistas’, desde La Sexta al Huffington Post, se apresuraron a publicar la noticia con rango de chascarrillo electoral. Es dudoso que Camela sea realmente el segundo grupo más vendedor en nuestro país, pero el candidato del PP acierta de pleno al identificar uno de los puntos débiles de la izquierda, hablamos de su tremendo elitismo cultural.

No estamos ante una simple anécdota, ni parece casualidad que en la ‘playlist’ electoral del PSOE también se incluya ‘Cuando zarpa el amor’, uno de los mayores éxitos de Camela (otros artistas seleccionados son Rocío Jurado, Marisol y Baccara). Compartir los gustos del pueblo llano, por ejemplo escuchar grupos poco sofisticados, sirve más para acercarse a las bases que cualquier discurso populista. Lo confirma el joven pensador cercano a Podemos Iago Moreno, que se coló en el mitin de apertura de campaña de Vox y compartió sus impresiones en las redes sociales. “Aún no ha arrancado el acto. Suena ‘¿A quien le importa?’ de Fangoria. Es un himno LGTBI, pero Alaska también es una reconocida conservadora y amiga de Jimenez Losantos. Así que Vox se la reapropia contra la corrección política”, contaba. Primer gol antes de que el árbitro pite el comienzo.

La fiesta siguió con “El imperio contraataca”, de Los Nikis, un himno que siempre pone las pilas a la derecha por su ritmo contagioso y -sobre todo- por la reivindicación del pasado imperial de nuestro país. Los pinchadiscos de Vox no dan puntada sin hilo. “Ahora suena Morat con su ‘¿Cómo te atreves a volver?’. La gente automáticamente lo conecta con Sanchez y Podemos y se levanta a ondear banderas. Mientras, Unidos Podemos supongo que pondrá la nueva de La Polla Records en sus actos por no mancharse con reguetón y música apolitica”, lamentaba el polítologo. El pasado miércoles, el periodista y escritor Sergio del Molino explicaba que en los mítines de Podemos sigue sonando el himno antifascista "Bella Ciao", que remonta sus orígenes al siglo XIX. 

Derecha pop global

No se trata de una crónica forzada ni causal. Moreno ya realizó un estupendo análisis sobre el papel de la tecnología y las músicas populares en la victoria electoral de Jair Bolsonaro. El escaso refinamiento del militar brasileño -y sus avispados asesores- realizaron una brillante apropiación de las músicas populares del país, desde el estilo 'sertanejo' hasta el pop más directo. "Es como si las orquestas de los pueblos de España se lanzasen a pedir el voto para la ultraderecha en las verbenas populares o utilizando los códigos culturales y musicales de la España rural", decía el texto. Algo parecido intentan Monago y Vox. Aunque a algunos les cueste digerirlo, la derecha lleva mucha ventaja a la izquierda en el manejo de referentes pop.

La izquierda occidental vive en 2019 el momento de mayor distancia con sus bases potenciales. El problema es tan evidente que llega hasta a la música pop

Las canciones son solo el síntoma de una enfermedad se llama elitismo cultural. El periodista estadounidense Thomas Frank explicaba este sesgo en su ensayo ‘Listen, liberal' (2017), crónica del proceso por el que el partido Demócrata de Estados  Unidos fue abandonando a la clase trabajadora para centrarse en los universitarios y profesionales liberales de éxito. La factura de esa desconexión se llama Donald Trump y lleva tres años sentado en la Casa Blanca. Algo similar comentaba la economista francesa Julia Cagé en una reciente y dura entrevista con ‘El País’, donde abordaba la creciente dificultad de los candidatos de clase trabajadora para entrar en las listas de los partidos de la izquierda europea. “Imagine que es usted es cajera supermercado. No tiene casa ni activos. Gana 1.200 euros al mes. Va al banco y dice: ‘Me presentaré a las elecciones en tres meses. Necesito adelantar 30.000 euros, pero no se preocupen, sacaré más del 5% y lo devolveré’.

El banco no presta nunca. Si usted es abogado, ya tiene el dinero o al banco no le importa prestárselo. Esto discrimina y hace que tengamos muchos menos candidatos de grupos sociales más desfavorecidos. Y otra cuestión: las cosas como son. Al hablar de una Asamblea mixta (de candidatos de clase media y de clase trabajadora) con partidos como el socialista o los verdes se admite 'off the record' que están tan desconectados de las clases populares que, si mañana quisieran hacer listas mixtas, no lo lograrían”, lamenta. 

Será difícil encontrar a alguien que niegue el problema: la izquierda occidental vive en 2019 el momentos de mayor distancia con sus bases potenciales. El problema es tan evidente tanto que llega incluso a la música pop. Suena a provocación, pero el remedio pasa -entre otras muchas cosas- por dejar de sentir desprecio o asco por manifestaciones culturales como Camela.

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