Ellos dicen que es una infección, acaso una pandemia, pero se trata de una fiesta. Una de piezas breves enlazadas con genio, ironía y humor. Una celebración del Miguel de Cervantes esencial, ése que ha sido devuelto a la naturaleza contemporánea de su pluma, un atributo que los siglos y la poca vocación divulgativa han astillado.
Hacía falta inteligencia y sentido crítico para pulir los cristales de la obra de Cervantes y hacerla brillar en todo su esplendor. Es lo que ha conseguido Ron Lalá.
Hacía falta inteligencia y sentido crítico para pulir los cristales de la obra de Cervantes y hacerla brillar en todo su esplendor. Eso es justamente lo que ha ocurrido en Cervantina. Versiones y diversiones sobre textos de Cervantes, un espectáculo dirigido por Yayo Cáceres , de la compañía Ron Lalá, y que fue estrenado este jueves en el Teatro de la Comedia de Madrid .
Inspirándose en el formato de la “folla” -una pieza barroca de diversos entremeses enhebrados-, Ron Lalá reúne trece obras del escritor. El montaje comienza y termina con Cervantes como protagonista de su propio destino tragicómico: el desconocimiento y la ignorancia de una obra cuya vigencia pone los pelos de punta. Así se lo hace saber muy bien, entre chanzas y música, la musa que lo visita para darle la inspiración y al mismo tiempo la noticia de su desgracia: que en el 400 aniversario de su muerte importará más su osario que su obra.
Que la sometida y asustadiza Leonora de El celoso extremeño o el zafio y rufián Monipodio de Rinconete y Cortadillo suban al escenario de La Comedia y mantengan exacta su vigencia da qué pensar de la España de hoy. Desfilan, asombrosos, la pastora Marcela del Quijote –un elogio de la libertad femenina cuatro siglos antes de las sufragistas-, o los canes de El coloquio de los perros, que ya entonces, antes que Walt Disney o Pixar, hablaban. Así lo dicen en escena los actores de Ron Lalá, quienes durante una hora y cuarenta minutos mantienen a todo vapor el motor de un espectáculo que disfrutaría desde un lector sesudo de Cervantes hasta un desinformado espectador, que encontrará en el montaje la ocasión para dejarse picar por el gusanillo del clásico literario.
Que la Leonora de El celoso extremeño o el zafio Monipodio de Rinconete y Cortadillo permanezcan vigentes da qué pensar de la España de hoy
Si algo queda claro en este montaje es la naturaleza de la dramaturgia del Siglo de Oro. En el XVII, al teatro iba gente que no sabía leer. Acudían para divertirse, para disfrutarun espectáculo. No en vano la comedia se convirtió en un género ejemplarizante que sirvió para señalar unas conductas y sugerir otras. Cervantes hablaba de la España de ese momento, pero lo hacía con un punto de vista avanzado en temas como la igualdad de género, la raza, la corrupción…
Y eso es lo que rescata Ron Lalá en Cervantina. A través de la selección y tratamiento del texto clásico, consiguen hacer espejo de lo que pasa en la calle –Bankia, Blesa, Rato, Urdangarin- iluminándolo con el genio cervantino. Personajes de hace cuatro siglos viven todavía entre nosotros y no como espectros: el ladrón sigue siendo ladrón, y el pícaro pícaro, y el celópata, celópata. Ron Lalá consigue revivir ese Cervantes, hacerlo digerible. Lo hacen con un teatro directo, que no necesita ser intelectualizante para llegar a la pulpa de lo que representa.