Esta novela nació de una apuesta con Raymond Carver. Al menos Richard Ford no desmiente esa versión. “Allá por 1986, cruzamos la frontera Carver y yo para cazar gansos salvajes. Nos encontrábamos en la provincia de Saskatchewan, al Oeste de Canadá, y decidimos apostar a ver quién era capaz de integrar ese nombre en un relato”, explicó el novelista al periodista Alex Vicente. Pasaron los años; y ganó Ford. Carver murió antes de poder realizarlo.
El proceso de escritura de Canadá (Anagrama, 2013) , su séptima novela -presentada la semana pasada en Barcelona- fue "largo y diferente" de sus otros libros. Escribió las primeras veinte páginas en 1989 y durante veinte años fue guardando en un sobre notas inconexas: "Sólo cuando las revisé vi el arco de una posible historia que se podía escribir, aunque caótica y referida a diferentes momentos de mi vida", dijo hace unos días el novelista en Cataluña.
Escribir sobre la frontera estadounidense-canadiense tuvo su origen en Montana, donde Richard Ford vivía hace 24 años. La novela relata la historia de Dell Parsons, un joven que se ve envuelto en el atraco a un banco que perpetran sus padres: un corpulento ex aviador y una menuda profesora que escribe poesía. Presos los padres y tras huir de la casa familiar junto con su hermana, Parsons llega a Canadá, donde vivirá con Arthur Remlinger, un americano enigmático cuya frialdad oculta un carácter sombrío y violento. "En mi vida siempre ha habido algo dramático relacionado con la frontera", dijo Ford sobre este personaje
Aunque Canadá se desmarca de Acción de gracias (Anagrama), la novela política con la que Ford cerró la trilogía protagonizada por Frank Bascombe –y que incluye El periodista deportivo y El Día de la Independencia- persiste en este libro la exploración humana que ha distinguido su narrativa. Esta vez lo hace a partir de las fronteras y la adolescencia como traspaso de un límite. Se trata de una novela de iniciación en la que el autor recorre los recovecos de la pérdida de la inocencia y el camino trazado para alcanzar la madurez.
En Canadá, Richard Ford plantea las fronteras y la adolescencia como traspaso de un límite.
No sólo como autor, también como personaje, Richard Ford guarda un encanto raro, una cierta habilidad para convertir la duda y el recelo en material literario. Su carrera, dice él, ha sido un milagro. Publicó dos primeras novelas, ambas de éxito muy discreto. Fue ahí cuando decidió abandonar la ficción y trabajar como periodista deportivo para The New York Magazine Inside Sports. Pero un nuevo revés lo puso, otra vez, en la pista de la literatura. Cuando le echaron de la revista para la que trabajaba, retomó la escritura, pulsión de la que nació la ya mencionada El periodista deportivo.
El Estados Unidos de la posguerra se convirtió en el combustible de su interés literario. Y fue justamente en ese tejido cotidiano donde Ford se dedicó a crear héroes capaces de redimirse esa vida confortable de tipos comunes . “Lo que a mí me interesa es escribir claramente sobre cosas difíciles de comprender”, dijo Ford en una ocasión acerca de su propia escritura.
Acostumbrado a Frank Bascombe, el prometedor escritor metido a periodista deportivo y luego a agente inmobiliario, quien alcanzó 55 años, el lector de Ford queda a la espera a de ese hombre común que se repone de su propio bienestar. “Un día Kristina, mi mujer, me dijo: "¿Por qué no escribes sobre alguien que es feliz?". Y me pregunté: ¿cómo demonios se hace eso? Yo tenía una concepción muy romántica de los personajes de las novelas. Eran siempre tipos conducidos por la angustia, sometidos a terribles torturas psíquicas, preocupaciones... Así que decidí cambiar mi visión del mundo. Lo primero que voy a hacer, pensé, es darle al personaje un trabajo que le guste. Y le di un trabajo de periodista deportivo. Luego pensé: una persona feliz es probablemente alguien que ha sido infeliz en el pasado y que intenta ser feliz. Y ésa es la manera en que llegué a Frank. Ésa es toda mi concepción de Frank Bascombe. Alguien que intenta hacerse un hombre mejor, un hombre más feliz”, comentó Ford sobre este personaje que le ha costado 3 libros, 1.700 páginas y 27 años.
El Estados Unidos de la posguerra se convirtió en el combustible de su interés literario
Pero en el caso de Canadá las cosas cambian, no de método pero sí de perspectiva. No se trata de un hombre que envejece –como es el caso de Bascombe- sino de un niño que intenta crecer a la vez que procura no quebrarse en medio de la catástrofe. Y es justo ahí donde reside la grandeza de una novela en la que Ford insiste en redimir a sus personajes, abriéndoles una puerta para la propia búsqueda. Se trata de una historia intensa, que comienza a quemarropa: “Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres...”.
Demócrata hasta hace un par de años–rechazó el parecido que se la atribuye con Clint Eastwood aduciendo que éste es republicano, él no-, Richard Ford nació en Jackson, Mississippi en 1944. Ha vivido en doce casas; es disléxico; hasta los 18 años no había leído prácticamente nada y lleva, con cierto humor, que le llamen un “escritor lento”. Se considera a sí mismo un patriota, aunque eso no le exime de retratar a la sociedad americana desde sus propias grietas. Incluso: desde más allá, fuera de sus fronteras.