Las musas han abandonado a Oliver Orme. Y aunque quizá ya no sea un pintor, siempre será un ladrón. Olly no roba por dinero, sino por el placer de quitarle algo a otro. Será Polly, la mujer de su amigo Marcus, su próximo botín, acaso el objeto de deseo y el motor que pone en marcha La guitarra azul (Alfaguara), una historia de infidelidad y celos que cuenta el escritor irlandés John Banville en su más reciente novela, publicada en España por Alfaguara.
John Banville también es Benjamin Black, el seudónimo literario que utiliza cuando escribe novela negra
Considerado un renovador y uno de los mejores autores en lengua inglesa, Banville también es Benjamin Black, el seudónimo literario que utiliza cuando escribe novela negra y al que los herederos de Raymond Chandler buscaron para pedirle que resucitara al mítico Philip Marlowe. Banville y Black son la cara y la cruz de un mismo autor: mientras uno se demora en destilar la prosa, el otro va a los hechos. “Black sigue siendo el esclavo y Banville el maestro, y siempre va a ser así”, dice en la que es la última entrevista de un día que deja marcas de agotamiento en el rostro del novelista, que ha visitado Madrid esta semana para la promoción de La guitarra azul.
Convencido de que la frase es el “mayor invento del ser humano”, Banville recibió el Príncipe de Asturias de las Letras en 2014. Con la novela El mar obtuvo su premio más importante, el Man Booker Prize 2005, el galardón literario más codiciado del Reino Unido y del que había sido finalista con El libro de las evidencias. Su primer libro, una recopilación de relatos, Long Lankin, se publicó en 1970. Un año después sacó su primera novela, Nighspawn. A esa siguieron Copérnico (1976), Kepler (1981) y La carta de Newton (1982). Hay libros suyos memorables. El Mar es uno de ellos. Sin embargo, mención especial merece Imposturas (2002), donde ya aparece su personaje Alex Vander, filósofo y académico belga que reaparece en su más reciente novela firmada como Banville: Antigua luz, un libro que completa la trilogía de Vander con Eclipse (2000).
Convencido de que la frase es el “mayor invento del ser humano”, Banville recibió el Príncipe de Asturias de las Letras en 2014
-La guitarra azul plantea constantemente que el arte transforma la realidad, por no decir que la distorsiona. ¿Hasta qué punto hace lo mismo el lenguaje?
-Esa es la cuestión central del libro. ¿El arte cambia la realidad o la acentúa? ¿Hace que sea más real, más vívida, para que la veamos más claramente? ¿O en realidad nos engaña? Es la pregunta que cada artista se ha hecho desde el principio de los tiempos. La gente que pintaba esos bisontes en las cavernas, que se representaban como monigotes, ¿estaban representando la realidad o una visión que tenían ellos en su mente? Es una pregunta que nunca se resolverá.
-Asegura que el amor y la pintura, cuando ocurren por primera vez, tienen algo en común con el robo. Considerando que Olly, su protagonista, es pintor, infiel y cleptómano...
-Hacer una obra de arte o enamorarte o robar tienen algo en común: cogen algo del mundo. Todas estas cosas son creativas. Olly dice que robar algo es devolverle su valor. Las cosas se desgastan, porque se convierten en algo familiar y conocido, pero el problema de Olly es que nadie sabe que él ha robado lo que roba. Es una frustración constante porque nadie se da cuenta. La vida es un proceso complicado y el arte es lo mismo, pero más elaborado. Es como estar vivo, pero más intensamente.
-Usted tiene dos familias, dos personalidades literarias. Elegir no es de las cosas que más le guste. ¿En qué se parecen usted y Olly?
-No es una novela autobiográfica pero todas las novelas son autobiográficas a su manera. Cualquiera que piense que esta es una novela sobre mi vida está equivocado.
"Hacer una obra de arte o enamorarte o robar tienen algo en común: cogen algo del mundo. Todas estas cosas son creativas"
-Está bien, pero no me va a negar que lo de decidir, elegir una cosa u otra, no es lo suyo.
-El secreto es no tomar nunca una decisión. Cógelo todo, quédate con todo, no elijas.
-Eso incluye los afectos, por lo que veo. Usted pasa la mitad de su semana en casa de su esposa, y la mitad de la semana con su compañera.
-Ya, pero no es algo tan extraordinario. Mucha gente tiene dos familias, ¿no?
-Ya claro… Ahora bien, sobre su otra duplicidad: Banville, el preciosista que se demora, versus Black, que escribe sin rodeos. ¿No comienzan a prestarse ya algo el uno al otro?
-Black sigue siendo el esclavo y Banville sigue siendo el maestro, y siempre va a ser así.
-En los libros de Banville el lenguaje es un personaje, en los de Black no.
-Benjamin Black no tiene estilo, escribe sin estilo, de manera transparente. Cuando lees un libro de Black no eres consciente de la prosa. No miras el estilo, sino lo que se dice. Para Banville lo que importa es el estilo. Lo que se dice da igual, lo que importa es cómo se dice.
"Benjamin Black no tiene estilo, escribe sin estilo. Lo que intenta es escribir de manera transparente"
-Ha dicho en varias ocasiones que en Irlanda la relación con el inglés es mucho más compleja. Puede que Joyce sea de las pruebas más contundentes. ¿Por qué?
- Porque no es nuestra lengua nativa. De hecho, yo sigo sintiéndome extraño en inglés. Y es una posición muy buena, porque estás constantemente viendo el idioma desde fuera. Si un inglés lee mis libros, lo hace de manera totalmente distinta a como leería a un inglés. A los irlandeses les encanta lo específico del idioma, sus ángulos, y esto viene porque nuestro idioma, que perdimos a mediados del siglo XIX, era el lenguaje de la ambigüedad. En irlandés no había una palabra para el no. Podías decir 'no es así', pero no podías decir 'no'. Tampoco puedes decir 'soy un hombre', porque no hay una forma lingüística que te permita articular esa frase. Tendrías que decir algo como 'yo estoy en mi hombría'. El inglés en cambio es un idioma declarativo. Es directo. La combinación del inglés que hablamos y el irlandés que hemos perdido crea este inglés/irlandés. Tiene que ver casi todo con el ritmo y los matices. Nos encanta la ambigüedad del idioma. Toda la escritura irlandesa es irónica porque dice una cosa, con plena conciencia de que aquello que se ha dicho se puede interpretar de forma inversa. No es de extrañar entonces que Oscar Wilde dijera que en el arte cada verdad puede tener su opuesto.
-¿Por qué su protagonista es un pintor que ya no puede pintar? ¿Qué intentaba aludir o iluminar con esa metáfora?
-Pues no sé. En mis libros no quiero hacer una declaración o decir algo. Kafka me ha dado uno de mis lemas. Él dice que el artista es aquel que no tiene nada que decir. Y yo no tengo nada que decir. No tengo ningún mensaje. Lo único que me importa es cómo se dice. Cómo se dice algo lo es todo. Para mí escribir no es hacer algo con un propósito, escribir es un propósito en sí. No escribo por algo, el propósito es escribir. Si tomamos la historia de La guitarra azul, veremos que no hay una historia… sólo importa cómo está contado aquello que ocurre. En los libros de Black sí es importante la historia, no cómo se está contando.
-Por cierto… ¿todavía lo detestan los escritores de novela negra?
-Sí, sigo sin gustarles.