Cultura

John Banville y Benjamin Black, la cara y la cruz de un mismo Príncipe ... de Asturias

El escritor irlandés John Banville ha sido reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014. Considerado un renovador y uno de los mejores autores en lengua inglesa, también es conocido como Benjamin Black, el seudónimo literario que utiliza cuando escribe novela negra.

  • El escritor irlandés John Banville ha sido reconocido con el Príncipe de Asturias de las Letras 2014.

Nunca sabe quien lo mira cuál es uno o el otro. Pero basta con leerlos para salir de dudas. Dueño de una cabellera plateada y un perfil anguloso, el irlandés John Banville cultiva desde hace seis años una doble identidad literaria: es John Banville, el novelista renovador y de prosa destilada, y es Benjamin Black, el alter ego con el que escribe novela negra y al que hasta los herederos de Raymond Chandler han pedido la resurrección del mítico Philip Marlowe. Se miran de reojo ambos: Banville y Black y sin embargo, son la cara y la cruz de un mismo príncipe… Sí, un Príncipe de Asturias de las Letras 2014, galardón con el que el autor irlandés fue reconocido este miércoles en Oviedo.

A tono de chanza, el escritor dice sobre su esquizofrenia literaria: “Benjamin Black piensa de John Banville es un pretencioso que pasa demasiado tiempo trabajando con las frases pero John Banville piensa que Benjamin Black es muy superficial que escribe demasiado rápido”. Chistes a un lado, si algo caracteriza a este escritor irlandés es una obra potente con el que muchos le han nombrado el "heredero natural" de Vladimir Nabokov. Sus historias funcionan como cajas de resonancia. Están escritas con precisión, humor negro y poesía.

La candidatura de Banville para los Premios Príncipe de Asturias de las Letras había sido propuesta por el vicedirector de la Real Academia Española, José Antonio Pascual Rodríguez, y por el embajador de España en Irlanda, Javier Garrigues, y se impuso en las últimas rondas de votaciones al japonés Haruki Murakami y el inglés Ian McEwan. El de las Letras es el quinto de los ocho galardones que concede la Fundación Príncipe que se falla este año y en los últimos años distinguió, entre otros, a autores como Antonio Muñoz Molina, Philip Roth, Leonard Cohen, Amin Maalouf, Ismaíl Kadaré y Margaret Atwood.

La novela, su mejor territorio

Calificado por George Steiner como "el escritor de lengua inglesa más inteligente", Banville logró con El mar su premio más importante, el Man Booker Prize 2005, el galardón literario más codiciado del Reino Unido y del que había sido finalista con El libro de las evidencias. Nacido el 8 de diciembre de 1945 en Wexford, de adolescente Banville quiso ser pintor… un oficio para el cual, según él, no valía nada pero que le dio ese sentido de conjunto que caracteriza sus historias. Esas en las que el detalle brilla con el gesto de la pincelada bien hecha.

Tras un largo viaje por Estados Unidos, Banville comenzó a trabajar como periodista. Primero estuvo en el diario The Irish Press, donde escribía crítica literaria, y a su cierre, en 1995, pasó a trabajar en The Irish Times. Colaborador habitual de The New York Reviews of Books, editó su primer libro, una recopilación de relatos, bajo el título de Long Lankin en 1970 y un año después, publicó su primera novela, Nighspawn. A estos siguieron Copérnico (1976), Kepler (1981) y La carta de Newton (1982).

Aunque algunos destacan El intocable (1985) y El libro de las pruebas (1989), con el que fue consiguió ser finalista del Premio Booker que más tarde ganaría con El mar –reconocida también con el Irish Book Award en 2006-, hay libros suyos memorables. Entre ellos Imposturas, donde ya aparece su personaje Alex Vander, filósofo y académico belga que reaparece en su más reciente novela firmada como Banville: Antigua luz.

Publicada por Alfaguara –la mayoría de la obra de Banville en Español la ha publicado Anagrama- en Antigua luz aparece también a Alex Clave, el actor de teatro de Eclipse (2000), quien tras perder la memoria de golpe sobre un escenario, rememora de a poco su romance adolescente con la señora Gray, la madre de su mejor amigo. En esta última novela, Banville resume lo mejor de su obra, esas en las que las relaciones humanas tejen una red potente y luminosa y en las que el pasado es el personaje central: esa Irlanda de los 50, que él reconstruye con una prosa de relojería y un oscuro y dulce humor.  

Como Benjamin Black –lo que él llama su usurpación en el género noir- publicó El secreto de Christine (2006), su primera obra de novela negra y donde crea a su personaje protagonista, Quirke, el forense que protagonizó también El otro nombre de Laura, En busca de april y Venganza.  Este año –también como Black- publicó La rubia de ojos negros, novela en la que resucita –por encargo de los propios herederos de Raymond Chandler- al famoso detective privado Philip Marlowe.

Minucioso y poseedor de un ácido y educado sentido del humor que gana en la conversación, en el tú a tú, Banville dice que al escribir avanza a ciegas. No da un paso sin tener antes, muy medida, la palabra que ha de seguir a la que ya tiene. “Cuando escribo, lo hago en la oscuridad, en el sentido de que lo hago en medio de mucha confusión. Simplemente me centro en escribir frases y el resto se va desarrollando como vaya saliendo”. Y es justamente esa laboriosidad obsesiva la que le distancia de su alter ego noir: “Benjamin Black es el que se encarga de la trama, los personajes, los diálogos. John Banville se dedica a escribir frases y a hacerlas lo más perfectas posible y pienso que es un privilegio el poder dedicar mi vida a hacer esto”.

Convencido de que la frase es el “mayor invento del ser humano”, el escritor admite que a veces, mientras escribe como Banville, se acerca Benjamin Black para tentarlo: “Termina con esa frase, déjala como está”. Sin embargo, a veces, cuando quien escribe es Benjamin Black, se le acerca John Banville y le dice ‘por qué no trabajas esta frase’. Engrandecido en ese doblez literario que lo hace especial, Banville se pasea por la corte literaria con un aire aristocrático que le vino dado: ese talento que lo distingue del resto, que le convierte en uno de los mejores escritores en lengua inglesa.

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