Es un oficio en el que la invisibilidad se valora. Una mala traducción –esas que invaden y arruinan- puede malograr un libro. Y los que saben, los que urden sin dejar su rastro, han hecho historia. ¿Quién no atesora El cuervo de Poe traducido por Cortázar? ¿No fue acaso titánica la traducción del texto de La naranja mecánica que hizo Vicente Molina Foix? Sin embargo, la transparencia del traductor, deseable para el texto, supone un castigo cuando ésta llega a la vida real y eso lo sabe perfectamente la filóloga Carmen Montes Cano, galardonada este martes con el Premio Nacional a la Mejor Traducción con Kallocaína (Callo Nero).
Por eso, al momento de hablar sobre la profesión, Carmen Montes Cano no lo duda un instante: "La labor del traductor está muy en la sombra y no está valorada”. Es una reivindicación, no una queja, aclara Montes Cano. "Hay muchas formas de conferir esa existencia a un traductor: por parte de las editoriales, respetando nuestro trabajo según la Ley de Propiedad Intelectual, y en el caso de los lectores, diciéndoles que recuerden que existimos mirando la página de créditos".
Los reclamos de Montes Cano no son, ni mucho menos, nuevos. Ya en los años ochenta, Esther Benítez, un mito en la traducción moderna – tradujo a autores italianos y franceses, como Calvino, Pavese, Manzoni o Maupassant- y de Javier Marías, presionaron para que los editores se tomaran en serio a una figura tan importante como el autor. Y muchas de esas presiones dieron su fruto. Al reconocimiento tipográfico –la indicación en la tapa- siguió una noción más seria y profesionalizada del oficio.
Sin embargo, para Carmen Montes el asunto ni está resuelto ni está zanjado. "Se nos falta el respeto por nuestro trabajo en algunos sectores editoriales, además de la consideración de autor que a veces se nos niega", dice Montes, quien ha sido traductora literaria y editorial para Anagrama, Tusquets, Maeva, Nórdica Libros o Gallo Nero. Además, es una destacada traductora de literatura sueca con un amplio currículo que va desde las novelas policíacas de Henning Mankell, hasta autores como Ingmar Bergman, Swedenborg y Strindberg.
Kallocaína, un reto de traducción
Montes Cano, ha sido premiada por su traducción de Kallocaína (Gallo Nero) de la escritora sueca Karin Boye. El jurado del premio, convocado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, ha considerado que se trata de "una excelente traducción que enriquece nuestro panorama literario con la temática de un mundo futuro opresivo -que vio la luz ocho años antes de que Orwell publicara 1984- resolviendo con acierto las dificultades lingüísticas que presenta el idioma sueco".
Publicada en 1940, Kallocaína se ambienta en el año 1984. Se trata de una novela pesimista, ambientada en un futuro totalitario y deshumanizado que debe su título al nombre del suero de la verdad que el científico Leo Kall inventa para garantizar al Estado seguridad y estabilidad. Se trata de un mundo dominado por un Estado policial que llega a invadir la esfera privada de los ciudadanos suprimiendo toda forma de libertad. Los hombres se han convertido. Su función principal es reproducirse, obedecer y no sentir. La traducción de esta obra exigió, según comenta la propia Montes, una labor de invención y un mayor grado de creación del que normalmente requiere toda traducción.