De Andrés Bello tomaron el espíritu y el título, dos sustantivos poderosos, tratándose de gente que entiende de las cosas del lenguaje. “Hemos seguido los consejos de Andrés Bello en su Gramática: demarcar los linderos del buen uso de nuestra lengua”, dijo el académico Salvador Gutiérrez durante la presentación de El buen uso del español, un volumen realizado por las Academias de Lengua Española y publicado por Espasa.
Se trata de normas justificadas y explicadas. Nada de tablillas esculpidas en piedra. Nada de ojo por ojo y tilde por tilde, dicen. La Academia no como señora regañona, sino acaso como exégeta, alegan los responsables de esta edición. “La norma, como el aire, se halla presente en todos los instantes de nuestra vida”, reza este manual en sus primeras líneas de sus páginas. Que corra el aire entonces.
El buen uso del español selecciona 224 temas y a cada uno dedica dos páginas. “Puede leerse de manera independiente como la Rayuela de Cortázar, saltando. Cada unidad tiene una estructura muy clara: explicar cuáles son los usos anómalos”, han explicado sus responsables.
Fenómenos como el seseo, el ceceo y el voseo; las reglas de acentuación gráfica; los signos de puntuación; los latinismos y extranjerismos; el uso de mayúsculas y la formación del plural desfilan ante los ojos del lector, en pequeños apartados de dos páginas cada uno y con tramas de color gris en las que se hace hincapié en las principales dificultades o incorrecciones.
El idioma que se expone en este manual busca una visión más amplia. “Tenemos que ser conscientes de que en España hay 46 millones de personas, pero en México hay 120 y en Colombia 48 millones. Todas las normas que plantea la Academia están propuestas desde el panamericanismo. El centro del español no está en Castilla, está en Iberoamérica”, dijo Gutiérrez.
Al ser consultado sobre las distintas solicitudes a la Real Academia Española para que atienda usos considerados machistas o vejatorios, el presidente de la institución, José Manuel Blecua planteó el objetivo del diccionario como organizador social.
“He leído el diccionario como una novela. No es un libro que permanezca quieto. Se mueve constantemente desde 1713. La lengua cambia, constantemente. Lo que hace es recoger el significado que en un momento determinado tiene una palabra. El diccionario como organizador social puede explicar significados, pero plantear que pueda resarcir lo que ha hecho una sociedad machista como esta, es una utopia”, dijo el presidente de la Academia.
Sobre el mal uso del idioma, los académicos no creen que el asunto se resuelva cargando el origen de las incorrecciones al uso de las redes sociales o los mensajes de móviles. El asunto es anterior. “El mal uso de las normas de ortografía no se debe a los nuevos medios electrónicos. No se trata de que estos hagan olvidar el idioma a sus usuarios, lo que ocurre, en verdad, es que no las han aprendido”. dijo Salvador Gutiérrez.
Sobre la nueva edición del Diccionario académico, que está ahora en fase de revisión y que se publicará en octubre de 2014, los académicos han colocado distancia. Acerca de las peticiones para retirar algunas expresiones que pudiesen resultar ofensivas a colectivos religiosos o nacionales, Blecua zanjó: "Todo esto hay que tomárselo con un cierto relativismo y no pretender que los libros modifiquen una sociedad desde el punto de vista léxico".