Cultura

Antígona, la primera indignada de la historia, devuelve la voz a José Bergamín

El Centro Dramático Nacional incorpora en su repertorio a una de las voces más fundamentales del exilio español. Se trata de José Bergamín, de quien se reestrena este jueves en el teatro María Guerrero la tragedia La sangre de Antígona, dirigida por Ignacio García.

“¿A dónde ir que no tiemble?”, se preguntó José Bergamín (1895-1983) la primera vez que pisó México. Corría el año 1939 y en aquella tierra de volcanes, el presidente Lázaro Cárdenas abría los brazos a los exilados republicanos que llegaban arrastrando consigo lo poco de España que pudieron meter, a la fuerza, en sus maletas. El poeta y dramaturgo fue uno de ellos. Bergamín vivió allí cinco años, hasta 1946; después partiría a Caracas, Montevideo y París. Pero fue justo en aquellos días urgentes y en los que el dolor había paralizado su escritura, cuando el nudo de silencio se convirtió en texto con La sangre de Antígona, una tragedia que comenzó a escribir a su llegada a México, y que ha sido rescatada por el director Ignacio García para ser presentada desde este jueves 11 hasta el 14 de septiembre en el teatro María Guerrero.

Este montaje de Bergamín, resultado de una coproducción del Centro Dramático Nacional (CDN) y la Compañía Nacional de Teatro de México (CNT), busca enmendar, acaso corregir, el exilio involuntario de José Bergamín, una voz de la generación del 27 injustamente obviada en España. Jamás una obra dramática suya había sido representada en el María Guerrero, que le incorpora ahora en su repertorio como parte del ciclo Una mirada al mundo, una iniciativa que el CDN puso en marcha mientras Gerardo Vera ocupó la dirección y que se mantiene con la intención de dar conocer y difundir el trabajo de compañías de teatro de otros países.

Para narrar un dolor, el de la guerra civil española, Bergamín buscó otro: el de la tragedia de Antígona

Aunque fue pensada como una ópera -que debía ser interpretada por Ingrid Bergman y dirigida por Roberto Roseellini-, La sangre de Antígona se mantiene como una tragedia. Para narrar un dolor -el de la guerra civil española-, Bergamín buscó otro, acaso uno fundacional: el de Antígona, una mujer que alza la voz entre los vivos y los muertos, con un solo propósito: oponerse. Sí, en ese acto de dar sepultura a aquellos que merecen descansar en paz, Bergamín elige a Antígona como una imagen alegórica de la España que había dejado atrás. Porque en el fondo es eso, el desagravio o la reparación, lo que buscaban, ambos, Bergamín y Antígona, “la primera indignada de la historia”, como se refirió a ella Luis de Tavira, director de la CNT de México, durante la presentación del espectáculo en Madrid.

La sangre de Antígona tiene como punto de partida el enfrentamiento narrado en la tragedia de Sófocles: el de Eteocles y Polinices, hijos de Edipo, quienes tras romper su pacto para gobernar Tebas se enzarzan en una cruenta guerra en la que uno morirá a manos del otro. "Y aunque su sangre se ha juntado en la tierra, sus cuerpos yacen separados por la voluntad de los vivos: mientras la ciudad rinde homenaje a Eteocles dándole las honras fúnebres del sepulcro, deja a Polinice insepulto, entregado a las aves carnívoras y a los animales inmundos. Premia al uno y al otro lo repudia y castiga. Es allí cuando se desata la desesperación de Antígona, voz acusadora que pretende alzarse entre los vivos y los muertos, para pedir eso, solo eso, la justa sepultura para un hombre muerto por otro de su misma sangre".

En ese acto de dar sepultura, Bergamín elige a Antígona como una imagen alegórica de la España que había dejado atrás

Bergamín y Antígona, asegura el director de la obra, Ignacio García, ocupan el mismo lugar: “la frontera que separa a los vivos y los muertos”. Tanto España como México, dice García, comparten los rituales que conectan un mundo con otro. “La Antígona que grita en la España del 36 es la misma que grita en el México de 2014. Las dos quieren enterrar a sus muertos: los que siguen tirados en las cunetas y los que aparecen ahorcados en los puentes de la ciudad de México de hoy”.

Concebida como un gran funeral, el montaje de La sangre de Antígona es, según su director, una pasión laica. “Bergamín reunía dos Españas: la católica, porque la familia de su madre era profundamente religiosa, y la liberal republicana. Ambas están contenidas en la obra. Es una Pasión laica: tiene un primer acto, con el prendimiento de Antígona; el segundo, con el juicio al que es sometida y en el tercero, su ejecución”. El elenco lo encabeza Erika de la Llave, que estará acompañada en el escenario por la actriz mexicana Rosenda de Montero, que encarna a Tiresias, el ciego que hace las veces de voz del autor y advierte a aquellos que no ven, lo que él, aun sin ojos, sí puede advertir. 

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